Retóricas del cine de no ficción en la era de la posverdad. Alejandro Cock Peláez
target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_255b8833-6b27-534b-a3f8-016a7d7a84f4">2 Véase la filmografía al final.
La retórica: un sistema integral de análisis
y producción de discursos documentales
Aproximación a la retórica
La retórica tiene un largo recorrido. Descansa en los pilares establecidos por pensadores del mundo antiguo y ha retomado fuerza en el último medio siglo, evolucionando en nuevas retóricas que se han retroalimentado de los desarrollos de la lingüística, la semiología, la teoría literaria, los estudios cinematográficos y los medios masivos de comunicación. Hoy, además de los más tradicionales objetos de estudio, como el discurso político y el jurídico, la retórica se ocupa de fenómenos tan diversos como la conversación, el discurso científico, la pintura, la literatura, la publicidad, el periodismo o el cine. Dentro de este último, el cine de no ficción presenta un gran potencial para ser estudiado desde esta perspectiva retórica como uno de los discursos más dinámicos, persuasivos y controvertidos sobre la realidad contemporánea.
Resulta, pues, indispensable un previo acercamiento a la retórica, para conocer su recorrido histórico y sus principales características, sin pretender realizarlo de manera exhaustiva, pues ello desborda los objetivos del trabajo. Se trata más bien de comprender las diferentes tendencias de análisis retórico que existen en la actualidad y ver cómo, a pesar de sus auges y caídas históricas, el sistema retórico se encuentra vigente en muchas de las propuestas contemporáneas y sus planteamientos se pueden aplicar a discursos como el documental.
Delimitación de la retórica y breve recorrido por su historia
La retórica ha sido una disciplina asentada con firmeza en los estudios sobre el acto comunicativo oral y escrito fundamentalmente. En sus más de dos milenios y medio de historia, varios teóricos la han definido de diferentes formas: “la capacidad de discernir, en cualquier caso dado, los medios disponibles de persuasión”
(Aristóteles, 1991: 1355b26); “el arte del bien decir, es decir, con conocimiento, habilidad y elegancia” (Cicerón, 1982: II 5); “el estudio de los medios de argumentación que no dependen de la lógica formal y que permiten obtener o aumentar la adhesión de otra persona a la tesis que se proponen para su asentimiento” (Perelman y Olbrechts - Tyteca, 1994: 12).
Estas aproximaciones asocian la retórica con la persuasión, la argumentación, el lenguaje elocuente y el discurso. Según Teruel, esta arte o disciplina se debe entender como la unión de muchos significados:
Práctica del discurso en público, estudio de las estrategias de la oratoria, el uso del lenguaje escrito o hablado para informar o persuadir, la reflexión sobre los efectos persuasivos del lenguaje, el estudio de las relaciones entre lenguaje y conocimiento, la clasificación y uso de las figuras, el estudio de la metáfora y de vez en vez, el uso de premisas vacías y de medios verdaderos como una forma de propaganda
(1998: 15).
El pensamiento sistematizado sobre la retórica comenzó en la antigua Grecia. El primer manual escrito se atribuye a Córax y a su discípulo Tisias, cuyos trabajos, al igual que los de otros de los primeros retóricos, comenzaron en las cortes y litigios de una sociedad que entraba en el sistema democrático, para el cual el uso de la oratoria era fundamental. Se crean así los dos primeros géneros retóricos: el judicial y el deliberativo, ligados a los discursos judiciales y a los políticos, respectivamente. La retórica evolucionó como una importante arte que proveía al orador con las formas, significados y estrategias para persuadir a una audiencia sobre la validez de sus argumentos, hasta convertirse en una tekné que controlaba todas las artes de la comunicación.
La retórica fue popularizada en el siglo v a. de C. por los sofistas, principalmente Protágoras, Gorgias e Isócrates, quienes, en general, asumían una posición nihilista desde la cual relativizaban el conocimiento por su carácter netamente subjetivo, sin tener más criterio de verdad que el de la opinión. Por ello, se centran pragmáticamente en aspectos formales del texto, en el tipo de auditorio y en las condiciones de producción del texto, una posición que ha sido retomada con una inusitada fuerza por la retórica contemporánea.
