El despertar de un asesino. Jorge Eguiazu
Eguiazu, Jorge
El despertar de un asesino / Jorge Eguiazu. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-0775-4
1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
“Dedicado al amor de mi vida”…
Cuando una persona sueña tiene dos finales posibles. O sueña cosas hermosas y se despierta con una sensación de bienestar; o sueña una pesadilla y se despierta con una sensación de susto, horror y temor. En ambos casos, la memoria de lo soñado dura muy poco y se esfuma rápidamente. En la mente del escritor ocurre lo contrario. Sea sueño hermoso o pesadilla, lo atesora como una joya y lo trasforma en una idea para un próximo libro, tratando de recordar todos los detalles vividos.
Agradecimientos
A mi tía Lizzie Eguiazu, mi prima Lucía Eguiazu y a mis hermanos Nicolás y Federico, por ayudarme en la corrección.
A todos aquellos que confiaron en mí al editar mi primer libro. Ellos me dieron la fuerza para escribir el segundo.
Y mucho más a todos aquellos que me criticaron, ellos hicieron que redoble el esfuerzo. A todos gracias.
Nota del autor
Esta es una obra de ficción. Todos los personajes son imaginarios. Toda concordancia con la realidad es pura coincidencia. No existe en la obra ningún hecho sobrenatural, puede ser creíble como un hecho de la vida real.
Prólogo
Cuando tenía apenas diecisiete años, Julia Robledo había dado a luz a una preciosura de apenas dos kilogramos y medio. Como pasa generalmente en estos casos, el padre de la criatura salió huyendo de la situación y las abandonó sin siquiera importarles un ápice.
De igual manera, y a pesar de su corta edad, Julia se las apañó bastante bien y logró educar y criar a su hija, a la que nombró Violeta, ya que era fan de Martina Stoessel, una actriz argentina que interpretaba el personaje de Violeta en una serie de Disney que tuvo mucha audiencia y repercusión.
Los padres de ella la habían ayudado de distintas formas, al igual que muchos de sus amigos y familiares. Algunos le daban consejos, apoyo económico o simplemente cualquier cosa que necesitaba. También existían aquellos a los cuales evitaba. No faltaban los que opinaban que todo era culpa de ella y que por eso el padre de Violeta era un padre ausente y desaparecido, inclusive sin conocer nunca a la persona ni a la relación que ellos tenían previo al embarazo no deseado ni planificado.
Todos estos vaivenes que tuvo que enfrentar le dieron una madurez temprana que supo aprovechar y usar en casi todos los aspectos de su vida.
Con mucho esfuerzo, logró cursar y aprobar la escuela secundaria y recibirse con un título de bachiller que le dio la oportunidad de conseguir un trabajo estable y poder lograr una independencia económica de sus padres, la misma que le daba una sensación de bienestar y libertad que la llenaba de felicidad.
Gracias a sus pequeños logros, enormes sacrificios y esfuerzos, pudo comprar una pequeña casita en un barrio tranquilo de la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, donde residía con Violeta. Si bien no era gran cosa el inmueble, era de ella y no tenía que pagar alquiler, con lo cual, era una cosa menos de la que preocuparse.
Al terminar la secundaria y comenzar a trabajar, sus tiempos se volvieron más reducidos, casi sin espacios libres para el descanso; más aun teniendo que cuidar y educar a una hija en forma solitaria.
A pesar de todo era una persona muy decidida y valiente. Pensando en el futuro de ella y mucho más en el de su hija, decidió comenzar una carrera universitaria para tratar de brindarle una mejor vida y bienestar.
Aunque sus padres le recriminaron muchas veces la responsabilidad de cuidar a Violeta en todos los aspectos, lo que más le recriminaban era que cuando comenzó a cursar la facultad. La dejaba sola en la casa. No entendían que ella la había educado, formado y preparado para ser fuerte y valiente, y que quedarse sola en la casa era un examen de vida que debía afrontar. Parte de dicha educación, y a la que Julia consideraba la más importante, radicaba en lo que ella llamaba las tres reglas de oro. La principal era: “No hablar con desconocidos”, la segunda, “Mantenerse a resguardo y esconderse” en el caso de que entre a la casa algún delincuente o persona desconocida, y por último y no menos importante, “llamar a la policía”, una vez que se sienta segura. Como Violeta demostraba una inteligencia superior y un entendimiento memorable de las reglas implementadas por su madre, ella la dejaba sola en casa.
Si bien no le iba como esperaba, debido a que las materias no eran tan fáciles y estaba imposibilitada de cursar todas las asignaturas de cada año, no se podía quejar. Ya estaba cursando materias de tercer año. Había rendido las de segundo, excepto una que estaba preparando.
En la actualidad Julia tenía veinticinco años y Violeta ocho y ambas vivían juntas y en soledad. En todo ese lapso no tuvo tiempo de pensar y tener una relación amorosa con alguna persona. Alguien que llene ese vacío que tenía en su corazón desde que el padre de Violeta las había abandonado.
Siempre que alguien la pretendía y la invitaba a salir ella le decía que le perdonase, que no tenía tiempo para nada y que tenía una hija pequeña. Pensaba que así los ahuyentaría y seguiría su vida en forma tranquila.
De igual manera, siempre había alguna persona que insistía e insistía para salir con ella, y a veces pasaba bastante tiempo hasta que desistían de lograr su cometido. Su madre le decía que era porque su belleza era descomunal y que su personalidad atraía como si fuera un imán de gran potencia.
En estos momentos, había un chico llamado Marcos, que la acosaba constantemente desde hacía varios meses. Lo había conocido en la facultad al comenzar el año y cursaba una materia con él. La mala suerte tuvo que hacerse presente cuando en un sorteo aleatorio le tocó de compañero para realizar el trabajo final de esa materia.
Esa relación ya estaba perjudicando la tranquilidad de su vida, ya que le estaba costando concentrarse en muchos aspectos. Parecía que Marcos se había obsesionado con ella, hasta el punto que era asfixiante, cansador y delirante. Decidió dejar la materia, poniendo excusas familiares, esperando que de esta manera la dejara tranquila.
Como esto no ocurrió, y Marcos siguió acosándola, pensó en ir a la policía y realizar una denuncia, ya que no veía salida de la situación, si no era por las malas.
Faltaban sólo cuatro días para que llegara la primavera. Julia tenía organizado un día de acampe sorpresa en el parque que estaba a ocho cuadras de su casa, donde podría comer, beber y jugar todo el día con su hija Violeta. Hasta estaba pensando en conseguir un pequeño perrito para regalarle como forma anticipada de su cumpleaños. El mismo era el veintitrés de septiembre, dos días después de la llegada de la primavera.
Esa tarde, luego de cursar una materia, se fue al Wal—Mart para obtener las últimas cosas que necesitaba para ese día. Al final, sin darse cuenta del tiempo, se pasó casi dos horas en ese mundo de cosas, donde uno se ilusiona y fantasea qué comprar si tuviera todo el dinero del mundo.
Tuvo que pasar un impulso eléctrico por su cerebro para darse cuenta de la hora y pensar en que Violeta estaba sola en la casa. Repasó la lista rápidamente, pagó a la chica de la caja y salió apresurada hacia su casa.
Llegó exactamente a las veinte horas y trece minutos, cargada con dos enormes bolsas de papel en la que llevaba las compras.
Al