Facundo Quiroga. Ramón Torres Molina
M. Guizot ha dicho desde la tribuna francesa: “hay en América dos partidos: el partido europeo y el partido americano: este es el más fuerte”; y cuando le avisan que los franceses han tomado las armas en Montevideo y han asociado su porvenir, su vida y su bienestar al triunfo del partido europeo civilizado se contenta con añadir: “los franceses son muy entrometidos y comprometen a su nación con los demás gobiernos”.23
Fueron entonces los franceses, durante su guerra colonial contra la Confederación Argentina, los que difundieron la antinomia civilización o barbarie que Sarmiento, apoyado en otros autores, difundió magistralmente en un texto fundacional de la literatura argentina.
Un año después de la publicación del Facundo Sarmiento contribuyó a afianzar las ideas difundidas por la Revue des Deux Mondes cuando en la crítica que había logrado que se publicara sobre su libro, se exponía esa antítesis entre la civilización y barbarie, se hacía la crítica al americanismo representado por Rosas, señalándose el peligro que significaba para Europa y se hacía la apología de la intervención francesa en su política colonial en el Río de la Plata.24 De tal forma que Sarmiento, que debió soportar largas esperas en la redacción de la revista para lograr la publicación de la crítica, según lo relata en Viajes…, logró su objetivo cuando los editores advirtieron la calidad literaria del texto, pero, fundamentalmente, que esa crítica podía servir de apoyo a la política colonialista que Francia, esta vez en alianza con los británicos, llevaba adelante contra la Confederación Argentina. Un año antes había tenido lugar el combate de la Vuelta de Obligado y durante todo el año 1846 se habían desarrollado sucesivos combates en las orillas del Paraná. Ese mismo año se exponían, en una revista de difusión en los medios intelectuales europeos, las doctrinas de Sarmiento –que eran de los franceses– que permitían fundar la intervención de las grandes potencias en la guerra colonial contra el Río de la Plata.
Con los antecedentes que los franceses habían desarrollado desde 1837 y también influido por autores cuyas obras había leído, Sarmiento difundió, entonces, ese contraste entre la civilización y la barbarie:
…La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí están los talleres de las artes, las tiendas del comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza, en fin, a los pablos cultos… Saliendo del recinto de la ciudad todo cambia de aspecto: el hombre de campo lleva otro traje, que llamaré americano, por ser común a todos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos, sus necesidades peculiares y limitadas; parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro.25
Algunas veces Sarmiento habla de salvajes como representantes de la barbarie; otras, contradictoriamente, reconoce la existencia de dos culturas, que llama civilizaciones:
En la República Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismo suelo: una naciente, que sin conocimiento sobre lo que tiene sobre su cabeza está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad Media; otra que sin cuidarse de lo que tiene a sus pies, intenta realizar los últimos resultados de la civilización europea. El siglo XIX y el siglo XII viven juntos: el uno dentro de las ciudades, el otro en las campañas.26
La civilización y la barbarie tenían entonces una localización geográfica. La civilización se encontraba en las ciudades, la barbarie en la campaña:
La vida de los campos argentinos, tal como lo he mostrado, no es un accidente vulgar; es un orden de cosas, un sistema de asociación característico, normal, único a mi juicio en el mundo y él solo basta para explicar toda nuestra revolución. Había antes de 1810 en la República Argentina dos sociedades distintas, rivales e incompatibles; dos civilizaciones diversas: la una española, europea, culta, y la otra bárbara, americana, casi indígena; y la revolución de las ciudades solo iba a servir de causa, de móvil, para que estas dos maneras distintas de ser de un pueblo se pusiesen en presencia una de otra, se acometiesen, y después de largos años de lucha, la una absorbiese a la otra.27
Juan Facundo Quiroga fue, en la interpretación de Sarmiento, la expresión de la campaña, de la barbarie, de lo americano, de los Llanos de La Rioja. Era el gaucho malo que había descripto en su obra. Desde su evocación en la primera página del Facundo reclamaba, a Quiroga, las explicaciones que desgarran las entrañas de un noble pueblo.28 Reclamaba esas explicaciones porque el caudillo era la expresión del pueblo:
…porque en Facundo Quiroga no veo a un caudillo simplemente, sino una manifestación de la vida argentina tal como la han hecho la colonización y las peculiaridades del terreno, a lo cual creo necesario consagrar una seria atención, porque sin eso la vida y hechos de Facundo Quiroga son vulgaridades que no merecerían entrar sino episódicamente en el dominio de la historia. Pero Facundo, en relación con la fisonomía de la naturaleza grandiosamente salvaje que prevalece en la inmensa extensión de la República Argentina; Facundo, en fin, siendo lo que fue, no por un accidente de su carácter, sino por antecedentes inevitables y ajenos a su voluntad es el personaje histórico más singular, más notable, que puede presentarse a la contemplación de los hombres que comprenden que un caudillo que encabeza un gran movimiento social, no es más que el espejo en que se reflejan, en dimensiones colosales, las creencias, las necesidades, preocupaciones y hábitos de una nación en una época dada de su historia.29
Para justificar la barbarie representada por Quiroga, Sarmiento debió falsificar o deformar los hechos históricos. Era plenamente consciente de ello y lo justificaba con la finalidad que se proponía: combatir a Rosas. El Facundo era una obra política.
Decía Sarmiento:
He evocado, pues, mis recuerdos, y buscado para completarlos, los detalles que han podido suministrarme hombres que lo conocieron en su infancia, que fueron sus partidarios o sus enemigos, que han visto con sus ojos unos hechos, oído otros, y tenido conocimiento exacto de una época o de una situación particular. Aun espero más datos de los que poseo, que ya son numerosos. Si algunas inexactitudes se me escapan, ruego a los que las adviertan, que me las comuniquen:...30
En la dedicatoria a Valentín Alsina, en la segunda edición, era más explícito. Le decía a Alsina por qué no había tomado en cuenta las observaciones que, a su pedido, había hecho:
Ensayo y revelación para mí mismo de mis ideas, el Facundo adoleció de los defectos de todo fruto de la inspiración del momento, sin el auxilio de documentos a la mano, y ejecutada no bien era concebida, lejos del teatro de los sucesos, y con propósito de acción inmediata y militante.
…He usado con parsimonia sus preciosas notas, guardando las más sustanciales para tiempos mejores y más meditados trabajos, temeroso de que por retocar obra tan informe, desapareciese su fisonomía primitiva, y la lozana y voluntariosa audacia de la mal disciplinada concepción.31
Sarmiento tenía ambición literaria y a esa ambición y a su finalidad política subordinaba los datos de la realidad. A Paz le explicaba que las inexactitudes eran, a veces, a designio:
Remito a S. Ex. un ejemplar del Facundo que he escrito con el objeto de favorecer la revolución y preparar los espíritus. Obra improvisada, llena por necesidad de inexactitudes, a designio a veces, no tiene otra