Cuando la hipnosis cruzó los Andes. Maria Jose Correa
Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510, Providencia,
Santiago de Chile.
MARÍA JOSÉ CORREA & MAURO VALLEJO
CUANDO LA HIPNOSIS CRUZÓ LOS ANDES: MAGNETIZADORES
Y TAUMATURGOS ENTRE BUENOS AIRES Y SANTIAGO
(1880-1920)
1ª EDICIÓN, SANTIAGO: PÓLVORA ED., 2019. 329 P.;
13,8 X 21,5CM.
COMITÉ CIENTÍFICO: MARIANO RUPERTHUZ |
MARCELO SÁNCHEZ | MIGUEL MORALES
ISBN IMPRESO: 978-956-9441-27-1
ISBN DIGITAL: 978-956-9441-61-5
© 2019, Pólvora Editorial
DISEÑO EDITORIAL Y PORTADA: CAMILA GONZÁLEZ S.
(ILACAMI)
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com [email protected]
CONTENIDOS
Gabinetes y revistas de hipnosis para la gran aldea
Una lombriz solitaria y los primeros altercados con las autoridades locales
Sonámbulas, sillones vibratorios y molinos de viento
Vengadores, plagiarios e inquilinos
El espiritismo se pone de moda
Un seductor peligroso frente a la alianza policial internacional
De espiritista a estafador: la latencia de un embaucador transnacional
Paraná 45, entre Rivadavia y Piedad
Un conde en las pampas
Higienistas, comisarios desobedientes y católicos letrados
Confesiones despechadas y médicos a disposición
Nomadismo y teosofía
La careta de profesor y el valor de la enseñanza
The New York Institute of Science y la ciencia del buen éxito
Universidades, institutos y las tensiones de la educación hipnótica
Ciencia y fraude
Buenos Aires, 1905. José Ingenieros arrepentido e hipermnésico
Consumidores de telepatía
Lo profano y su buena salud
El veredicto moral o los límites de la erudición médica
El despertar del show hipnótico en Chile
Del hipnotismo científico al fraude recreativo
Epílogo (por Annette Mülberger)
INTRODUCCIÓN
Un individuo letrado de hoy en día no conoce de la hipnosis otra cosa que su figuración caricaturesca, moldeada a partir del recuerdo turbio de olvidables películas americanas, o de la rememoración vergonzante de algún show de ilusionismo entrevisto en la televisión o en algún teatro bullicioso. En esa imagen indeleble se destacan siempre algunos elementos prototípicos: el hipnotizador, generalmente una figura masculina de mediana edad, voz cavernosa, gestos decididos e intachable aplomo, adormece con sus poderes a una mujer joven. Muchas cosas pueden variar en esa escena simplificada. Por ejemplo, el ámbito donde transcurre: puede tratarse de un escenario con luces bajas y público expectante, de un consultorio sin testigos, o también de un anfiteatro médico lleno de hombres de guardapolvo. Igual de heterogéneos pueden ser los fines de ese acto: del mero entretenimiento a la búsqueda de una sanación, pasando por la exploración experimental de ilusiones o anestesias. Similar indeterminación puede afectar a los protagonistas: quien lleva las riendas del asunto no siempre es un médico abnegado, algo en sus gestos devela quizá que es un farsante sin escrúpulos, un feriante que ante el menor accidente ha de salir corriendo, o tal vez un criminal que usa sus poderes taumatúrgicos para convertir a la joven autómata en su arma homicida. El perfil de la hipnotizada reconoce, en esta imagen arquetípica, diferentes modulaciones: histérica analfabeta, burguesa curiosa o mujer de circo.
Dicha caricatura no carece de asideros ni de genealogías en que rastrear su formación. Aquella recupera la representación más clásica que ha quedado de la hipnosis tal y como se practicó, hasta su productivo hartazgo, en la segunda mitad del siglo XIX. Nos resulta casi imposible pensar en el hipnotismo decimonónico sin que de