Los negroides. Fernando González
González, Fernando, 1895-1964
Los negroides : ensayo sobre la Gran Colombia / Fernando González. -- Medellín : Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2014.
130 p. ; 20 cm. -- (Biblioteca Fernando González)
ISBN 978-958-720-205-2
1. Ensayos colombianos. I. Tít. II. Serie
C864 cd 21 ed.
G643
Universidad EAFIT-Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas
LOS NEGROIDES
(Ensayo sobre la Gran Colombia)
PUBLICADO POR PRIMERA VEZ EN MAYO DE 1936
POR EDITORIAL ATLÁNTIDA, MEDELLÍN
COLECCIÓN BIBLIOTECA FERNANDO GONZÁLEZ
Sexta edición: febrero de 2014
Segunda reimpresión: abril de 2015
PRIMERA EDICIÓN EN LA
COLECCIÓN BIBLIOTECA FERNANDO GONZÁLEZ
© Corporación Otraparte
© Fondo Editorial Universidad EAFIT
Carrera 48A # 10 Sur - 107, Medellín
Tel. 261 95 23
E-mail: [email protected]
ISBN: 978-958-720-205-2
Diseño y diagramación: Alina Giraldo Y.
Editado en Medellín, Colombia
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
PORTADA DE LA PRIMERA EDICIÓN, MEDELLÍN, EDITORIAL ATLÁNTIDA, MAYO DE 1936
TABLA DE CONTENIDO
Esos animales que habitanla Gran Colombia,parecidos al hombre…
Vanidad significa carencia de sustancia; apariencia vacía. Decimos “vano de la ventana”, “fruto vano”. El papel moneda, por ejemplo, es una vanidad. Apariencia no respaldada, apariencia de nada, eso es vanidad.
Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es manifestación de individualidad. Por ejemplo, el estudiar, no por gana, no por instinto íntimo, sino para ser tenido por estudioso.
Acto de vanidad es el ejecutado para ser considerado socialmente. Aparentar es el fin del vanidoso.
Vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social.
Vanidad es la ausencia de motivos íntimos, propios, y la hipertrofia del deseo de ser considerado.
II
La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Es social, o sea, no puede existir en el hombre solitario. Es simulación, hurto de cualidades.
Un señor que venera la memoria de su hijo, que vive de la memoria de su hijo, que no habla sino de su hijo muerto, y que si tal hijo no hubiera muerto trágicamente, él lo habría matado, para llorar por él, para vivir del cuento de sus heroísmos y virtudes…: vanidad.
Una señora vieja que se dio a los pobres, a “la gota de leche”, a los ancianos, a los tísicos, y que si no hubiera pobres, niños hambrientos, ancianos míseros y tísicos, moriría de tristeza. Tal vieja rica tiene su gloria asentada sobre el dolor ajeno. Dice: “Si Dios quiere, habrá leche para los niños…”. Para ella, Dios es el mayordomo de su vanidad; los pobres le forman una corona de beatitud. Tal vieja es jefe del socialismo blandengue de León XIII…: vanidad.
Hay actos y usos que tienen su origen en instintos sociales, como el amor, y que se repiten como formas muertas; por ejemplo, la corbata.
III
La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Por eso, a medida que uno medita, que uno se cultiva, disminuye.
La vergüenza es condición de la vanidad; un in-di-vi-duo no tiene vergüenza, no simula. El orgullo es fruto del desarrollo de la personalidad, por ende, contrario a la vanidad. El general Gómez era netamente personalidad, orgullo absoluto y nada vanidoso. Creó modos, usos, costumbres. Las formas manaban directamente de su individualidad; era fuente. En Suramérica hemos tenido dos: Bolívar, hombre etéreo, y Gómez, diabólico, entendiendo por eso que su plano de vida era con las fuerzas elementales, telúricas. Bolívar era cósmico. Maravillas ambos para el observador; maestro, instigador, Bolívar. ¿Entienden ya?
De esto resulta claro lo que he dicho a la juventud, en forma simbólica, en mis libros anteriores: la cultura consiste en desnudarse, en abandonar lo simulado, lo ajeno, lo que nos viene de fuera, y en auto-expresarse. Todo ser humano es un individuo, generalmente cubierto, que generalmente vive de opiniones ajenas. En Suramérica todos están en sueño letárgico; aquí nadie ha manifestado su individualidad, excepto Bolívar, Gómez y algún otro.
Oigan, pues, jóvenes estudiosos, o mejor, juventud que brega en la meditación: el hombre es un espíritu, un complejo, que debe manifestarse, que debe consumir sus instintos en el espacio y el tiempo; apareció el hombre para manifestarse, para actuar según sus motivaciones. La vanidad impide todo eso; el vanidoso muere frustrado, y tendrá que repetir, pues vivió vidas, modos y pasiones ajenos, o mejor, no vivió.
IV
Hemos agarrado ya a Suramérica: vanidad. Copiadas constituciones, leyes y costumbres; la pedagogía, métodos y programas, copiados; copiadas todas las formas. Tienen vergüenza del carriel envigadeño y de la ruana. ¿Qué hay original? ¿Qué manifestación brota, así como el agua de la peña? Bolívar y Gómez. ¿Cúyos sus padres y cúyos sus hijos? He meditado durante años y don Simón me queda inexplicable. Fue meteoro. Fue enviado por alguien. Gómez sí tiene padres: hijo de la guerrilla, del asesinato, del cataclismo racial; lo explican cien años de luchas atroces en la brega por fusionar todas las razas en este continente de la sensualidad. Genio elemental, astuto, frío, inconsciente, encarnación del diablo americano. ¡Qué soberbia personalidad, qué bella individualidad la de Juan Vicente Gómez! ¿Entienden ya por qué lo amaba y fuimos compadres?
¿Qué me importan la moral y la ley, a mí, el predicador de la personalidad, de la auto-expresión, a mí, que amo a Jesús y al diablo, a Bolívar y a Gómez…? No amo sino a los honrados con su propia alma. No escribo para los suramericanos que tienen un metro que les impusieron los frailes españoles; no escribo para los bogotanos (y bogotanos son en Quito, Lima, Santiago y Buenos Aires), que nada han parido, que rezan como en Europa, legislan como en Europa y que orinan como en Europa.
Yo,