En las manos del alfarero. Samuel Cueva
mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla (Jer 18.1-4).
El señor Santodio Paz, uno de los diez mejores ceramistas de Chulucanas, tiene una autorización internacional para exportar cerámica peruana. Ha recibido muchos premios. Con esto queremos decir que Chulucanas ya no es una ciudad desconocida. Hoy con la luz del Evangelio, la ciudad y las familias han progresado hasta trascender a nivel internacional.
Así como la cerámica tiene un proceso largo de selección de arcilla, moldeado, cocción y algunos pintados, igualmente las personas de Chulucanas han experimentado un largo proceso para llegar a conocer a Cristo. Ahora muchos de estos niños y adultos han llegado a ser utensilios que en las manos del Alfarero, Dios, son de una inmensa utilidad y bendición.
Al principio el lodo no parece ser nada, pero el alfarero logra una obra de mucho valor gracias a un trabajo duro y minucioso. Si en el proceso algo sale mal, Dios lo vuelve a hacer. No se da por vencido y usa personas como usted y yo, hechas de barro para cumplir su propósito divino y perfecto. En una vasija simple de barro Dios puede demonstrar toda su gloria y resplandor. Todos tenemos la capacidad de llegar a ser como una preciosa cerámica de Chulucanas.
Cuando llegamos a la ciudad de Chulucanas no sabíamos que en este pueblo pequeño y polvoriento se iban a crear tantas vasijas bellas y útiles en las manos de Dios. Poco nos imaginamos que años más tarde, Chulucanas llegaría a ser conocida por su linda cerámica y menos podíamos saber que este lugar iba a mostrar la gloria de Dios. Cada vez que después de comprar alimentos en Piura, cruzábamos por el puente del río Piura, a la entrada de Chulucanas toda la familia Olsson cantábamos: «Chulucanas se ha de llenar de la gloria del Señor».
Dios ha sido fiel y ha cumplido sus promesas con nosotros.
¡A él sea toda la gloria!
Verónica Schelander, hija de Carlos y Anita Olsson
Lund, Suecia, 1 de julio de 2018
Prólogo de Gilmer Román, pastor
La única vida que merece ser vivida, es aquella que sigue viviendo aún después de ella.
Conocí al misionero Carlos Olsson en el año 1975. Llegó junto con su familia a nuestro pueblo con la misión de hablarnos de Cristo y, en medio de tanta adversidad y dificultades propias de la misión, logró desarrollar un trabajo que ha resultado en muchas vidas transformadas, pueblos evangelizados y casi un centenar de iglesias plantadas en ciudades y naciones. Constituye un legado digno de ser entregado como ofrenda de olor fragante al Señor de la misión.
Su amor por Dios, su sencillez de presentar el mensaje de salvación, su pasión por las almas perdidas, su visión de predicar el evangelio allí donde Cristo no había sido predicado estaba impregnado como un tatuaje en su vida toda.
En él calza muy bien aquella frase: «predica y cuando no puedas habla» pues su predicación y enseñanzas eran de ejemplo, aprovechando cada oportunidad para dar testimonio del amor de Dios. Aquello nos sirvió de inspiración y desafío en la tarea de evangelización.
Carlos, su esposa Anita y su pequeña hija Anky fueron aquella semilla divina que sembraron sus vidas entre nosotros. Esperaron con paciencia que el fruto aparezca, lucharon contra toda oposición y lo hicieron en las fuerzas del Espíritu de Dios. En su casa, todos los días muy de mañana se leía la Biblia y nos enseñaron a los nuevos convertidos a venir al templo cada día para orar juntos a las 6.00 a.m. Sus vidas consagradas y su profundo amor por Dios transmitían una espiritualidad y fortaleza que constituyó el fundamento clave en el trabajo de su misión.
Conocí al Señor Jesús gracias a la predicación del pastor Carlos Olsson, pero más profundamente por su vida como siervo de Dios. Agradezco a Dios por ser él un instrumento de bendición, por su influencia extraordinaria como mi padre espiritual. Si es que logré enderezar mi camino y ser hoy un siervo de Dios, es gracias a lo que Dios hizo por medio de él. Fue el padre que necesitaba, el pastor que me formó, el amigo que me valoraba. Él creó el espacio y la oportunidad para que yo pueda servir a Dios y luego convertirme en su consiervo. Así iniciamos una maravillosa experiencia de trabajar tantos años juntos en la misión del Maestro.
