En las manos del alfarero. Samuel Cueva
llegó a nuestro hogar en Huancayo cuando yo era pequeño. Ya que vivíamos lejos de la capital, las visitas de Suecia siempre eran anheladas y emocionantes. Nadie sabía entonces que los días que él se quedó con nosotros se transformarían en años de servicio en el Perú. El amor entró de por medio y causó que los planes de Göran y Anita cambien totalmente.
Dios nos llama de distintas maneras para servirle. En este caso el llamado era para un lugar específico por medio de una decisión estratégica. Hicieron un profundo análisis sobre dónde había mayor necesidad de una iglesia. La respuesta fue Chulucanas en el norte del Perú y llegó a ser la obra de toda una vida.
Mis padres llegaron al Perú a mediados de los años cincuenta y fundaron una iglesia a modelo del movimiento pentecostal sueco: una red de iglesias autónomas. Después llegaron más misioneros de Suecia, Noruega y Dinamarca difundiendo el movimiento a lo largo y ancho del país. Dos de ellos fueron Anita y Göran y aquí está el resumen de su historia.
Yo mismo he trabajado como misionero, pero también he trabajado con misiones a nivel central y así tuve el privilegio de visitar a muchos países alrededor del mundo y ver muchas formas de misiones. Desde esta perspectiva puedo decir que estoy profundamente impresionado con la obra misionera en el Perú.
Los misioneros en el Perú han tenido un enfoque claro de levantar iglesias. Pero nosotros como seres humanos no solo tenemos necesidades espirituales. Si uno vive entre gente sin recursos para satisfacer las necesidades básicas, un cristianismo verdadero hace lo posible para ayudar a su entorno. Por eso hay muchos proyectos que combinan el propósito de ayudar a la gente con la meta de levantar iglesias.
A la vez se le ha dado énfasis en el liderazgo local. Si uno como misionero construye la obra alrededor de sí mismo como persona, la obra rara vez sobrevive cuando uno se ve obligado a dejarla. Uno mismo tiende a pensar que es indispensable y puede ser doloroso ver que una iglesia siga creciendo sin mi presencia. Pero es un liderazgo saludable cuando otros entran en acción y se aseguran de la continuación de la obra.
Aunque no he tenido el privilegio de visitar la obra en el norte del Perú, la he seguido a la distancia. Mi impresión es que han logrado construir un liderazgo local y que bajo éste el trabajo sigue desarrollándose.
Es por eso que este libro no solo es el relato de una vida interesante sino también un documento importante, una pieza central en el rompecabezas que es la historia moderna de las misiones.
Lars Anderås
Ex Director de Misiones de las Iglesias Pentecostales en Suecia (F.d. ledare för Svensk Pingstmission i Sverige)
Vetlanda, Suecia, 27 de julio de 2020
Prólogo de David Johansson, pastor y misionero
Cuando a principios de los años 2000 llegué a conocer a Anita y Göran, me encontré con un relato de vida y una historia misionera fantásticos. Cuando Göran salió de Blekinge a principios de la década de 1970 a visitar a un amigo en el Perú, no podía imaginarse lo que le esperaba. Cuando la flecha del amor dio al blanco en los corazones de Carlos y Anita, hija de un pastor, no solo se encendió el fuego de amor sino un llamamiento misionero que todavía sigue ardiendo.
Ambos tenían un anhelo de ganar almas para Cristo y de construir una iglesia donde no había muchas. Dejaron la gran ciudad de Lima y viajaron al norte del Perú, a la región de Piura. En la ciudad de Chulucanas alquilaron una casa y comenzaron a evangelizar en sus calles y plazas. Tocaban la guitarra, cantaban, predicaban y las personas se entregaban a Jesús.
Se fundó una iglesia que actualmente tiene más de noventa anexos y que cada fin de semana reúne cerca de siete mil quinientas personas incluyendo a los niños. La iglesia tiene un Seminario Bíblico que cada año forma a muchos líderes.
Cuando en el 2006 terminaron su periodo de trabajo misionero y se jubilaron, tuve el privilegio de estar presente en su culto de despedida en Casa de Oración. ¡Qué experiencia! Cientos de personas estaban reunidos. Al final la iglesia quería honrar a sus misioneros e invitaron a Göran y Anita a subir a la plataforma. Querían mostrar cómo empezó todo y como había crecido la obra.
Anita y Göran recibieron una vela cada uno. Con sus dos velitas encendieron las velas de los que estaban a su lado. Y así sucesivamente hasta que todas las personas en la iglesia tenían su vela prendida. La luz eléctrica estaba apagada. Cuando todo el local logró iluminarse con todo el centenar de velitas, la iglesia agradeció a Dios y a los misioneros que habían traído el fuego a Chulucanas. Es una bella imagen de como el fuego del evangelio puede encenderse y compartirse.
Gracias Anita y Göran porque les he podido conocer y ver el fruto de su servicio misionero de total entrega al Señor en el Perú.
Cuando haya la fiesta de bodas en el cielo van a haber muchos que les van a estar eternamente agradecidos por que asumieron el reto de ser misioneros.
Para ti que lees este libro y para los amigos de Anita y Göran solo quiero asegurarles que lo que leen es verdad. ¡Imagínate que cuando Dios llama, lo más fantástico puede suceder!
Para Anita y Göran:
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. (Heb 6.10)
David Johansson
Pastor y misionero
Pingstkyrkan Arken Värnamo
Värnamo, Suecia, 7 de septiembre de 2020
Foto 01: Ellen, Karl Göran (Carlos), Hans, Margaretha Olsson, Jämjö, Suecia, 1953
Foto 02: Anita Cueva y familia, Huancayo, Perú, 1962
Foto 03: Matrimonio de Anita y Carlos Olsson, Huancayo, Perú, 4 de noviembre de 1972
Foto 04: Carlos y Anita Olsson visitando «campos blancos» en la sierra de la provincia de Morropón, Perú, 1975
Foto 05: La familia Olsson, Ann-Caroline, Ingrid Verónica, Cecilia, Suecia, 1984
Capítulo 1
Construir puentes misioneros entre Suecia y Perú
Carlos Olsson
Aprender de la vida
Mis padres se llamaban Karl Ingemar Olsson y Ellen Astrid Ingeborg Olsson. Nací el 3 de marzo de 1943 en Hjälmseryd, en el condado de Blekinge en el sureste de Suecia. Teníamos una pequeña granja. Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años y mi madre se quedó con tres niños: Margaretha de ocho años, Hans de siete y yo. Mi madre tuvo que vender la propiedad para sacar adelante a la familia. Compró una pequeña casa en el pueblo de Fågelmara, donde a la edad de siete años, comencé a estudiar. Completé mis estudios de secundaria en la ciudad de Karlskrona, a treinta kilómetros de allí.1
Junto con mis hermanos Hans y Margaretha, escuché el evangelio desde la infancia, gracias a nuestra madre Ellen, que diariamente nos leía la Biblia y nos llevaba a los cultos de la iglesia y la escuela dominical. Esta educación cristiana me hizo aceptar a Jesucristo como mi Salvador personal a los nueve años. Me bauticé por inmersión en la Iglesia Pentecostal, Filadelfiaförsamlingen en Jämjöslätt. Lleno de entusiasmo, comencé a ayudar con lecturas de la Biblia, testimonios y canciones en los cultos.
Después de mis estudios técnicos en Karlskrona,