El Viento Del Amor. Guido Pagliarino

El Viento Del Amor - Guido Pagliarino


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Copyright © 2020 Guido Pagliarino – Todos los derechos reservadosLibro publicado por TektimeTektime S.r.l.s. – Via Armando Fioretti, 17 – 05030 Montefranco (TR) – ItaliaGuido PagliarinoEl viento del AmorUna aproximación histórica a la Revelación progresiva del Dios-Amor en el Primer TestamentoEnsayoSegunda edición                  

      Una hoja del Códice Sinaítico (Codex Sinaiticus) conservado en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí. De este códice, 347 hojas se encuentran archivadas en la Biblioteca Británica de Londres, 43 en la Biblioteca de la Universidad de Leipzig, 12 hojas y 15 fragmentos en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí y fragmentos de tres páginas diversas se guardan en la Biblioteca Nacional Rusa de San Petersburgo. El manuscrito está en griego (en la versión procedente del hebreo de los Setenta o Setenta y dos en lo que respecta al Antiguo Testamento). El códice se puede datar entre el 330 y el 350 d.C. y contenía originalmente todo el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y escritos cristianos no canónicos pero muy importantes del siglo II, El pastor de Hermas, la Epístola de Bernabé y textos de los Padres Apostólicos. Parte de las hojas de este códice no se han recuperado.

      

      

      PRÓLOGO

      Esta obra trata del Dios-Amor al servicio de los hombres, ya presente en el Antiguo Testamento, antes de la Revelación neotestamentaria. La cisura es histórica y considera que lo que tienen en común el Antiguo y el Nuevo Testamento es el gobierno de la historia por parte de Dios y que la Palabra, según la impresión de los escritores veterotestamentarios, se revela progresivamente a lo largo de los siglos a través de hechos históricos, los cuales inducen a la reflexión teológica. Se considera que, como es conocido entre los historiadores y ha expresado por otro lado el Concilio Vaticano II en su constitución Dei Verbum, el testamento sí se «inspira, y quienes lo crearon fueron inspirados en la medida en que contribuyeron a su constitución» y que no solo el Nuevo Testamento, sino también el Antiguo «es palabra de Dios y conserva un valor perenne», pero debe tenerse en cuenta que los escritos del Antiguo Testamento «contienen también cosas imperfectas y temporales» y que «asumidas integralmente en la predicación evangélica, adquieren y manifiestan su significado completo en el Nuevo Testamento y, a su vez, lo iluminan y explican» («Constitución dogmática Dei Verbum sobre la Revelación divina», nn. 14, 15, 16). Con esto, confío en que los lectores que solo ocasionalmente frecuentan la Biblia, al considerar ciertos pasajes veterotestamentarios donde Dios-Yahvé ordena o realiza actos sanguinarios, evitarán tomarlos al pie de la letra escandalizándose, mientras que, por el contrario, espero, gracias a las citas de la Dei Verbum, que no sea yo, cuando presento secciones meramente humanas y transeúntes de la Biblia, el que suscite escándalo en algún creyente fundamentalista que lea la Biblia al pie de la letra: solo la resurrección de Cristo, so pena del fin del cristianismo, no debe interpretarse en sentido simbólico, como pensaba la Escuela Mítica del teólogo luterano Rudolf Bultmann y otros autores como Marxen y Dibelius, ya superada de hace mucho tiempo.

      Esta escuela, al afirmar que el Nuevo testamento es mítico, no se basaba en la ciencia exegética, sino en el prejuicio racionalista de base liberal del cual provenía dicha Escuela Mítica (cf., entre otros muchos, el artículo de Giuseppe di Rosa S.J, también disponible en la web , en La Civiltà Cattolica, nº 125, Volumen II, Cuaderno 2971, 6 de abril de 1974, «Ricciardetto e la sua vana ricerca di Dio»). También yo he escrito sobre la escuela mítica en el ensayo de Guido Pagliarino Gesù, nato nel 6 ‘a.C.’ crocifisso nel 30 – Un approccio storico, Tektime Editore (traducido del italiano al español por Mariano Bas con el título “Jesús, nacido en el año 6 «antes de Cristo» y crucificado en el año 30”).

      Añado, siempre siguiendo la Dei Verbum («Constitución dogmática Dei Verbum sobre la Revelación divina», n. 12), que «para interpretar con exactitud el contenido de los textos sagrados, se debe atender al contenido y a la unidad de toda la Escritura».

      Después de exponer una premisa sobre la influencia de la historia sobre la Biblia, volveré atrás con respecto a la época de Jesús, hasta los años 1200-1000 a.C., siglos en los que surge en Palestina una primera tradición oral que se reflejará en la Biblia. Pasando por los doscientos años siguientes, los de los primeros reyes, llegaré a los siglos VIII – VI a.C., en los que se escribieron los primeros textos proféticos, en algunas partes ya anunciadores del Dios amoroso, y se redacta, apareciendo cuando menos en el texto bíblico posterior a Reyes II (2 Re 22, 3-20), un esbozo del Deuteronomio, perdido y reencontrado en el templo en año 622 a.C. bajo el rey Josías: en el Deuteronomio, Yahvé es el Dios de la Ley, defensor ante todo del pueblo llano y en particular de los pobres, a diferencia de ese Dios formalista-legalista, deseoso sobre todo de culto, del Levítico. Pasaré a la deportación a Babilonia del pueblo de Israel y la época de la liberación y la repatriación, bajo la autorización del rey persa Ciro II el Grande (590-529 a.C.), vencedor de Babilonia, y del segundo templo, erigido entre el 536 y el 515 a.C. sobre las ruinas del de Salomón, que había sido construido por orden suya en el siglo X antes de Cristo y fue destruido en el 586 a.C. por el ejército del rey babilonio Nabucodonosor y luego hablaré de ese largo periodo, llamado el judaísmo en sentido estricto, que empieza en el siglo VI a.C. y que sobrepasaría en unos cuarenta años la época de Jesús, periodo en cual se pone por escrito la mayor parte de la Escritura antigua que nos ha llegado: esta es una época esencial por la formación de la conciencia político-religiosa judía y por el abandono definitivo del politeísmo. Hablaré del valor de su escuela teológica,


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