Quince minutos en globo. Barberá Joaquín
p>
Quince minutos en globo / Disparate cómico-lírico-bailable
ACTO UNICO
Jardín. A la izquierda fachada de hotel con ventana practicable en primer término, y puerta en segundo. Muchas sillas que esta colocando Ramón. Al foro tapia y telón de horizonte; á la izquierda árboles y plantas.
ESCENA PRIMERA
Ram. ¡Petra! (Viendo que no le contesta se dirige al segundo término y llama más fuerte.) ¡Petra! Pero ande andará esta zángana. (Se dirige otra vez á la derecha. Sale Petra por la puerta del hotel y le grita al oído á Ramón muy fuerte.) ¡Petra!..
Pet. ¡Qué quiees!
Ram. ¡Animal! Dispués que tengo ya enritación de gritar. ¿Por ande andabas?
Pet. ¡Por el suelo, avestruz! ¿A qué vienen esas voces?
Ram. A que me digas si están colocadas estas sillas como me ha dicho la señora, patológicamente, en semicírculo.
Pet. Lo que hace falta es que estén mu limpias, porque no deben tardar la señora y su acompañamiento.
Ram. Pus ya debían estar aquí, porque el tren ya ha llegao hace rato.
Pet. Si han ido á esperar á muchos amigos de Madrid, al novio, á la señorita y á su padre.
Ram. Ya lo sé.
Pet. Pero, ¿no sabes que la señorita no le quiere á su futuro?
Ram. Pus le quedrá á la fuerza, porque si no nuestra señora no se casará con el padre de esa señorita.
Pet. Esa es la condición que ha puesto la señora, pero me parece que no les va á salir la combina.
Ram. Saldrá con vino, porque hoy por la cuestión de concederle la mano juerga onomástica, y el día de la boda…
Pet. No digas barbaridades. (Imitándole.)
Ram. Lo que yo digo, es que entre trago y trago, achuchón, y que con vino se anda el camino y con el tiempo…
Pet. Ya están ahí. (Idem. Se oyen las voces de don Rosendo y doña Anselma.)
Ram. Pus chitón y vámonos. En boca cerrada… ya se sabe, y más vale un quién pensara… (Vase Ramón por el segundo derecha y Petra por la puerta del pabellón.)
ESCENA II
CARLOTA del brazo de RUFINO. DON ROSENDO del de DOÑA ANSELMA. PÉREZ en medio de ELISA y ROSA y LÓPEZ en medio de JUANA y LUISA. Los demás convidados detrás, hablando con mucha animación.
Ans. Ya estamos en casa.
Ros. ¡Gracias á Dios!
Carl. Eso, Suélteme usted. (Bruscamente.)
Ans. ¡Pero niña!..
Ruf. ¿De usted todavía?
Ros. Es preciso que tutee usted á su futuro.
Carl. No puedo acostumbrarme.
Ans. ¡Y qué cara de panoli tiene el novio de Carlota!
Elisa. Pues es muy extraño, porque está empleado en el Ayuntamiento.
Jua. ¡Qué suerte tienen algunas! ¡Casarse con un hombre tan feo!
López ¡Como que se llama Rufino!
Ans. Vaya, vaya, adentro. Lo que exijo de todo el mundo es que haya franqueza.
Ros. ¡Que no haya cumplimientos!
Ans. A quitarse cada uno lo que le acomode. Vayan ustedes pasando. (Vanse por detrás del hotel todos los convidados, los últimos Rosendo y Anselma.)
Carl. Yo me quedo aquí tomando el fresco.
Ros. Acompáñala, Rufino.
Ans. Y tutéale.
Carl. (Voy á acusarle las cuarenta y me voy á salir de los tres.)
ESCENA III
Ruf. Vamos, Carlotita…
Carl. ¡No se acerque usted!
Ruf. Pero, ¿hasta cuándo?..
Carl. Y le advierto á usted que me importa muy poco que mi mamá le conceda mi mano, porque como soy yo la que tiene que pronunciar el sí…
Ruf. Mira, Carlota, yo no sé por qué me has tomado esa ojeriza, yo no tengo la culpa de que nos quieran casar. Mi papá me dijo un día: – Vamos á ver, Rufino, ya no eres un niño, no eres guapo… pero tampoco… lo serás nunca. – ¿Te gusta Carlota, la hija de doña Anselma? Yo le contesté… – Papá, yo soy como Telémaco, me gustan todas. – ¿Pero Carlota te gusta más? – Me gusta. – Pues es preciso que te cases con ella. Yo le dije: – Tendrá que ser un domingo, porque los demás días tengo que ir á la oficina.
Carl. (¡Estúpido!) (Riéndose.)
Ruf. Pues por eso quiero que te cases con ella para que no volvamos á la oficina; y claro, como allí se me figura que me toman el pelo, pues dije, me casaré con Carlota para que me lo tome ella sola.
Carl. ¡Y no lo sabe usted bien! Como me vea obligada á casarme con usted…
Ruf. Pero, ¿por qué me tienes esa rabia?
Carl. Porque no le quiero á usted.
Ruf. Pues eso me pasa á mí. Pero me gustas, porque á mí me gustan todas…
Carl. ¡Pues á mí no me gusta más que uno!
Ruf. Y no soy yo, ¿verdad?
Carl. ¿En qué lo has conocido?
Ruf. En que no lo sabes disimular; pero al otro día de la boda cambiarás de opinión. Mira, yo me acerco á una mujer y dice ¡qué feo es! Pero como lleguemos al seno… de la intimidad concluye por llamarme simpático. Pero lo que aquí sucede es que tú tienes otro novio.
Carl. Le tenía, porque no sé qué es de él; un joven que conocí en Biarritz el verano pasado; no sé qué es de él.
Ruf. Pues créete que entonces ha volado con otra paloma. Nada, ya verás como acabo por gustarte.
Carl. Es que yo le quiero al otro y seguiré amándole aunque me casen con usted.
Ruf. ¿A mí qué? Como él no te querrá…
Carl. Pues le engañaré con el primero que encuentre.
Ruf. ¡Bueno!
Carl. ¿De modo que si yo tengo otro amante se quedará usted tan fresco?
Ruf. Tendré filosofía como hacen otros; porque suponte que tú me pillas con una mujer, como ya te he dicho que me gustan todas…
Carl. Es que además no le dejaré á usted un momento tranquilo, porque yo tengo muy mal carácter y le reñiré por cualquier cosa. Tendremos un infierno continuo.
Ruf. Peor para el carbonero.
Carl. Y si me contraría usted en lo más mínimo seré capaz de pegarle.
Ruf. Manos blancas no ofenden.
Carl. ¡Es que cogeré un palo!..
Ruf. ¡Cómo!
Carl. Así. (Le quita el bastón y le amenaza.)
Ruf. No vale hacer daño, ¿eh? (Huyendo.)
ESCENA IV
Ros. ¿Ve usted? ya están jugando.
Carl. Para juegos estoy yo. Le estaba haciendo el programa para cuando nos casemos.
Ruf. Y dice que me va á pegar.
Carl. Que le pegaré y que se la pegaré.
Ans. ¡Niña!
Carl. ¡Sí, mamá, yo no le quiero, ea!
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен