La frequenza dell'universo. Аракул

La frequenza dell'universo - Аракул


Скачать книгу
ano, donde los límites entre la realidad y la virtualidad se han desdibujado hasta volverse irreconocibles, y la tecnología ha alcanzado un nivel que alguna vez se creyó imposible, la humanidad se enfrenta a una nueva era: la era de la singularidad.

      Las naves espaciales han conquistado los vastos confines de las galaxias, la inteligencia artificial se ha convertido en una parte esencial de la vida cotidiana, y las colonias en planetas distantes ya no son solo una fantasía.

      Sin embargo, en este mundo donde la ciencia y los sueños se entrelazan, se esconde un misterio capaz de cambiarlo todo. Un misterio que obligará a la humanidad a preguntarse:

      ¿Quiénes somos realmente? ¿Los arquitectos de nuestro destino o simples peones en un juego que no controlamos?

      Ciudad de Berna

      La acción tiene lugar en Suiza. El casco antiguo de Berna, como una página viva de una novela medieval, se extendía sobre una colina alta, bañado por las aguas esmeraldas del río Aare. Sus estrechas calles empedradas se retorcían entre casas antiguas con arcos, que guardaban el aliento de los siglos. Cada piedra aquí respiraba historia, cada fachada era un relato del pasado, de épocas en que Berna era un bastión de poder y cultura.

      Las agujas góticas de la catedral de San Vicente se elevaban hacia el cielo como flechas dirigidas a Dios. Sus vitrales, jugando con los colores en los rayos del sol poniente, parecían cobrar vida, narrando historias bíblicas a quienes se atrevían a mirar dentro. Y en la plaza frente a la catedral, a la sombra de tilos centenarios, se erguía la fuente "Moisés", cuya figura, llena de dignidad, recordaba las leyes y verdades eternas.

      Las calles del casco antiguo eran una galería al aire libre. Fuentes con figuras de osos, dragones y ángeles, decoradas con coloridos escudos, se erguían como guardianes en las intersecciones, observando la vida de la ciudad. El oso, símbolo de Berna, se encontraba en todas partes: en banderas, letreros, fachadas de casas. Recordaba que esta ciudad se había fundado en un lugar donde alguna vez habitaban estas poderosas bestias.

      Las galerías arqueadas que se extendían a lo largo de las calles creaban la sensación de estar caminando a través del tiempo. Bajo sus arcos se escondían acogedoras cafeterías, donde se servía café aromático y pasteles recién horneados, tiendas de antigüedades llenas de tesoros del pasado, y talleres de artesanos que aún creaban objetos con alma. Aquí el tiempo fluía más lento, como si diera la oportunidad de disfrutar cada momento.

      Por la tarde, cuando el sol se ponía en el horizonte, el casco antiguo se transformaba. Las fachadas de las casas, iluminadas por la suave luz de las farolas, proyectaban largas sombras, creando una atmósfera misteriosa. El río Aare, reflejando los últimos rayos del atardecer, se convertía en un espejo en el que la ciudad veía su reflejo: eterno e inmutable.

      El casco antiguo de Berna no era simplemente un lugar. Era un estado del alma. Aquí el pasado y el presente se entrelazaban tan estrechamente que parecía que el tiempo se había detenido para permitir que cada persona que llegara aquí tocara la eternidad.

      Las personas caminaban por los pequeños callejones. A lo largo de la calle había mesas; alguien leía un periódico con las últimas noticias, en el aire flotaban los aromas del café y de la repostería típica. Alrededor se exhibían vitrinas con ropa de lujo.

      En una de ellas trabajaba Emma.

      Emma

      Su sonrisa era un rayo de sol en un día nublado: sincera, ligera, contagiosa. No era artificial ni rutinaria, como la de muchos en el sector de servicios. Emma sonreía porque realmente disfrutaba lo que hacía. Creía que cada persona merece sentirse hermosa y segura, y su sonrisa parecía decir: "Te ayudaré a encontrar lo que te hará feliz". Las personas llegaban a ella con un ánimo pesado, pero se marchaban con ligereza en el alma y una sonrisa en el rostro.

      Los clientes acudían a Emma no solo en busca de prendas a la moda, sino también para sumergirse en la cálida luz de sus ojos, que parecían mirar en lo más profundo de cada persona y ver algo especial, algo que los demás no notaban. Cuando ella miraba a un cliente, su mirada no era solo atenta; era penetrante, como si intentara desentrañar su historia para entender qué los hacía únicos. Y la gente lo sentía. Se abrían ante ella como libros, confiándole sus deseos y sueños más íntimos.