En las páginas de este libro encontrarás la historia de las vivencias de un siervo de Dios que fue fiel al llamado divino, que tomó la decisión y asumió el costo de realizar un trabajo apostólico entre los más necesitados.
Dios, el Alfarero, hizo de él un vaso de honra y multiplicó el fruto de su ministerio, sólo para su gloria.
Con profunda gratitud,
Gilmer Román
Pastor de Assemblée de Dieu de la Cerdagne
Osséja, Francia, 1 de junio de 2020
Prólogo de Pedro Arana Quiroz, pastor y ex Secretario General de la Sociedad Bíblica Peruana
Escribo estas líneas como un testimonio de gratitud, de amistad y de ánimo misionero, gratitud a Dios porque permitió que mi camino se cruzara con la familia de don Juan y doña Celestina Cueva. Había comenzado mi labor misionera entre estudiantes evangélicos y llegaba a la ciudad de Huancayo, donde había tomado contacto con un grupo de estudiantes evangélicos, a quienes animé a formar el Círculo Bíblico Universitario (cbu). A ese grupo perteneció Anita. Conocí a sus hermanas y hermanos y gocé de la hospitalidad generosa de su hogar. Recuerdo con gratitud las pláticas de sobremesa con don Juan, narrando los encuentros que el Señor le había permitido tener en sus viajes comerciales para testificar de Jesucristo. Recuerdo con gratitud la chompa amarilla que me obsequió doña Celestina y que me acompañó por mucho tiempo. Recuerdo con gratitud el ambiente misionero que se respiraba en ese hogar y del cual participaba toda la familia.
Doy gracias al Señor por el don precioso de la amistad cristiana, amistad que tuve con los padres, los hijos y especialmente con Anita por la labor que realizaba con el cbu. Más tarde, ya casada, conocí a Carlos, su esposo. Y recuerdo, con gratitud a Dios y a ellos, la invitación cordial que me hicieron para predicar y enseñar en Chulucanas, provincia de Morropón, Piura, dónde habían comenzado una iglesia, ministerio que el Señor prosperó; y en el que conocieron, tanto el gozo como el dolor en el servicio del reino de Dios.
Esporádicamente nos hemos encontrado personalmente, pero en esos reencuentros sentimos que el tiempo se había detenido y el espacio acortado, como en esta oportunidad que he recibido el correo electrónico de Anita, dándome el privilegio de compartir recuerdos y memorias de nuestra no corta amistad, que ha permanecido en el tiempo y la distancia. Damos gracias al Señor Jesús que nos ha bendecido con este regalo precioso y sagrado de nuestra amistad, no solo conmigo, sino también con mi esposa Emma.
Finalmente, En las manos del Alfarero es un libro de ánimo, esfuerzo, coraje y grandeza misionera, confirmación de la exhortación y promesa del Señor de la Iglesia:
… amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido. (1Co 15.58 rvc)
Mensaje para ustedes Carlos y Anita y para nosotros Emma y Pedro. Y para todos aquellos que estamos participando, por la gracia del Soberano, bajo la dirección y con el poder del Espíritu Santo en la promoción (mover hacia adelante) el Reino de Dios en este mundo. Nos hace recordar a los cristianos evangélicos de las distintas denominaciones que somos Uno: Un solo Dios y Padre, un solo Señor Jesucristo, un solo Espíritu Santo. ¡Qué belleza del Reino! ¡Hemos participado y participamos unidos como hermanos: ¡Iglesia Pentecostal, Iglesia Evangélica Peruana, Iglesia Presbiteriana! Seguimos evangelizando, discipulando y sirviendo en un ambiente de adoración, alabanza, oración y comunión fraternal. ¡Gloria sea a Dios!
Pedro Arana Quiroz
Pastor de la Iglesia Presbiteriana, Pueblo Libre, Lima, Perú
Ex Secretario General de la Sociedad Bíblica Peruana
Lima, Perú, 11 de agosto de 2020