El Afilador Vol. 2. Juanfran de la Cruz
EL AFILADOR
vol. 2
© Libros de Ruta Ediciones, S.L., 2017.
Bilbao-Galdakao errepidea 10
48004 Bilbao
Primera edición: Noviembre 2017
Autores: Carlos Arribas, Juanfran de la Cruz, Luis Guinea, Pedro Horrillo, Ángel Olmedo, Jorge Quintana, Fran Reyes
Edición: Eneko Garate Iturralde y Begoña Castaño Irazabal
Maquetación: Amagoia Rekero García
Portada: Amagoia Rekero García. Basado en diseño original de Oninart.com
ISBN: 978-84-945651-9-9
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Índice
Cap. 1.- Oscar Freire. Rallye de regularidad (Pedro Horrillo)
Cap. 2.- El Fugitivo (Ángel Olmedo Jiménez)
Cap. 4.- El otro Mallory, el otro Everest (Luis Guinea Zavala)
Cap. 5.- La Vuelta del milagro (Juanfran de la Cruz)
Cap. 6.- Israel, tierra de ciclismo y ciclistas (Jorge Quintana)
Cap. 7.- Txomin Perurena. Luz en años oscuros (Carlos Arribas)
Oscar Freire. Rallye de regularidad Pedro Horrillo
Pedro Horrillo (Eibar, 1974) es un exciclista profesional residente en Abadiño, cuya carrera siempre estuvo ligada al cántabro Óscar Freire, con el que compartió equipo en Vitalicio Seguros, Mapei-Quick Step y Rabobank. Se retiró a comienzos del 2010, tras una dura caída el 16 de mayo de 2009 en el Giro de Italia, que le hizo precipitarse desde una altura de 60 metros, en el descenso del Culmine di San Pietro. Ha sido columnista del diario español El País y del periódico de los Países Bajos Volkskrant. Habitual colaborador de la revista británica Rouleur, tiene tres libros publicados en los Países Bajos: Vanaf mijn zadel (2005), Pelotonpost (2008) y Amigo (2013).
Oscar Freire. Rallye de regularidad
...3, 2, 1, ¡salida! Nos ponemos en marcha y comenzamos a ver cómo la aguja del velocímetro circular de nuestro vehículo asciende hasta llegar a la marca del 50. «Ahí, ahí» le digo a Óscar. Entonces desviamos rápidamente la vista hacia la otra pantalla; pequeñita y más moderna, digital, cómo no, y que contrasta brutalmente con lo austero y anacrónico del resto del cuadro de mandos -la cara de los que ven este aparato por primera vez me recuerda a esos que descubren el gazapo del reloj de pulsera en uno de los extras de una película de romanos-. 51,3; 1,1... «baja, baja un poco, levanta el pie que vamos un poco por encima» le digo. Hasta que no llevemos recorridos 3 kilómetros de cada tramo, no nos encontraremos ningún control, pero es importante no perder la concentración desde el inicio y entrar enseguida en la dinámica que nos tocará mantener durante todo el día.
Tiro de memoria a riesgo de equivocarme, pero juraría que Óscar Freire no ha ganado nunca una contrarreloj en su vida. En categorías inferiores podría ser, eso sí, pero a lo que voy es a que no era un contrarrelojista, alguien acostumbrado a la presión del paso inexorable de los segundos. A Óscar le gustaba correr sin estrés, dejando pasar los kilómetros y el tiempo con calma y con la mayor comodidad posible -siempre y cuando fuese posible, que muchas veces no lo era-, y dejando que la propia carrera le fuese metiendo en tensión para mantener viva la carga de adrenalina necesaria para los últimos kilómetros. Por eso, no le gustaba disputar el maillot verde en el Tour. Por eso, el día que lo consiguió, logrando un nuevo hito para el ciclismo español, dijo algo así como: «esto está muy bien, pero a mí no me verán volver a intentarlo».
Pues bien; ahora que se ha retirado, ahora que disfruta de la dulce vida ociosa de joven jubilado con miles de proyectos en la cabeza en los que aprovechar su tiempo libre, no se le ocurre otra cosa que ponerse de nuevo un dorsal y lanzarse a la competición. Una competición contra el crono en la que es muy importante además de la regularidad, ser extremadamente exacto con la medición del tiempo. Aunque ahora el dorsal no lo lleva él, sino el coche. Y además no hay un trabajo previo de un equipo que toque rematar. Como tampoco toca buscarse la vida por su cuenta, como otras veces le ocurría. No, ahora somos un dúo, un trío si sumamos al gran protagonista, nuestro vehículo, en el que ambos circulamos en calidad de piloto y copiloto: «navegante» este último y «sujetavolantes» el otro, como dice la gente del mundillo en argot.
Se trata de un rallye de regularidad con vehículos históricos, prueba reservada a coches que hayan pasado la barrera de los 25 años de antigüedad; el nuestro los sobrepasa con creces. En concreto, éste es el tercero que realizamos juntos, así que ya vamos contando con cierta experiencia y grado de coordinación. Pero en nuestro caso parece que esta experiencia no es garantía de resultados, pues estos son un poco desiguales y no van en concordancia con nuestra veteranía; no obstante, el objetivo es divertirnos, y en eso sí que es cierto que vamos mejorando en cada una de las carreras...
Nuestro vehículo es un Volkswagen Beetle 1300 del año 1974. Un coche que me pertenece y he mimado desde el año 98 en el que lo adquirí, y que en cierta medida también ha sido testigo de la evolución de aquel chaval que lo condujo una tarde de enero del 98 por las carreteras del interior de la provincia de Alicante. Y no hablo de mí, sino de Óscar Freire, el mismo que con los años se convertiría en triple campeón mundial.
En la temporada 98 Óscar y yo dimos el paso al profesionalismo en el equipo español Vitalicio Seguros. En enero de aquel año, nos tocó participar en la primera concentración del equipo, que se celebró en Jávea (Alicante). Y fue en una de aquellas primeras salidas de entrenamiento en grupo -y también de choque frontal con el universo profesional-, cuando atravesando un pueblo cercano a la costa del Mediterráneo vimos aparcado un escarabajo -así se le conoce al beetle en España- de color granate (rojo vino) con un tentador cartel pegado en la luna trasera: ¡Ocasión! El flechazo conmigo fue instantáneo, pero debido a la dinámica de trabajo de aquellos días, poco podía hacer más que mirar con deseo al coche cada vez que pasábamos por allí camino al largo puerto de montaña que comenzaba en aquella misma localidad.
Sin embargo, la oportunidad de explorar algo más se presentó unos días después aprovechando uno de los días de descanso: «salid a rodar un par de horas y así hacéis descanso activo» nos dijo nuestro entrenador de entonces. E inmediatamente nuestra cabeza comenzó a pensar en el escarabajo. Cogimos la bici y pedaleamos en su búsqueda; y tras inspeccionarlo de arriba abajo en el lugar en el que estaba aparcado, llamamos al teléfono de contacto y concertamos una cita con su dueño para ir a probarlo esa misma tarde.
Una vez a los mandos del bólido,