El porqué del presente. Jorge Illa Boris
fríos para la situación ya referida y las tensiones entre las potencias europeas aumentaron. Las rivalidades comerciales y políticas llevaron a un clima de desconfianza entre las principales repúblicas y reinos, quienes iniciaron un aumento en la producción de armamento y el fortalecimiento de sus milicias, preparándose para un futuro conflicto y formando alianzas de mutua defensa con países que les eran afines. ¿El resultado? Dos grandes bloques dividieron Europa (Aróstegui et al., 2015, pp. 97-100):
LA TRIPE ALIANZA: Alemania, Austria-Hungría e Italia
LA TRIPLE ENTENTE: Gran Bretaña, Francia y Rusia
Gráfico N° 1. Sistemas de alianzas durante la Primera Guerra Mundial
Fuente: elaboración propia
Aunque en la primera década del siglo xx estas alianzas no se activaron, el Viejo Continente vivía una calma que puso a dudar a la mayoría de personas de la activación de un gran conflicto; por el contrario, la continuidad del progreso y el bienestar económico de sus naciones hicieron que a este breve periodo se le asigne la denominación de La Belle Époque (“La Bella Época”). Sin embargo, como esa extraña tranquilidad que precede a las tormentas, los chispazos arrancarían en el Imperio austrohúngaro bajo el dominio de Francisco José I, un anciano emperador absolutista que había sometido a diversos pueblos que reclamaban reformas —e incluso independencia—, negándoselas siempre e intentando canjearlas por normas que les brindasen cierta autonomía económica. Bosnia, una zona de los Balcanes, fue el último territorio anexado a los dominios austriacos, y mantuvo una gran resistencia a ser gobernada por foráneos. Desde afuera de sus fronteras, su vecina Serbia buscaba liberarla para poder continuar con su plan de unir a todos los pueblos eslavos de la península balcánica. Otro punto importante para entender los problemas de Austria-Hungría es conocer al sucesor del trono, el archiduque Francisco Fernando, sobrino del emperador, quien fue más abierto a las reformas, aunque sin ser del agrado del dignatario vienés y su corte.
Es precisamente este personaje quien será la figura epónima que dará inicio a la Primera Guerra Mundial, cuando, aquel fatídico 28 de junio de 1914 durante una visita (junto a su esposa Sofía Chotek) a Sarajevo (capital de Bosnia), fue víctima de dos atentados contra su vida, siendo el último de los intentos el que logró el magnicidio. El archiduque y su esposa murieron por disparos a manos del joven nacionalista bosnio Gavrilo Princip, conformante de un grupo radical que buscaba la liberación de su nación (Lowe, 2012, pp. 23-29).
Tras ser informados sobre los trágicos acontecimientos en los Balcanes, el Imperio austrohúngaro decidió enviar un ultimátum a los serbios, culpándolos del crimen y exigiendo las investigaciones y persecución de todos los criminales involucrados. El Gobierno serbio accedió a la mayoría de pedidos, aunque los austriacos asumieron que ello era una gran oportunidad para justificar una intervención militar y expandir sus dominios. Declararon la guerra a Serbia el 28 de julio de ese año. Los hechos relatados fueron el desencadenante de una guerra total como nunca el mundo hubiese visto hasta esa época, atizada por el sistema de alianzas que empezó a activarse: el Imperio ruso, apenas un día después, ordenó a sus tropas movilizarse en apoyo de Serbia. Alemania —por el tratado con los austriacos— declaró el 1 de agosto la guerra a Rusia y, dos días después, a Francia. Gran Bretaña —que estaba atenta a todo lo sucedido y observando la inminente invasión alemana de Francia— decidió enfrentar a los germanos el 4 de agosto de 1914.
