Confesiones De Una Sinvergüenza. Dawn Brower
siones de una Sinvergüenza
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de forma ficticia y no son considerados como reales. Cualquier semejanza con lugares, organizaciones, o personas actuales, vivas o muertas, es pura coincidencia.
Confesiones de una sinvergüenza 2020 © Derechos de autor Dawn Brower.
Artista de portada y edición Victoria Miller.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser usado o reproducido electrónicamente o ser impreso sin autorización de la autora, excepto en el caso de citas breves incorporadas en reseñas.
PRÓLOGO
Hacienda Weston, 1823
El salón de baile estaba lleno en su capacidad cuando entraron. Aunque se mantuvieran como patitos feos, no podrían evitar encontrarse con todos los invitados. Todos debían haber aceptado la invitación. El Duque y la Duquesa de Weston a menudo no organizaban eventos de esparcimiento, pero eran probablemente curiosos. Samantha no podía culparlos. Ella había estado bastante intrigada. Ella amaba los bailes y bailar. Ser invitada a uno de estos eventos exclusivos al final de la temporada, la conmovía. Ella miró en todo el salón, buscando a la duquesa y la encontró en el extremo más lejano de la pista de baile.
A Marian le importaba sólo una cosa. Asegurarse la asistencia de la Duquesa de Weston para aprender a ser doctora. Echó un vistazo en todo el salón, hasta que la localizó, luego se dirigió a Samantha y Kaitlin. “Si me disculpan,” les dijo. “Voy a hablar con la Duquesa.”
“No te olvides de preguntarle esta vez,” dijo Samantha. “Lo veo a Lord Darcy; voy a encontrarme con él.” Ella realmente no buscaba la atención del Conde de Darcy, pero sonaba bien decir que quería bailar con él. Prestarle atención al Duque de Darcy lo distraería a cualquiera, especialmente al entrometido de Gregory, el hombre que realmente le preocupaba a Samantha. “Odiaría no poder localizarlo. Ven conmigo, Katie, así no me quedo sola.”
“¿Así me puedes dejar sola mientras huyes con él?” Kaitlin dijo entre dientes. “Me debes una por esto.”
“No te preocupes, querida,” respondió Samantha, mientras arrastraba a Kaitlin con ella. “Te encontraré un compañero de baile, también. ¿No es Lord Asthey quien está hablando con Lord Darcy?” Su corazón saltó en su pecho. Aunque, no quería realmente encontrarse con Lord Darcy, ella quería ver a Lord Asthey. Era tan buen mozo. Ambos eran rubios, tenían preciosos ojos azules, y físicos asombrosos. Aunque juzgarlos por verse solos no era suficiente. Uno de ellos le hizo latir el corazón y la llenó de excitación. El problema, por supuesto, era que él no la veía más que como la pequeña hermana de su amigo.
Kaitlin suspiró y dejó que Samantha la guiara hacia los dos Condes. “No necesito bailar.” Ella meneó su cabeza vigorosamente. “Puedo encontrar un libro para leer y sentarme en una esquina.”
Samantha se detuvo y miró a su amiga. “No harás eso.” ¿Cómo no podía Kaitlin querer bailar? “¿No te gusta Lord Asthey?” De todas maneras, esto parecía peor. Samantha lo adoraba. Lo quería para ella, pero había dejado de intentar hacia un tiempo. Si no podía deleitarse en bailar con él, tal vez su amiga si pudiera. No es que quisiera que Lord Asthey se enamorara de Kaitlin, pero él parecía gustar de ella. Samantha no era tan soberbia, como para no querer la felicidad de su amiga. Aunque sintiera como si fuera apuñalada en su corazón, cada vez que Lord Asthey le sonreía afectuosamente a Kaitlin… Se sacudió ese dolor de su cabeza y mostró una sonrisa en su rostro.
“Lord Asthey es muy amigable.” Dijo Kaitlin en un tono afable. “Pero no me gusta bailar.” Ella frunció su nariz en disgusto.
“Tonterías,” dijo Samantha, haciendo un ademán. “Todavía no has encontrado al compañero correcto.”
Ella entrecerró sus ojos al dejar de mirar a Kaitlin. ¿Era su hermano descansando en un rincón? Samantha respiró profundo. Tenía que tener cuidado. Si Gregory, Lord Shelby, su hermano sobreprotector, pensaba que ella se estaba acercando demasiado al Conde de Darcy, podía actuar precipitadamente. En la mente de su hermano, nadie era suficientemente bueno para ella. En especial alguno de los condes perversos, como los catalogaba él. Desafortunadamente, Lord Asthey también estaba en ese grupo. Gregory adoraba a sus amigos. Pero no quería que ninguno de ellos le prestara la menor atención a su hermanita.
