La máquina de la conciencia. José Lozano López

La máquina de la conciencia - José Lozano López


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de ese mismo año volver a España a ver qué podía solucionar.

      Fueron tiempos más que difíciles. Mi todavía mujer resultó con un cáncer de pecho, por lo que decidí quedarme un tiempo en casa, antes de divorciarnos, y acompañarla. Unos meses después y con tratamiento, mejoró. Tras hablarlo, me retiré a vivir a casa mis padres. A ella también se le juntaron varias vicisitudes, como el fallecimiento de su padre, al que estaba muy unida.

      Yo, por mi parte, intentaba pagar a la máxima cantidad de personas posible y cobrar de igual forma, pero los cobros no llegaban y la gente se ponía muy nerviosa. Entonces empecé a cerrar empresas y a pagar al personal directo como pude. Recuerdo que tuve una de esas decisiones transcendentes. Tenía un dinero personal guardado con el que podía haber vivido bien el resto de mi vida y en cambio, en contra de consejos de otros amigos empresarios, decidí pagar al personal y quedarme bajo mínimos, pero esa tranquilidad no tiene precio.

      Igual que en otros temas, al principio parecía que se caía el cielo encima (única cosa a la que le tenían miedo los vikingos), pero después de pasar el duelo pertinente, solo me quedó dar las gracias por esta oportunidad. Fue cuando entendí la frase china: «Crisis está compuesta de dos términos: peligro y oportunidad». Peligro, porque hay un cambio que trae pérdidas y por lo tanto duelo; y oportunidad, para saber las cosas que ya no queremos que estén en nuestro camino (como decía Jorge Bucay: «vaciar la mochila») y rodearnos de las que realmente sí queremos tener. Por lo tanto, después de esta tremenda experiencia, solo me quedó dar las gracias por la comprensión vivida.

      Gracias a mis hijas, a algunos amigos y a los largos paseos por el campo apreciando de nuevo la vida en cada figura y partes de un árbol, cada sonido que llegaba a mis oídos sin tantas trabas, cada olor que ahora era más consciente de percibir o a sabores varios y al sentir en la piel sensaciones, poco a poco me fui recuperando, aunque sin saber hacia dónde iba a parar el resto de mi vida.

      Con el paso del tiempo, y manteniendo buena actitud, en menos de un año pude volver a tener buena relación con la que ya era mi exmujer, cosa de la que estaba muy orgulloso porque aún teníamos dos hijas en común y también sentía que era una pena no mantener cierta amistad. O sea, ¿estás 20 años viviendo con una persona y porque al final no vayan las cosas bien, ya no vale para nada las experiencias y cosas buenas que hubo entre ambos?

      Me puse hacer running y estuve activo unos años con el club de la ciudad. En aquellos tiempos, pasé de pesar 95 kg con traje, corbata y perilla a 73 kg con ropa casual y afeitado total. Mis hijas, después de haberme visto más de 25 años con perilla, al verme afeitado decían: «¡Anda, un hermanito mayor! ¡El que nos faltaba!». Ja, ja… qué bellas son mis princesas.

      Había otro tipo de princesas a las que fui conociendo en esos años y, tras muchas experiencias, fueran sexuales o emocionales, empecé a conocerme mejor. Como mi juventud fue muy corta, al estar tan centrado en las empresas, se ve que también necesitaba vivir esta fase. Gracias a ello, empecé a entender mejor la parte femenina que tan difícil nos resulta conocer a los hombres.

      En el tema monetario, iba tirando con pequeñas cantidades que me pagaban algunos que me debían dinero personal y mediante alguna cosilla aparte que iba haciendo. Pero cada día que pasaba sentía que no podía ser eso todo lo que me deparaba la vida, algo tenía que cambiar, algo tenía que buscar, algo que me volviera a dar esa ilusión que tiempos atrás había tenido.

      Entonces ocurrió… Mayo de 2020, justo el mes en que cumplía 49 años. Aún recuerdo que estaba en casa de mis padres y lo dijeron por la televisión. ¡Se había presentado una máquina que era capaz de, nada más y nada menos, saber el nivel de conciencia de cada persona! ¡Guauu! Siempre había sido defensor de la verdad con cierta conciencia hasta tal punto de que, en mi época empresarial, no realicé ciertas ventas si veía que no se adaptaban al cliente y el resultado era siempre que me aportaba más beneficio tanto a corto como a largo plazo. Además, se sabe que «un cliente contento se lo dice a cinco personas y un cliente descontento a diez personas».

