Seductora. Nancy Warren

Seductora - Nancy Warren


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2003 Nancy Warren

      © 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Seductora, n.º 298 - septiembre 2020

      Título original: Tantalizing

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

      I.S.B.N.: 978-84-1348-747-2

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Prólogo

       Capítulo Uno

       Capítulo Dos

       Capítulo Tres

       Capítulo Cuatro

       Capítulo Cinco

       Capítulo Seis

       Capítulo Siete

       Capítulo Ocho

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

      Prólogo

      Año Nuevo, 2002

      Casa de Rafael Monticello, Nueva York

      –Feliz Año Nuevo –exclamó Arianne Sorenson, alzando su copa de champán a nadie en particular.

      Pasaba una hora de medianoche, y la fiesta anual de Año Nuevo en casa del famoso diseñador de calzado Rafe Monticello continuaba en todo su apogeo. Pero en el bar dorado de mármol sólo estaba ella, junto a once taburetes vacíos y un camarero italiano sin apenas idea de inglés.

      –¡Igualmente, amiga! –respondió una voz femenina.

      Arianne se sorprendió al oírla y se volvió tan bruscamente en su taburete que a punto estuvo de caerse al suelo sobre su trasero.

      –Natalie Trent –se presentó la mujer pelirroja–. ¿Te importa si te hago compañía? –sin esperar respuesta, se aupó al taburete adyacente y dejó con cuidado una caja de zapatos sobre la barra.

      Arianne le dijo su nombre, decidiendo que le gustaba el carácter directo de su nueva amiga.

      Natalie tiró hacia abajo del dobladillo de la falda negra de lentejuelas.

      –¿Por qué brindamos? –preguntó, mientras le hacía un gesto al camarero para que le sirviera champán.

      Arianne pensó seriamente en la pregunta. Pero antes de improvisar un brindis que expresara la desgracia actual pero que a la vez dejara la puerta abierta para un futuro feliz, otra voz femenina irrumpió en sus pensamientos, mucho más aguda que la de Natalie.

      –Vaya, parece que todas necesitamos un respiro –dijo la tercera mujer, uniéndose a ellas mientras se ajustaba la camisa masculina desabrochada que llevaba metida en una minifalda con flecos. El rímel se le había corrido bajo sus exóticos ojos y el pintalabios desdibujaba el contorno de su boca.

      Sin duda había compartido algo más que el típico beso de Año Nuevo.

      Arianne se inclinó hacia ella.

      –Tienes un corchete de una camisa de esmoquin en tu pelo –le susurró.

      La mujer soltó una carcajada ronca y se sacudió el pelo. El corchete cayó a la barra y ella lo miró con una sonrisa.

      –Un buen recuerdo, por lo que veo –murmuró Arianne reprimiendo un suspiro.

      –Siempre me gusta llevarme un recuerdo de la fiesta.

      Todo el mundo parecía tener suerte en Año Nuevo.

      –Sírveme otro a mí, cariño –le dijo la morena al camarero, que llenó obedientemente una tercera copa con el champán francés de Rafe Monticello. Mientras el líquido burbujeante hacía espuma, Natalie se presentó a ella misma y a Arianne.

      –Isabel Parisi –respondió la mujer, metiendo el corchete en su bolso antes de tomar la copa.

      –Arianne iba a hacer un brindis –dijo Natalie.

      Las dos mujeres miraron expectantes a Arianne, como si fuera la dueña del bar y ellas fuesen sus invitadas. Arianne no quería parecer una persona solitaria cuando era obvio que aquellas dos lo estaban pasando mucho mejor que ella, así que olvidó su desdicha y se concentró en el futuro.

      –Por que se cumplan nuestros sueños –dijo.

      –Por que se cumplan nuestros sueños –repitieron las otras dos mientras entrechocaban las copas.

      Natalie y Arianne tomaron un pequeño sorbo cada una.

      Isabel apuró su copa de un solo trago.

      –Deberíamos romper las copas en la chimenea para que se cumplan nuestros deseos.

      –Oh, ¡no puedes hacer eso! –exclamó Arianne–. Cada una de estas copas cuesta setenta y ocho dólares.

      Las otras la miraron como si fuera una concursante de El precio justo.

      –Soy la contable de Rafe Monticello –se apresuró a explicar Arianne–. He visto las facturas.

      –Debe de costarle una fortuna regalar cientos de pares de zapatos cada año –observó Natalie.

      Arianne se estremeció.

      –No


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