Ella echó un vistazo otra vez a su hermano. Su melancolía no debía importar. Samantha odiaba que él se sintiera así. Gregory podía ser…poco razonable. Samantha dejó su cautela de lado, dio un profundo suspiro y le devolvió su atención, lo mejor que pudo, a Kaitlin. Ella no podía librarse de Gregory y su ridícula actitud sobreprotectora, pero podía hacer algo por su amiga y alentarla a que se involucrara más en la sociedad.
Kaitlin apoyó su mano en el brazo de Samantha. “Realmente no quiero bailar.”
¿Qué se suponía que debía hacer? Kaitlin se sentiría más cómoda escondiéndose en un rincón. Debía ayudar a su amiga a salir de su coraza de alguna forma. Si insistía en aislarse, nunca encontraría el amor. Kaitlin merecía encontrar alguien que realmente la adorara. Samantha quería guiarla hacia allí. Si ella no podía encontrar al hombre que amaba, al menos Kaitlin podría. “Una pieza,” dijo Samantha. “Después de eso, podemos dejar la pista de baile si quieres.”
Los hombros de Kaitlin cayeron. Cerró los ojos y dio un profundo suspiro. “Está bien,” dijo ella. “Sólo bailaré una, pero después no quiero que me presiones a hacer nada más que no quiera hacer. Tienes que prometérmelo.” Ella la fulminó con la mirada.
“Lo prometo,” dijo Samantha formalmente, y cruzó sus dedos sobre su corazón. La severidad de Kaitlin sólo hacía verla más adorable de lo normal. “Debes confiar en mí.”
Ella rodeó con su brazo a Kaitlin y la llevó hacia Lord Darcy y Lord Asthey. Estaban muy entretenidos en su conversación, cuando se acercaron a ellos.
“Creo que vamos a ser co-capitanes de nuestro equipo de criquet este año,” dijo Darcy. “Tenemos más opciones de ser compañeros de equipo aquí. ¿Qué debemos pedir de premio cuando ganemos?”
“Un poco arrogante de tu parte alardear de nuestras victorias cuando todavía no hemos ganado, ¿verdad?” Asthey alzó una ceja. “Shelby es muy bueno en el juego, creo.”
Ambos dejaron de hablar cuando llegaron. “¿No estamos interrumpiendo, verdad?” Samantha bateó sus pestañas hacia ellos. Ella conocía de su partido de criquet anual. Cuando podía, se escabullía para ver sus partidos privados. No todos ellos asistían a las fiestas de campo. Una cosa había sido verdad a través de los años: todos jugaban, y cuatro de ellos se dividían en diferentes equipos cada año. Así era como mantenían las cosas justas entre ellos.
Kaitlin tenía una expresión abstraída en su cara. Su amiga probablemente estaba soñando despierta acerca de algo que no estaba compartiendo. Samantha dudaba que ella hubiera escuchado algo de lo que estaban discutiendo los dos condes. A veces Kaitlin vivía en su mundo. Samantha deseaba a veces abstraerse en su mente cada tanto. Ella tenía tantos planes para vivir en un mundo imaginario.
Samantha miró a su amiga, luego a los dos condes. “¿Va a bailar esta noche?” Tal vez era un poco franca, pero Samantha no era conocida por su comportamiento tímido o recatado. Su hermano a veces la llamaba sinvergüenza. No podía disculparse por ser quien era, por ninguna razón.
“Yo…” Victoria tartamudeaba en sus palabras.
“Por supuesto,” Darcy dijo suavemente. Él hizo una reverencia. “¿Quisiera bailar, Samantha?”
¿Por qué no podría Asthey invitarla a bailar? Él había comenzado a hablar primero. ¿Le habría pedido él, si Darcy no lo hubiera interrumpido? De alguna forma, ella dudaba. “Sería hermoso,” contestó ella. Se las arregló para mostrar una sonrisa brillante en su cara, aunque no sentía nada parecido a una emoción. Ella extendió su mano y él la guió a la pista. Al menos, no era un vals. No quería bailar tan íntimamente con Lord Darcy.
Asthey le hizo una reverencia a Kaitlin y le dijo algo. Ella menó