La libertad del deseo. Julie Cohen
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© 2006 Julie Cohen
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
La libertad del deseo, n.º 305 - enero 2021
Título original: Being a Bad Girl
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1375-191-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
–Muy bien. A ver si lo he entendido. Tequila, después sal y…
Marianne colocó el salero sobre la coctelera.
–¡Así no! –exclamó Warren agarrando su mano–. ¡No se pone sal en el margarita, se pone en el borde del vaso!
Pero había sacudido la mano de Marianne al agarrarla y algo de sal cayó en el cóctel. Miró desilusionada la coctelera, pero se le pasó pronto y sonrió.
–Me parece que el tequila salado puede estar bueno –dijo mientras se llevaba el vaso a los labios–. ¡Vaya! Es… Es diferente –añadió con una mueca.
Warren no pudo evitar reírse.
–Vas a tener que practicar mucho antes de poder trabajar como camarera.
Marianne tiró la mezcla por el fregadero y lavó la coctelera.
–Dame un respiro, Warren, sólo hace un día que trabajo aquí. Lo intentaré de nuevo –le dijo mientras vertía una medida de tequila en el cilindro de aluminio.
–Muy bien, nada de sal. ¿Qué añado ahora?
Su primo apoyó una cadera en la barra, parecía algo más tranquilo.
–Licor de naranja, sólo un chorrito.
Marianne tardó unos segundos en encontrarlo. Colocó la botella sobre la coctelera, pero el tapón se salió y cayó más de la cuenta en la mezcla de tequila.
–¡Marianne!
La atractiva cara de Warren reflejaba toda su desesperación. Marianne lo miró y le entró tal ataque de risa que tuvo que apoyarse en la barra.
–¿Cómo…? ¿Por qué…? –tartamudeó Warren desesperado–. Menos mal que sé que eres licenciada y conseguiste un máster en una de las universidades más prestigiosas del país, porque cualquiera que te vea hacer cócteles pensaría que eres tonta.
–No me enseñaron a hacer esto en el máster de negocios, lo siento –repuso ella mientras se apartaba algún mechón moreno de la cara.
–Bueno, supongo que tampoco saliste demasiado por la noche mientras estuviste estudiando, ¿no?
–Por eso siento ahora la necesidad de recuperar el tiempo perdido –replicó con una sonrisa.
Warren echó la mezcla en el fregadero y miró a su prima a los ojos.
–Sabes que puedes agotar mis existencias de tequila si eso es lo que quieres, pero la verdad es que ha sido una sorpresa verte aquí.
Marianne llenó un vaso de agua mientras pensaba en cuánto debería contarle a su primo.
–Lo tienes todo en Webb –siguió él–. Eres la reina de esa ciudad. Fuiste la mejor alumna del instituto, la reina de la fiesta durante dos años consecutivos…
–Tres.
–Tres. Eres más guapa aún de lo que pensaba. Conseguiste un máster en Duke como tu padre. He oído que tu prometido es muy apuesto y que tienes un excelente puesto de trabajo en Industrias Webb. Tienes toda la ciudad a tus pies. En realidad, todo el estado de Carolina del Sur. ¿Por qué has aparecido aquí en Maine de repente para aprender a hacer margaritas?
Marianne suspiró.
–Estoy harta de ser Marianne