Medios, poder y contrapoder. Ignacio Ramonet

Medios, poder y contrapoder - Ignacio Ramonet


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      de Moraes, Dênis

      Medios, poder y contrapoder: de la concentración monopólica a la democratización de la información / Dênis de Moraes; Ignacio Ramonet; Pascual Serrano. -1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblos, 2014.- (Comunicación, medios, cultura; 0)

      E-Book.

      ISBN 978-987-691-252-5

      1. Comunicación. 2. Medios de Comunicación. I. Ramonet, Ignacio II. Serrano, Pascual III. Título

      CDD 302

      Primera edición en portugués: Mídia, poder e contrapoder:

       da concentração monopólica à democratização da informação,

       São Paulo, Boitempo-faperj, 2013.

      Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U.

      Armado: Hernán Díaz

      © Editorial Biblos, 2013

      Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires

      [email protected] / www.editorialbiblos.com

      Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723

      Impreso en la Argentina

      No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

      Este libro está dedicado a la memoria de un maestro del periodismo: Ryszard Kapuscinski (Pinsk, 1932–Varsovia, 2007).

      “¿Y por qué el periodismo?”, le preguntaron cierta vez. Kapuscinski respondió: “Porque, cuando era joven, fui tomado por la pasión de descubrir nuestra pobre existencia humana”.

      Presentación[1]

      Dênis de Moraes

      Se me ocurrió la idea de hacer este libro, que obtuvo las inmediatas adhesiones de Ignacio Ramonet y Pascual Serrano, al comprobar una vez más las convergencias y afinidades en nuestras líneas de análisis sobre el complejo mundo de los medios y del periodismo. Esta vez, al calor de un debate de tres horas del que participamos juntos en Río de Janeiro.[2] Antes de que comenzara el evento, abordamos la coyuntura internacional, especialmente las transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales en países de América Latina cuyos gobiernos progresistas califican la democratización de la comunicación como presupuesto para la diversidad informativa. Las evaluaciones vinieron cargadas de sentimientos revigorizantes con respecto a modelos de desarrollo inclusivos y socializantes que se contraponen a la herencia maldita del neoliberalismo, con su preocupación obsesiva por la rentabilidad y el lucro, su ineludible capacidad de generar más pobreza y desigualdades sociales. Hablamos también de Cuba, ocasión en que oí cómo los amigos rememoraban, con las palpitaciones que sólo los hechizos genuinos provocan, los contactos con Fidel Castro en La Habana. Ignacio Ramonet relató que, durante las conversaciones que resultaron en una obra de repercusión mundial,[3] conoció a un líder revolucionario de memoria prodigiosa y adepto a la exactitud, a la puntualidad y a los “cálculos aritméticos con una velocidad asombrosa”. Pascual Serrano contó la formidable historia del libro que le prestó a Fidel y que recibió de vuelta, tiempo después, con innumerables comentarios anotados al margen y en la portada, como si el ejemplar fuera suyo. Cuando nos despedimos a la noche, en uno de los pisos más altos y panorámicos del edificio, la bahía de Guanabara ya se había sumergido en un baño de luz lunar y yo había dibujado en el bloc de notas un asterisco azul como clave para desatar la imaginación: un libro de a tres.

      El punto de partida de Medios, poder y contrapoder es el compromiso común de interpelar críticamente la contemporaneidad, cada vez más mediatizada, tecnologizada y mercantilizada; el mundo atravesado por flujos en tiempo real, distribuidos por redes infoelectrónicas, satélites y fibras ópticas, que interconectan pueblos, países, culturas y economías. La realidad actual se conforma por los medios: la mayoría de nosotros entra en contacto con los acontecimientos, las demandas sociales y las identidades culturales a partir de la oferta de contenidos que los propios vehículos de comunicación seleccionan, elaboran y transmiten masivamente, con el argumento falaz de que representan la voluntad general; una producción informativa definida por criterios exclusivos de percepción, evaluación, interpretación y abordaje de los hechos. Una distorsión parecida se observa cuando los medios hegemónicos eligen y prestigian a las voces que pueden intervenir en los espacios periodísticos, al mismo tiempo excluyendo o neutralizando otras tantas que disienten y se oponen al orden dominante. Todo eso se materializa en procesos de industrialización de las noticias, de las imágenes y de los materiales sonoros que nos llegan de forma incesante y sin que haya condiciones objetivas de estancar su ciclo vertiginoso, aunque se imponga cuestionarlo, cuando no denunciarlo.

