¿Hay que coger al bebé en brazos cuando llora? Proporcionarle tranquilidad y confianza de 0 a 2 años. Marie Auffret-Pericone
¿Hay que coger al bebé en brazos cuando llora? Proporcionarle tranquilidad y confianza de 0 a 2 años
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Proporcionarle tranquilidad y confianza de 0 a 2 años
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos – a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Colección dirigida por Bernadette Costa-Prades.
«Los niños son como los marinos:
allí donde dirigen sus ojos, sólo hay inmensidad.»
Christian Bobin
La part manquante
Traducción de M. F. Vega.
Ilustración de Jesús Gracia.
Título original: Je rassure mon bébé.
© Éditions Albin Michel, S. A. – París 2004
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Introducción
¿Cómo tranquilizo a mi bebé? Paradójicamente, los padres que se plantean esta pregunta son, a menudo, los más protectores. Creen que ya hacen mucho para proporcionar seguridad a su pequeño, pero se sienten desarmados ante sus llantos, manifestaciones de angustia y otros miedos misteriosos. Rápidamente les invade la duda: ¿lo estoy haciendo bien? ¿no lo estaré protegiendo mucho? ¿no lo estaré malcriando? ¿no le estaré transmitiendo mis angustias? Además, en este ámbito las modas evolucionan: lo que se fomentaba o condenaba en la época de nuestros padres, ya no es necesariamente así en nuestros días. ¡Incluso hoy las informaciones que circulan sobre la vida interior de los bebés son contradictorias, y las ideas recibidas son numerosas!
Ni pasarse ni quedarse corto
Sin embargo, cuando se habla de hacer que el niño sea autónomo, todos los especialistas coinciden en un punto: tranquilizar y estimular al bebé resulta fundamental para que evolucione. Y es forzoso admitir que los mejores padres del mundo no pueden proteger a su hijo de todo… Su papel es, por tanto, proporcionarle la capacidad de encontrar en sí mismo los recursos para que establezca las bases de su seguridad interior, un sentimiento fundamental para su desarrollo físico y psíquico.
Una buena comprensión de los mecanismos activados durante esta etapa considerada «sensible», escuchar mucho, un poco de paciencia y mucho cariño… Todo esto debería permitir al bebé afrontar las situaciones difíciles, inherentes a su vida, y a los padres, asistir tranquilos y maravillados al desarrollo armonioso de este pequeño que confía en la vida.
Capítulo 1
¿Por qué es tan importante dar seguridad al bebé?
«Quiere estar todo el tiempo en mis brazos», «Tiene miedo de los otros niños», «Por la noche, no hay quien lo consuele»… El bebé tiene estas y otras muchas formas de comunicar que necesita ser tranquilizado.
Desde sus primeros instantes en el mundo, y luego durante sus primeros meses, el bebé manifiesta su necesidad de ser consolado, calmado, reforzado… En una palabra: tranquilizado. Ciertamente, para expresarse, apenas tiene elección. Por tanto, va a traducir sus exigencias en llantos, a menudo desconcertantes: ha tomado su biberón, ha expulsado el aire, está limpio, no tiene fiebre… Sin embargo, grita, se agita… En resumen, «tiene una crisis». ¿Qué pasa?
Leve marcha atrás
Durante sus últimas semanas en el vientre materno, todos los sentidos del bebé ya funcionan, algunos desde hace varios meses. Su universo sonoro, compuesto por vibraciones y sonidos aterciopelados, gira en torno al ritmo del corazón de su madre. Ya entrevé, en una semipenumbra, sus propios miembros y su cordón umbilical. Se baña, tranquilamente, en el dulce y cálido líquido amniótico. ¿Qué puede sentir este bebé, fríamente sacado del más delicado de los universos protectores y enfrentado a un nuevo tipo de respiración, en un mundo de ruidos y luces? Seguramente tomamos con él infinitas precauciones, y le prodigamos todo nuestro amor, pero descubrir un mar de nuevas sensaciones, experimentar y tomar conciencia de su propio cuerpo separado del de su madre son etapas que todo bebé ha de afrontar. ¿De dónde va a sacar fuerzas? ¡De nosotros! En efecto, es nuestra presencia atenta, nuestro olor, nuestro calor, nuestra voz y nuestros gestos tiernos y estimulantes lo que le ayudará a superar estos primeros meses. ¡Y a hacerlo sintiéndose seguro!
Un bebé seguro es un bebé tranquilo
¿Por qué es tan importante proporcionar seguridad al bebé? En primer lugar, no tengamos miedo a las evidencias: un bebé que se siente seguro es un bebé calmado, tranquilo, sonriente y que duerme bien (aunque no todas las pesadillas son causadas por la angustia). Este ambiente sereno resulta muy agradable durante estos primeros meses, los cuales, a pesar de todo, nunca son de total reposo. Sin embargo, tranquilizando a nuestro bebé no garantizamos sólo noches apacibles para toda la familia. En efecto, la forma en la que nosotros le proporcionamos seguridad hoy condicionará su desarrollo futuro y la manera en que, más tarde, se enfrentará al mundo.
Una vacuna contra las angustias
Tomemos como ejemplo el caso de Julio, de cinco meses, y de su madre, que consulta a la psicóloga de la guardería. «Siempre tiene hambre», confiesa la madre, que se preocupa, al igual que el pediatra, al ver que la curva de peso de su hijo está bastante por encima de la máxima. ¿Julio llora? Rápidamente acude su madre, biberón en ristre, y Julio lo acepta con placer. ¿Por qué? Porque, a su edad, la succión lo reconforta y lo calma. Julio parece, por tanto, dar la razón a su madre, quien, con buenas intenciones, continúa con esta «alimentación» incesante. El único remedio que conoce Julio para sus angustias durante sus primeros meses de vida pasa, por tanto, por la alimentación. Sin embargo, ¡el cariño también alimenta! Cogido en brazos y acunado dulcemente, Julio sería sin duda calmado de la misma manera. Este malentendido, si se hubiera mantenido durante mucho tiempo, habría podido tener consecuencias en su desarrollo físico, y abrir camino a trastornos de tipo alimentario. La mamá de Julio, muy atenta, ha dado un giro al timón y Julio es hoy en día un niño lleno de vida, ¡y todo músculo!
Es, por tanto, en estos momentos críticos, en los primeros meses, cuando se forma la cohesión interna de la personalidad. Las investigaciones llevadas a cabo en este campo demuestran que un bebé al que se proporciona cariño y seguridad tiene bastantes probabilidades de convertirse en un niño, y luego en un adulto, con menos probabilidades de sufrir angustia. ¡Puede estar completamente seguro de que tranquilizando a un bebé inquieto no lo hará débil!
Proporcionarle referencias
En los años treinta del siglo pasado, la psicoanalista austriaca Mélanie Klein fue la primera en valorar la organización psíquica del recién nacido mediante la descripción de su vida interior y de sus fantasmas. Según ella, el niño, desde sus primeros meses, está inmerso en una serie de angustias que conllevan un sentimiento de persecución o de depresión. Esta teoría ha sido retomada hoy en día por numerosos especialistas del desarrollo infantil, para los que no tener en cuenta la angustia del bebé podría llevarlo a desarrollar, en la edad adulta, graves neurosis. ¿Visión dramática, simplista o reductora?