Gráfico N° 2. Tanques británicos Mark V (1918)
Fuente: colecciones de los museos imperiales de guerra, para commons.wikipedia.org
El conflicto puede describirse a través de las dos maneras en que los bandos dispusieron sus ejércitos y recursos para afrontar la conflagración. La primera es llamada guerra de movimientos, planificada por las potencias centrales pero dirigida principalmente por los alemanes, quienes consideraron necesaria una guerra rápida debido a que peleaban en dos frentes (el occidental o francobritánico, y el oriental o ruso). Se buscaba que no se dilatase por mucho tiempo, temerosos de la posibilidad de dar chances a los aliados para poner en acción su poderío marino, que los aislaría y los conduciría a la derrota. Sin embargo, las fuerzas francesas, británicas y sus aliados lograron detener el avance de los alemanes y austriacos mediante la resistencia en las diversas líneas estratégicas, usando para ello una serie de fortificaciones cavadas en el suelo, conocidas con el nombre de trincheras (Lowe, 2012, pp. 37-45).
Este último plan fue más efectivo, pero significó el sacrificio de cientos de miles de soldados en ambos lados, producto de cargas masivas expuestas al fuego al salir de las mismas, o del propio hacinamiento experimentado por los soldados y su consecuente afectación a la salubridad, tal como describen Aróstegui et al.
La batalla de Verdún fue iniciada por los alemanes con el objetivo de romper el frente aliado. Pero los soldados franceses soportaron, durante más de cuatro meses, los embates de las tropas alemanas sin ceder un palmo de terreno. También los aliados intentaron una ofensiva en el Somme, pero no tuvieron éxito. En esas dos batallas, los aliados perdieron alrededor de un millón de soldados, y los alemanes, unos 800 000 (2015, p. 101).
Gráfico N° 3. Equipo de ametralladoras Vickers con máscaras de gas (1916)
Fuente: colecciones de los museos imperiales de guerra, para commons.wikipedia.org
Aunque la Primera Guerra Mundial fue principalmente una disputa geopolítica entre las principales potencias imperiales europeas, eso no supone que el enfrentamiento solo ocurriera en este continente: también se presentaron combates y desplazamientos de fuerzas en otros lugares donde tuvieron dominio, tales como África y Asia. Además, otros países como Estados Unidos de América (EUA) ingresaron bélicamente a la contienda en abril de 1917, debido a que difícilmente se podía ser neutral en un suceso en que estaba en juego el dominio mundial (Hobsbawm, 1982, pp. 32-34). Por esa razón, aunque desde 1914 los estadounidenses ofrecieron apoyo financiero y logístico al bando aliado, luego de haber recibido amenazas y ataques directos de los alemanes contra sus puertos y barcos mercantes tuvieron que optar por enviar tropas a la guerra, generando un desbalance de fuerzas que marcó la derrota de los llamados imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría).
1.1 Consecuencias
El 11 de noviembre de 1918 se firmó el fin de la Gran Guerra (otra denominación de esta primera conflagración mundial). La victoria de los aliados significó una nueva composición de las potencias occidentales y una serie de consecuencias que demuestran lo dramático de las guerras. Así, uno de los efectos políticos de este conflicto (para el caso de los perdedores) fue la desaparición de algunos imperios, como el austrohúngaro, el Imperio otomano y el alemán, obligados a dividirse en otros países o a transformarse en repúblicas (Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Yugoslavia, Austria y Hungría). Sin embargo, incluso los países europeos vencedores, como Gran Bretaña y Francia, perdieron su hegemonía en el mundo tras la crisis económica producida, como consecuencia de las enromes pérdidas humanas y la destrucción del aparato industrial local. En el caso de Italia, a pesar de estar en el bando de los ganadores, terminó muy endeudada y con una de sus mayores crisis económicas, propiciando el surgimiento de uno de los primeros Estados totalitarios con la asunción de los “camisas negras”. Rusia zarista vio su caída incluso antes del fin de la Gran Guerra, obligada por una revolución a retirarse, la que, tras la radicalización asumida por los bolcheviques, acabará con la dinastía de los zares para crear el primer Estado de corte comunista. El panorama revestido de convulsión en la vieja Europa le quitó su hegemonía, cediéndosela a otras potencias que se vieron beneficiadas al no haberse desarrollado el conflicto en sus territorios, principalmente Estados Unidos y Japón (Aróstegui et al., 2015, p. 106).
Otro de los efectos más impresionantes y fatídicos de la Primera Guerra Mundial fue la elevada cifra de muertos: más de ocho millones de personas, principalmente rusos, franceses