Cómo acordarse de sus vidas anteriores. Roger Luc Mary
esar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos – a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.
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Todos los seres provienen de otros más antiguos mediante transformaciones sucesivas.
Lo poco que vemos es producto de lo poco que somos.
La emoción más soberbia y profunda que podemos experimentar es la sensación mística. En ella se halla el origen de toda ciencia verdadera. Aquel que desconozca esta sensación, que sea incapaz de dejarse atrapar por la admiración y el éxtasis, ha muerto como persona. Saber que lo impenetrable existe, a pesar de todo, manifestándose como la mayor sabiduría y la más radiante belleza que nuestras facultades obtusas pueden captar, aunque de forma extremadamente primitiva, esa certeza, ese sentimiento, se encuentra en el centro de cualquier sentido religioso verdadero.
Introducción
¿Cómo recordar las vidas anteriores? Sin lugar a dudas, una pregunta de tal calibre puede parecer absurda, provocar una sonrisa irónica o un simple encogimiento de hombros. Sin embargo, si ha tomado la determinación de leer este libro es porque su título despierta en usted una curiosidad legítima, probablemente entremezclada con algo de desconfianza e incluso de ciertas dudas.
Ahora bien, la desconfianza y la duda no tienen por qué ser algo negativo por definición, no reflejan necesariamente una estrechez de miras sino todo lo contrario. A menudo son el reflejo en un ser humano de la traición y la decepción de que ha sido objeto. Traicionado por los vaivenes de una búsqueda infructuosa, recuperada delictivamente por los carroñeros de la moda New Age. Decepcionado por la religión, la filosofía, la política.
No hace falta decir que nuestra sociedad, en plena decadencia, somete al hombre al poder de las máquinas. Además lo manipula mediante una contaminación sutil: la falta de información. He pasado suficiente tiempo en salas de redacción para poder afirmar esto.
De hecho, ¿cuál es la función de la información en la actualidad? ¿Es la representación de una realidad objetiva? Efectivamente, se nos informa sobre las desgracias que invaden el planeta o sobre los escándalos, con la conveniente trivialización, en algunos casos.
En lugar de Sensación de vivir, Dallas y otras estupideces televisivas, un gran número de espectadores preferiría, sin duda, estar mejor informados sobre disciplinas fundamentales como las ciencias, sociología, arte, filosofía, historia. Y es que, ciertamente, los programas culturales existen, pero suelen ser patrimonio de una única cadena o se emiten a horas intempestivas. Tan sólo algunos privilegiados que pueden acostarse tarde tienen acceso a este tipo de información.
Resumiendo: el hombre permanece sumido en su ignorancia, en las ideas que se le han inculcado y da la impresión de que se le mantiene así para dominarlo mejor e impedirle que piense.
Si se da el caso de que un libro como este cae en manos de un lector con estas características, es bastante probable que le dé la espalda y corra a reincorporarse al rebaño. Sin embargo, quiero dirigirme a este lector más que a cualquier otro y recordarle (en caso de que fuera necesario) que nuestra sociedad occidental tiene como único valor el materialismo cimentado en el dinero, el beneficio y el consumo; que ha fundado iglesias, sectas y partidos políticos en cuyo seno el individuo bien situado dentro de la jerarquía se convierte, rápidamente, en un ser ávido de poder, dispuesto a cualquier cosa por conservarlo.
Los engranajes de nuestra sociedad occidental han hecho del hombre un vasallo al servicio de la publicidad, un ser sin voz ni voto.
Pero en el rebaño sólo se encuentran los valores materialistas; hay mejores y peores: la plétora esotérico-sectaria que ofrece caramelos de regusto amargo a sus seguidores. O también los intelectuales de la hermenéutica que deforman la verdad con su exceso de análisis.
Estos profetas peligrosos (que ya se anunciaban en la Biblia) que se autoproclaman pomposamente parapsicólogos son la plaga de estos tiempos enrarecidos porque mezclan, con un especial talento, realidad y confusión. Sin olvidar que algunos de ellos no son, para ser más exactos, charlatanes sino desviacionistas.
Frente a esta situación, ¿cómo no comprender a esas personas que, cansadas de buscar, optan por un racionalismo más inteligente que el delirio desenfrenado?
Dicho todo esto no resta más que entender bien el contenido de este libro que no pretende revelar la Verdad sino, por una parte, englobar algunas realidades tomando como inspiración la famosa máxima de Aristóteles[1] y, por otra, ser una guía práctica tanto en lo que concierne a la información como en el cumplimiento de ciertas técnicas.
Lo hasta aquí expuesto puede parecer paradójico pero la paradoja es sólo aparente; para que desaparezca basta probablemente con tener acceso a una cierta cantidad de información, que es uno de los objetivos de esta obra y dejar, obviamente, que sea el lector el que llegue a sus propias conclusiones. Una vez dicho todo esto he de dejar claro que no acepté escribir este libro para un lector totalmente reacio a la reencarnación.
Cuando se me propuso escribir un libro práctico sobre dicho tema, era evidente que yo estaba interesado en él y que sería imposible que no me involucrara personalmente.
Sin embargo, sería presuntuoso por mi parte que me presentara como un especialista. En este tema sólo existen experiencias individuales que pueden permitir que el lector se identifique un poco con ellas.
Por consiguiente, mi intención no es trastornar los espíritus ni las convicciones religiosas, sino que mi propósito ha de ser necesariamente (con humildad y en la medida de lo posible) informar a aquellos y aquellas que se preguntan cómo recordar las vidas anteriores.
Panorama de la reencarnación
La reencarnación vista por el periodismo
Hablar de vidas anteriores implica que la muerte no supone un fin y que la reencarnación existe. Pero esta es una manera rápida y poco convincente de decirlo.
Si hemos de creer a un importante semanario (que publicó un extenso informe a comienzos de 1997), la reencarnación es únicamente una moda. Y así clavaba otra espina sobre un tema ya de por sí espinoso. Se habla de una nueva epidemia religiosa llegada de Oriente con el fin de contaminar a una persona de cada cuatro.
Con un afán divulgativo, dicho informe adopta un tono jocoso donde el humor cáustico tira a matar contra Paco Rabanne, la cantante Sheila y la actriz Shirley MacLaine, todos ellos autores de libros sobre la reencarnación.
Poco importa que Paco Rabanne sea sincero o no, que aporte o no un mensaje; lo único que se destaca de él es el millón de ejemplares que ha vendido.
Hay dos maneras de considerar un éxito de tales características: o bien Paco Rabanne, Shirley MacLaine y sus partidarios son aves de rapiña de la reencarnación, o bien esta casualidad, que sirve
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«El ignorante afirma, el curioso duda, el sabio reflexiona».