      ¿Pero esto podría ser verdad? No estábamos a 28 de diciembre, ¿verdad? (día de los Santos Inocentes). Había escuchado algo sobre algunas máquinas que detectaban mensajes del cerebro, pero nunca había pensado en que se llegara a este avance tan crucial.

      Ese mismo día cambié mis objetivos de volver a iniciar negocios y me propuse intentar conocer un poco mejor los mundillos estos con los que ya había tenido contacto en México y que elevaban la conciencia.

      CAPÍTULO ٣

      MIGUEL (TIPOS DE YOGA, PRINCIPIOS HERMÉTICOS Y MEDITACIÓN CON MIS HIJAS)

      Me sentía como un remolino dando vueltas en busca de algún lugar donde pudiera ir aprendiendo cosas. Recordaba algunas historias de mi estancia en Cancún pero, después de tanto tiempo, descubrí que habían quedado más sensaciones que prácticas concretas.

      No era yo solo. Había muchísima gente buscando y hablando sobre cierto tipo de yoga y de meditación. Que si nuevo chamanismo, que si budismo, que si metafísica, curso de milagros, radiestesia, aromaterapia, constelaciones familiares, reiki, registros akáshicos, temazcales, ayahuasca, meditación vipassana, biodanza, trabajos con mantras, palabras de poder, etc. Vamos, un sinfín de alternativas diferentes para aprender y avanzar en ese camino de conciencia que se había avivado tan rápidamente. Parecía que era el momento ideal para subir unos escalones en esa dirección… A ver que nos encontrábamos.

      Estando en Albacete, escuché sobre un sitio de yoga, así que me apunté. Cuando fui a preguntar, la chica de recepción me dijo que podía probar una clase gratis y justo en 15 minutos empezaba una. Me animé y entré, no era momento para dudas y pensamientos. Ya en la sala, observé todo como si fuera el primer día de colegio de un niño: no sabía qué usar, qué hacer ni dónde ponerme, así que «Sobre la marcha los planos», como decía un dicho de mi pueblo manchego.

      Cogían una esterilla y la ponían en el suelo, yo también. Empezaban a hacer unos calentamientos, yo también (ahí me di cuenta de que la ropa que llevaba no era muy elástica que dijéramos). Noté que éramos como veinte personas y el único hombre era yo. Bueno, mi parte masculina se ponía contenta… En fin. Entró la profesora, era alta y muy delgada, con una larga cabellera morena y una sonrisa agradable.

      —Buenas tardes, bienvenidos, mi nombre es Azucena. Empecemos la clase recordando conceptos. El yoga que hacemos es tipo Hatha cuyo objetivo es que, a través de ejercicios concretos y respiraciones, estiremos y oxigenemos todo el cuerpo a la vez que conseguimos una paz y relajación que equilibre nuestras vidas dela vida estresante diaria, la del mundo exterior.

      De momento sonaba bien, aunque me seguía sintiendo muy raro. Era muy diferente del típico gimnasio de llegar y machacar. La profesora nos iba explicando acerca de la respiración, así como ejercicios paso a paso para estirar los músculos pero, por mucho que intentara llegar a las posturas, parecía casi imposible. La profesora tuvo que venir a decirme:

      —No te esfuerces tanto, intenta llegar a donde veas, pero sin sufrir, ya tu cuerpo irá avanzando a su ritmo.

      Mientras, ella me iba retocando la postura hasta el punto en que debería estar correctamente colocado. Después de varias posturas y algún consejo, dijo:

      —Prestad atención a las zonas del cuerpo en donde notéis una molestia o que se resientan, o estad centrados en la postura sin otros entretenimientos.

      Después de un rato con los ejercicios, nos mandó tumbarnos bocarriba, con los ojos cerraditos, en posición relajada y nos tapamos con una manta (yo pensé: «Aquí me duermo») y con palabras suaves, fue dirigiendo lo que era el inicio de meditación.

      —Sed conscientes de cada ruido de la sala —comenzó a decir—, de cada ruido exterior. Respirad por la nariz y sed conscientes de cómo entra aire por las fosas nasales y de cómo sale el aire de nuevo por la nariz. Ahora imaginad que cuando inhalamos el aire que entra es de color blanco y lleva energía pura; y cuando exhalamos, el aire que sale es de color negro y va limpiando nuestra energía interior…


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