Abuso. John Henderson

Abuso - John  Henderson


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      Abuso

      ENCONTRANDO ESPERANZA EN CRISTO

      John Henderson

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      Publicado por:

      Publicaciones Faro de Gracia

      P.O. Box 1043

       Graham, NC 27253

       www.farodegracia.org

      ISBN 978-1-629461-21-2

      © Copyright, 2012 por Association of Biblical Counselors. Todos los derechos reservados. All rights reserved.

      Agradecemos el permiso y la ayuda brindados por P&R

       Publishing Company, P.O. Box 817, Phillipsburg, NJ 08865–0817.

      © Copyright, Publicaciones Faro de Gracia. Traducido al español por Giancarlo Montemayor. La portada y las páginas fueron diseñadas por Benjamín Hernandez de Enjoy Media, Inc.

      Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro– excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.

      © Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

      Contenido

       Abuso – encontrando esperanza en Cristo

       BUENAS NOTICIAS EN MEDIO DE UN MUNDO ARRUINADO

       LA VIDA QUE PATRICIA HABÍA CONOCIDO

       LA VIDA QUE CARLOS HABÍA CONOCIDO

       EL DIOS QUE ELLOS EVITABAN

       EL SALMO 22 EN MEDIO DEL ABUSO Y DEL DOLOR

       EL EVANGELIO ES UNA HISTORIA DE LIBERACIÓN Y DE RESTAURACIÓN

       CARLOS Y PATRICIA AÚN VIVEN Y ESCRIBEN HISTORIAS DE LIBERACIÓN Y RESTAURACIÓN

       UNAS BREVES PALABRAS Y PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL

       Publicaciones Faro de Gracia – Otras obras de esta serie

      R

      ecuerdo la primera vez que Carlos y Patricia entraron por la puerta de mi casa. Era un martes. Hacía un día frío y lluvioso. Un soplo de dolor, confusión e ira cruzó la puerta junto con ellos. Se podía ver. Se podía sentir.

      Ellos habían estado casados por casi cuatro años, ninguno de los cuales había sido fácil. La noche anterior había sido especialmente difícil. En palabras de Carlos: “fue una pelea típica” que comenzó cuando él había iniciado la intimidad sexual y ella retrocedió. Carlos suspiró y se alejó pisando fuerte, sintiéndose enojado, rechazado y ofendido. Patricia se había replegado en un caparazón de amargura y vergüenza. A medida que pasaban los minutos, Carlos se sentó en la sala de estar preguntándose por qué se había casado con Patricia y por qué su matrimonio había llegado a ser tan decepcionante. En su habitación, a unos cuantos pasos, Patricia se preguntaba por qué él demandaba tanto de ella y tenía tan poca consideración por su sufrimiento.

      Él rompió el silencio con acusaciones contra ella. Volvió a la habitación con una sola pregunta: “¿Qué es lo que te pasa?”. Esas palabras la hirieron profundamente. Después de una larga pausa, siguió otra pregunta: “¿Por qué eres tan egoísta?” y “¿No te importo yo ni nuestro matrimonio?”. Patricia no vio otra opción más que defenderse ofreciendo algunas acusaciones en su contra: “No me pasa nada malo... Tú eres el problema... No te preocupas por mí ni por lo que he pasado... ¡Tú solo quieres tener sexo!” Sus palabras también lo hirieron profundamente. La situación subió de tono y llegó a los gritos; luego Carlos se fue a otra habitación para dormir esa noche, dando portazos por su camino.

      Esta escena no era inusual para ellos. Podría incluso ser familiar para ti también o para alguien a quien quieres. A simple vista parecía que se trataba de una gran pelea, pero debajo de la superficie bramaba un océano de vergüenza, amargura y desesperación. Había un mundo de recuerdos dolorosos, confusión y deshonra que ellos nunca habían pensado traer delante de Dios y enfrentarlo juntos a través del evangelio de Jesucristo.

      El sufrimiento que Patricia había experimentado y por el cual se sentía esclavizada era un abuso físico y sexual que sufrió en su niñez. De acuerdo a Patricia, “eso siempre yacía en el trasfondo de nuestro matrimonio”. Sus experiencias de abuso influenciaron de manera sutil la manera en que ella veía a Dios, a sí misma y a su marido. A ella no le gustaba la realidad de su pasado, pero intentaba vivir con esa realidad lo mejor que podía. A Carlos tampoco le gustaba las realidades de su pasado, y quería que se desvanecieran silenciosamente. Él quería que el pasado se quedara en el pasado. Ni Carlos ni Patricia pensaban que Dios tenía algo profundo o transformador que decir sobre su situación.

      Ninguno de nosotros puede escapar de la ruina de nuestro mundo. Somos personas pecadoras y heridas rodeados de otras personas pecadoras y heridas en un universo que gime debido a la maldición del pecado. La realidad del abuso físico y sexual en nuestro mundo nos brinda una prueba flagrante y dolorosa sobre su ruina. Si observamos y escuchamos atentamente, nos daremos cuenta de que existen abusos y agresiones por todas partes. Algunos de nosotros hemos experimentado estos horrores de primera mano. Algunos de nosotros conocemos a seres queridos y amigos que han sufrido crueldades indecibles. ¿Qué es lo que deberíamos pensar y hacer al respecto? ¿Qué es lo que el evangelio tiene que decirnos cuando somos víctimas de esta maldad? ¿Cómo podemos amar y ayudar a hombres y mujeres que han sufrido diferentes tipos de maltrato?

      Por años he estado luchando con estas preguntas. Quizás tú también lo has hecho. El abuso provoca todo tipo de preguntas: “¿Cómo puedo enfrentar y comprender las agresiones que he sufrido en el pasado?” “¿En dónde estaba Dios y por qué lo permitió?” “¿Qué es lo que debo pensar sobre Dios, sobre mí, y sobre este dolor?” “¿Fue la voluntad de Dios que me violaran?” “¿Se entristeció y se enojó Dios por la agresión que sufrí?” “Al no impedirlo, ¿fue acaso Dios cómplice de este asunto?” “¿Cómo se supone que debo creer que Dios me ama si, de acuerdo con su propósito soberano, él decretó que yo fuera tratado con tal brutalidad?”. Creo que la lista de dudas podría llenar muchas páginas.

      Estas son tan solo unas cuantas preguntas que estamos interesados en explorar a través de este tratado. De ninguna manera aseguro tener todas las respuestas. Sin embargo, creo que Dios sabe todas las respuestas y nos ha compartido algunas de estas respuestas. Nos las ha hecho saber a través de su Palabra. Las respuestas que la Escritura nos ofrecen son difíciles de digerir, pero están disponibles. Dios consuela al afligido a través de su Palabra. El evangelio nos habla en medio de nuestras peores pesadillas. La belleza y luz del evangelio suelen brillar más radiantemente a través de los entornos más oscuros y angustiosos. Los males y las aflicciones del tiempo presente pueden, por la gracia de Dios, ayudarnos a


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