Discursos de España en el siglo XX. Varios autores

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      DISCURSOS DE ESPAÑA EN EL SIGLO XX

      Carlos Forcadell Pilar Salomón Ismael Saz (eds.)

      UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

      Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

      © Del texto, los autores, 2009

      © De esta edición:

      Publicacions de la Universitat de València, 2009

      http://puv.uv.es, [email protected]

      Publicación n.º 2880 de la Institución «Fernando el Católico»

      Organismo Autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza

      http:// ifc.dpz.es, [email protected]

      Ilustraciones de la cubierta: Manuel Azaña en un mitin en el campo de futbol de Mestalla, en Valencia, el año 1936 (fragmento).

      Fotografia de Luis Vidal Corella. Archivo de Luis Vidal.

      Francisco Franco en una visita a Vilafranca el año 1949 (fragmento).

      Arxiu de la Imatge i del So de Vilafranca. Fondo Ajuntament de Vilafranca.

      Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

      ISBN: 978-84-370-7391-0

      Realización ePub: produccioneditorial.com

      ÍNDICE

       INTRODUCCIÓN

       LOS SOCIALISTAS Y LA NACIÓN

       REPUBLICANISMO E IDENTIDAD NACIONAL ESPAÑOLA: LA REPÚBLICA COMO IDEAL INTEGRADOR Y SALVÍFICO DE LA NACIÓN

       LA NACIÓN DE LAS MOCEDADES DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET Y EL DISCURSO DEL NACIONALISMO ESPAÑOL (c. 1906-c. 1914)

       MITOS DE LA ESPAÑA INMORTAL. CONMEMORACIONES Y NACIONALISMO ESPAÑOL EN EL SIGLO XX

       LAS ESPAÑAS DEL FRANQUISMO: ASCENSO Y DECLIVE DEL DISCURSO DE NACIÓN

       POLÍTICAS DEL PASADO: LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN EL FRANQUISMO

       NACIÓN Y DEMOCRACIA. EL NACIONALISMO CONSTITUCIONAL ESPAÑOL

      Carlos Forcadell

      Pilar Salomón

      Ismael Saz

      La cuestión nacional, el problema de la construcción de España en la época contemporánea, ocupa desde hace casi dos décadas, como se sabe, el centro de los quehaceres y debates de los historiadores españoles, aunque, claro está, no sólo de ellos. No siempre fue así, sin embargo. Con anterioridad, prácticamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, el problema de los nacionalismos pasó a un discreto segundo plano en el grueso de la historiografía internacional. También en España, la historiografía, una vez recuperada la libertad, se ocupó prioritariamente de otros temas y problemas. Y cuando la cuestión nacionalitaria empezó a ser objeto de atención, lo fue fundamentalmente desde la perspectiva de los nacionalismos subestatales, esto es, la de los nacionalismos alternativos al español. Sólo a principios de los años noventa del siglo pasado empezaron a alzarse algunas voces acerca de esa extraña circunstancia consistente en que todo nacionalismo podía ser objeto de estudio en España salvo el propio nacionalismo español. Este fue el principio de la posterior eclosión de los estudios y debates a los que nos referíamos.

      Pero la sucesión de perspectivas cambiantes no es nunca inocente ni neutral. Son muchas las circunstancias y los procesos que explican esta evolución tanto en la historiografía internacional como en la española. No se trata de analizarlos ahora; aunque sí de llamar la atención sobre uno de ellos, que latía con especial fuerza en el caso español. Fuera o no ésta la causa fundamental, lo cierto es que la falta de atención al nacionalismo español venía acompañada del presupuesto más o menos tácito de que sencillamente tal nacionalismo no había existido o, por lo menos, no en la forma de los nacionalismos modernos, que sí habrían tenido lugar en otras latitudes.

      Por supuesto, esto enlazaba casi a la perfección con las viejas y venerables tesis acerca de los fracasos de España en la edad contemporánea, en particular aquel aspecto de éstas que remitía a la inexistencia, o casi, de clases medias modernas comparables a las de otras sociedades europeas. Y, ya se sabe, sin clases medias modernas no puede haber nacionalismo moderno.

      No resulta sorprendente por ello que un concepto que ha presidido la historia de España del siglo XX, el de regeneracionismo, se tratase como si ese movimiento, proceso o como se quiera llamar no tuviera nada que ver con el nacionalismo. De modo que toda Europa asistía en las décadas seculares al nacimiento de nuevos nacionalismos mientras la España del regeneracionismo parecería inmune a ellos. La paradoja no podía ser más sangrante. El núcleo de los nuevos nacionalismos europeos era, precisamente, el binomio decadencia regeneración, mientras que, en España, la omnipresencia de dicho binomio parecía ocultar, más que inhibir, la eclosión nacionalista. Más aún, el hecho de que el discurso regeneracionista, en su profunda transversalidad, alcanzase a la práctica totalidad de los actores políticos –y culturales–, en mayor medida seguramente que en otros países europeos, venía a servir, no para certificar la fortaleza del renacido nacionalismo español, sino su práctica inexistencia. Tal vez por este lado sea posible extraer alguna reflexión acerca de la inveterada costumbre de los nacionalistas españoles, de prácticamente todos los nacionalistas, de rechazar la autoidentificación como nacionalistas. Y posiblemente no les faltaba la razón: si todos eran nacionalistas, ¿para qué definirse como tales?, máxime si la noción misma estaba adquiriendo por doquier connotaciones negativas o peyorativas.

      Cierto es que, finalmente, se terminó por reconocer que aquello del regeneracionismo era también nacionalismo o que, al menos, muchos de los regeneracionistas eran nacionalistas. Aunque pudiera añadirse que ése era un nacionalismo liberal tardío. Lo que volvía a reincidir en la perspectiva de los fracasos o atrasos españoles, al tiempo que a situar a muchos de los regeneracionistas, o noventayochistas, en una perspectiva discretamente favorable. De modo que si, al fin, se reconocía que había nacionalismo, éste volvía a ser peculiar, por llegar con retraso, y por ser liberal, cuando los nacionalismos europeos de la época empezaban justamente a dejar de serlo –liberales–. Claro que, con tales precedentes, la paradoja culminaba en un auténtico callejón sin salida. Si resultaba que, o no había habido nacionalismo, o éste había sido liberal, ¿cómo explicar la existencia en la España del siglo XX de dos dictaduras nacionalistas, una de ellas de las más longevas y ferozmente nacionalistas de la Europa del siglo XX?

      Otra cosa es, por supuesto, la problemática de la nacionalización española –de los españoles– en los siglos XIX y XX. Ésta tuvo desde luego sus especificidades –no utilizamos el término peculiaridades por las connotaciones negativas, de carencias, que ha adquirido en el plano historiográfico–. En esos términos negativos se planteó, precisamente, la tesis de la débil nacionalización española. Sin embargo, y cualquiera que sea nuestra opinión al respecto, parece necesario convenir que el simple enunciado de esta tesis constituía el primer intento serio de plantear con toda nitidez el problema. Hasta el punto de que bien puede decirse que sólo por ello, porque marca un antes y un después en los estudios sobre la nacionalización española, la historiografía es profundamente deudora respecto a quienes la formularon.

      Desde entonces –principios de los años noventa del siglo pasado–, dicha tesis ha sido sometida a una profunda crítica. Y muchos aspectos del proceso de construcción española han podido ser iluminados desde los más variados enfoques, perspectivas y equipos de investigación.


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