Uno de los avances importantes de los sofistas y, específicamente, de Gorgias fue la creación del género epidíctico o laudatorio, que se diferenciaba de los géneros judicial y deliberativo por su destino, que era adular una persona, dios, ciudad u obra. Con este género nacen la prosa poética y los primeros desarrollos de las figuras de estilo que acercaban la poesía a la retórica, haciéndole adoptar fines estéticos, además de los pragmáticos. Como se verá más adelante, estos desarrollos son de suma importancia para entender la retórica de los medios masivos de comunicación y, específicamente, la de los documentales, que en su gran mayoría corresponden al género epidíctico y podrían ser herederos de las “prosas poéticas”. Incluso, puede demostrarse que los documentales contemporáneos asumen en algunos casos una idea nihilista posmoderna frente a la verdad, con fuertes raíces en la retórica sofista.
Platón, quien se oponía teóricamente a los sofistas por la preponderancia que estos le daban a la opinión frente a la verdad y porque, según él, buscaban “la persuasión a cualquier precio”, recalcó las diferencias entre la “falsa retórica”, que relacionaba con los sofistas, y la “verdadera”, que él mismo promovía y que se basaba en la búsqueda de la verdad absoluta por medio de la dialéctica. Esta idea predominó durante la modernidad y, por ende, en gran parte de la historia del documental, que ha intentado evitar por todos los medios su asociación con la opinión y con una construcción subjetiva del discurso.
Aristóteles retomó algunas de las ideas de su maestro Platón, pero en su reconocido tratado El arte retórica reelabora muchas de las propuestas anteriores, intentando sistematizar la retórica como una tekné humana, que para él no tenía un territorio específico o tema propio, pues se encontraba en cualquier parte. En la primera frase del tratado, Aristóteles dice que la retórica es la contraparte o antistrophe de la dialéctica, significando que, mientras los métodos dialécticos son necesarios para encontrar la verdad en asuntos teóricos, los métodos retóricos son requeridos para asuntos prácticos, como los de una corte o una discusión política o —como contemporáneamente afirma Nichols— para el documental, pues este, según él, representa al mundo en la misma forma en que un abogado representa los intereses de su cliente (2001: 4). Aunque para Aristóteles y Platón la dialéctica también implicaba persuasión, este era para ellos un rasgo fundamental en el discurso retórico: un enunciador pretende influir de determinada manera sobre el receptor para obtener determinada respuesta por parte de este. Para alcanzar su objetivo, introduce en el seno de su comunicación una serie de recursos, en varios niveles extensivos del texto, como conjunto y partes específicas, entre otros, y de diversa naturaleza fonética, morfológica, sintáctica, gramatical o semántica.
Desde su tratado, aún vigente y estudiado, Aristóteles teoriza sobre algunas de las principales características de la retórica. Empieza por diferenciar los componentes principales de la comunicación: quién habla, la argumentación expuesta y a quién se habla. Desde allí, define las tres formas de pruebas retóricas: ethos, logos, pathos, que definen la credibilidad y verosimilitud de los argumentos según las ideas, el público y el orador. A partir del público al que es dirigido, diferencia los tres tipos de discurso retórico: deliberativo, judicial y epidíctico, los cuales distingue con características funcionales y formales propias. Así, el deliberativo es el propio del parlamento y la política, con argumentos inductivos; el judicial es el propio de los juzgados y tiene como objeto la búsqueda de la justicia, y por ello usa argumentos analíticos; el epidíctico busca agradar por medio de valores y modelos presentados, más que por medio de la demostración.
Aristóteles considera la retórica como una ciencia autónoma fundamentada en una lógica de los valores. En su primer libro, la toma como una técnica de la demostración apodíctica, pero luego introduce el tema de las pasiones, dándole un doble carácter persuasivo y psicológico. Su concepción de la retórica como ciencia que estudia los medios de persuasión, sin enfocarse en el contenido, es la base de la recuperación de la teoría retórica en el siglo xx, que