Lo que ocupan los muertos. Maeve Ratón

Lo que ocupan los muertos - Maeve Ratón


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      Lo que ocupan los muertos

      Maeve Ratón

      Lo que ocupan los muertos

      Primera edición, 2020

      © Maeve Ratón, 2020

      Diseño de portada:

      © Sandra Delgado

      (a partir de la obra Antes de la comida de Pierre Bonnard)

      © Editorial Ménades, 2020

      www.menadeseditorial.com

      ISBN: 978-84-121285-7-4

      en colaboración con

      Reinvención de un arte olvidado:

      la triple profundidad de los poemas

      de Maeve Ratón

      Con el tiempo he llegado al convencimiento de que la poesía que merece la pena se basa en tres coordenadas de apariencia sencilla: mirada única, dicción relevante y, sobre todo, por encima de todas las cosas, honestidad sin cortapisas.

      Ahora que nadie observa nada; ahora que repugnan la perspicacia y sus incómodas admoniciones; ahora que toda experiencia privada (tan banal o más que las de antaño) se intermedia y expone a los cuatro vientos; ahora que la sabiduría se nos vende, edulcorada y boba, en tazas y camisetas, debe imponerse, más que nunca, la necesidad de alzar voces poéticas que trasciendan la anécdota somera. ¿De qué puede servir añadirle sucedáneo al sucedáneo, de qué calificar de poema lo que no pasa de ser una facecia reciclada y reciclable? Poco a poco hemos ceñido nuestras neuronas a un puñadito de caracteres, a la droguita dulce de los zumbidos, las notificaciones, los destellos y las campanitas pavlovianas; pero hay quien, como Maeve Ratón, mira y dice más allá: suya es todavía la dignidad de lo dicho para cambiar el ojo, el cerebro y las entrañas del que lee.

      La poesía ha de ser una postura vital (más todavía que verbal) que pinte de lucidez el mundo gris, profundamente átono y desleído, que con tanto empeño estamos obcecados en entregarnos los unos a los otros. Hemos confundido los engaños de la autocomplaciencia con la felicidad, y el resultado, devastador, también ha llegado a afectar a la experiencia misma de la creación literaria. Y, sin embargo, la realidad es terca e incontrovertible: estamos hechos para el olvido, y solo la voz, cuando abre horizontes y rescata memoria (verdadera sangre, piel y carne de memoria), nos redime.

      Para acceder a la Academia había que demostrar conocimientos de Geometría: nadie entre en Lo que ocupan los muertos (o en cualquier libro de Maeve, publicado o venidero) si no está dispuesto a desgastarse las suelas por el solitario sendero de la palabra.

      Así, hasta la luz y la tierra.

      Francisco José Martínez Morán

      LO QUE OCUPAN LOS MUERTOS

      A mi amigo Rafa, quien iría a buscarme al mismo infierno, si fuera necesario, solo para estar conmigo.

      PROEMIO

      Esa noche volvieron a sucederse los sueños.

      ¿Por qué ese recordar intenso de tantas cosas?

      ¿Por qué no simplemente la muerte

      y no esa música tierna del pasado?

      Juan Rulfo, Pedro Páramo

      Hablábamos de aquellos que faltaban, los despertábamos para el recuerdo.

      Ellos acudían a nuestras invocaciones, a nuestro aliento limpio,

      sin cesar en su estar muertos, siguiendo, conforme a su mudez,

      un reguero de baile y mansedumbre.

      Así la desnudez nos abrasaba. Así la eternidad se percibía en la propia conciencia, amplia desde los versos.

      Éramos uno más para la ruina, en la morada estable

      donde lo humilde queda detenido a fin de ser en lo que sobrevive, espacio para el mundo.

      Éramos uno más de aquellos muertos, seguros de estar muertos,

      ligeros en la luz capaz de atravesar

      el vuelo de los pájaros.

      Olíamos sin miedo el corazón

      que estaba reposando en unas manos, y fuera lo vivido,

      lo verdaderamente afianzado mientras cruzamos valles inservibles, lugares donde amanecer desnudos, ebrios, sin memoria ni desconsuelo.

      Ninguna ligadura que añorar estando entre los muertos; diáfanos,

      que ocupan la espesura de los árboles y salen de los árboles,

      hallando en el espanto a quien los mira.

      Mi sonrisa está de vuelta, y está vieja.

      Los muertos, al irse, dejan las cosas como estaban: intactas;

      íntegro, entre los vivos, el contorno de sus formas; las nuestras,

      y apenas extinguidos, los lloramos.

      El silencio se inclina hacia nosotros y cae en pecho ajeno.

      Y lo ocupan los muertos que nos faltan.

      I. INVOCACIONES

      He meditado a menudo sobre la muerte

      y encuentro que es el menor de todos los males.

      Francis Bacon

      He venido a nombrar la que oscurece; a aquella que ennegrecida culmina

      y salva a quien libera, y a la vez mata.

      Tú gestabas su larva en la inconsciencia desde que, curva, se acostó en tu seno, el día en que volviste a condenarte.

      Yo la habría escuchado en el silencio que ofrece el lejano y apartado páramo. Pero quisiste ser mío y arder,

      en un rumor más fuerte que el que hace crepitar

      la barba amplia y vetusta de anchos dioses; tupida, para la sombra al oído.

      Así, te fue creciendo y se dio forma como a veces se forman los humores; con un fondo de enfado o alegría.

      He ahí la materia con la que te percibo: tu nombre pronunciado,

      tu nombre incandescente

      y doblegado en palabras ya dichas.

      Tú y la muerte sois ahora lo mismo: un grupo de jinetes

      que cae desde la lluvia

      hasta este corazón, que se extingue en cada golpe.

      Había delicadeza en sus manos.

      Se anticipaba el gesto a la necesidad

      de ser en quien velaba la vida deshojándose.

      Su decir no era nunca un presagio de muerte.

      Ni era ofrenda en su adiós definitivo.

      El miedo dormitaba en su interior

      —queda la frescura en lo incierto— y en su saber hacer,

      frente a lo opaco y lo desconocido, la musicalidad reparadora.

      Fue siempre la esperanza

      (ahora ya mentada) tan cerca de nosotros, de nuestro olor a muerto

      que se eleva por encima del mundo,

      que se evapora y se transforma en lluvia, para caer de nuevo a nuestro lado,

      entre la luz que previamente somos.

      La esperanza convive con


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