      Algunos clientes confesaban que venían a la tienda no tanto para comprar, sino por su energía. "Eres como un rayo de luz", le decían. Emma siempre se sonrojaba con tales palabras, pero en el fondo se alegraba de poder ofrecerles algo más que solo ropa. Creaba a su alrededor una atmósfera de calidez y confianza, donde cada uno se sentía importante y valioso.

      Su manera de comunicarse era ligera, natural y desenfadada. No presionaba, no imponía, sino que guiaba suavemente, ayudando a los clientes a encontrar lo que realmente les convenía. Podía elegir con facilidad el atuendo perfecto para una reunión de negocios o sugerir algo inesperado para una fiesta, teniendo siempre en cuenta los gustos y preferencias de la persona. Y lo hacía con tal sinceridad que la gente regresaba a ella una y otra vez, trayendo consigo a amigos y conocidos.

      Emma se convirtió en una especie de "tarjeta de presentación" de la tienda. Sus colegas bromeaban diciendo que ella era su principal "imán" para clientes. Pero para Emma, lo más importante era ver cómo las personas se transformaban, cómo en sus ojos brillaba una chispa de confianza cuando encontraban lo que buscaban. Creía que la moda no era solo apariencia, sino un estado interno, y su sinceridad y calidez ayudaban a las personas a sentirse mejor.

      Madame Grace

      Una de esas clientas era Madame Grace, una mujer de gusto impecable y modales aristocráticos, que parecía haber salido de las páginas de una novela clásica. Madame Grace no solo era una clienta; se convirtió en una especie de inspiración para Emma. Su estilo, que combinaba lo clásico con lo moderno, su habilidad para llevar incluso las prendas más simples con dignidad real, fascinaban a Emma. Cada vez que Madame Grace entraba en la tienda, Emma sentía que su corazón comenzaba a latir más rápido. Sabía que esa visita no sería solo una compra, sino una verdadera lección de estilo y elegancia.

      Su comunicación siempre comenzaba con una conversación ligera. Madame Grace amaba contar sobre sus viajes, sobre cómo había vivido en París y asistido a desfiles de casas de moda. Sus historias estaban llenas de detalles vívidos y un humor sutil, y Emma absorbía cada una de sus palabras, como si escuchara un cuento fascinante. Madame Grace, a su vez, apreciaba en Emma su sinceridad y su capacidad para escuchar. A menudo decía que Emma era la única que comprendía su gusto y podía encontrar lo que le quedaba perfecto.

      Un día, Madame Grace confesó que venía a la tienda no solo en busca de nuevos atuendos, sino también para disfrutar de la compañía de Emma. "Tú, querida, eres como un soplo de aire fresco", le dijo, sonriendo. "Tu energía y amor por lo que haces me inspiran".

      Grace se convirtió para Emma no solo en una clienta, sino en una mentora. Le daba consejos sobre cómo desarrollar su sentido del estilo, cómo encontrar un equilibrio entre lo clásico y lo moderno.

      "La moda, querida, no es solo ropa", decía. "Es un arte que nos ayuda a expresarnos. La moda, como comprensión de ciertos procesos en la tierra, siempre ha cambiado. Así evoluciona la humanidad. Nueva era, nuevo ciclo de desarrollo. Y tú tienes el don de ver la belleza en cada persona".

      Sus visitas a la tienda siempre se convertían en un evento para Emma.

      Conflicto con Tomás

      Con él, Emma olvidaba incluso la reciente ruptura con su novio, Tomás, a quien había confiado como a sí misma.

      El conflicto entre Emma y Tomás surgió de repente, como una tormenta en un cielo despejado. Todo comenzó cuando Emma descubrió accidentalmente unos documentos que Tomás había firmado como abogado en una gran empresa. Esos papeles estaban relacionados con un acuerdo que privaría a los residentes de un pequeño barrio de sus hogares y tierras para la construcción de un nuevo complejo comercial. Las personas, muchas de las cuales habían vivido allí toda su vida, estaban al borde de perder todo lo que tenían.

      Emma, con su corazón sensible y su agudo sentido de la justicia, no podía quedarse de brazos cruzados. Siempre había creído que Tomás era un hombre de principios, que ponía la honestidad y la moral por encima del beneficio.


Скачать книгу