      Vivimos, efectivamente, un momento histórico perturbador, en el que el derecho al delirio y al sueño –al que se refiere Eduardo Galeano en una hermosa entrevista en video–[4] se ve obligado a compartir la caminata hacia las utopías con las tecnologías del conocimiento, el exceso de informaciones por segundo, el consumismo programado para la obsolescencia y la fascinación compulsiva por objetos digitales que se conectan instantáneamente a “nubes de computación” capaces de almacenar un volumen inconmensurable de datos. En el escenario de un capitalismo de crisis reiteradas e insustentables para la ciudadanía, accesos, usos y usufructos tecnológicos se muestran profundamente desiguales; vínculos de solidaridad se debilitan frente al individualismo, la competencia exacerbada y las seducciones consumistas.

      En contraposición al cuadro que ya resumimos, las reflexiones desarrolladas aquí incorporan la dimensión de la esperanza, proyectándola como elemento esencial, un imán para transformaciones en permanente estado de expectativa. Supone resistencias al peso bruto del mercado y las disputas de sentido frente a los enfoques tendenciosos y a las mentiras disfrazadas que brotan, con frecuencia abrumadora, de las máquinas mediáticas. Eso me hace recordar el bello editorial redactado por Walter Benjamin el 21 de enero de 1922 para el proyecto de la revista Angelus Novus. Al subrayar la necesidad de rechazar las ideas caducas y liberar “a los espíritus libres”, el gran filósofo alemán difícilmente podría imaginar que, en la segunda década del siglo xxi, sus palabras sonarían tan proféticas y urgentes:

      Es tiempo de dar oídos no tanto a aquellos que piensen que encontraron el arcanum de la época, sino sobre todo a aquellos que de forma más objetiva, más independiente y más incisiva quieren dar voz a nuestras mayores preocupaciones.[5]

      El libro que van a leer está orientado por intenciones interconectadas. En la primera parte, examinamos formas y efectos de la colonización del imaginario social por parte de los medios corporativos, a menudo con la divulgación masiva de “verdades” convenientes y rentables. Analizamos la configuración actual del sistema mediático, bajo la fuerte concentración monopólica en torno a megagrupos y dinastías familiares; las estrategias

       de comercialización de los bienes simbólicos; la subordinación de informaciones de interés general a ambiciones lucrativas; la retórica poco convincente de la corporaciones mediáticas a favor de la “libertad de expresión”, que oculta el deseo asumido pero no declarado de hacer prevalecer la libertad de empresa sobre las aspiraciones colectivas; la pérdida de credibilidad de la prensa y las implicaciones para la democracia.

      La relación de esas problemáticas con las cuestiones focalizadas en la segunda parte del libro puede traducirse en la magistral síntesis de Edward Said: “Somos bombardeados por representaciones prefabricadas y reificadas del mundo que usurpan la conciencia y previenen la crítica democrática, y es al derrumbe y al desmantelamiento de esos objetos alienantes que, como dijo correctamente Charles Wright Mills, el trabajo del humanista intelectual debe ser dedicado”.[6] De ahí la exigencia de una intervención consciente del pensamiento crítico en la batalla de las ideas, cuestionando los discursos hegemónicos de los medios, diciendo verdades al poder y discutiendo alternativas para modificar consensos y consentimientos sociales en los cuales se fundamenta el ejercicio de la hegemonía.

      En


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