Veintisiete poemas y medio. Elisa Santander Alcántara

Veintisiete poemas y medio - Elisa Santander Alcántara


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      © Copyright 2018, by Elisa Santander Alcántara

       Primera edición: abril 2018

       Colección: Poeta Carmen Berenguer

       Director: Máximo G. Sáez

       [email protected] www.magoeditores.cl Registro de Propiedad Intelectual Nº 297.752 ISBN: 978-956-317-445-8 Diagramación: Catalina Silva Reyes Edición literaria: MAGO Editores Edición lectrónica: Sergio Cruz Ilustración: Natalia Estefanía Castillo Sierra I Derechos Reservados

      «Que la poesía no salva pero da sentido».

      «Masticamos poesía y cuando abrimos la boca hay fuego».

      Chris Pueyo

      «Y el verso cae al alma como al pasto el rocío».

      Pablo Neruda

      El sauce

      El sauce se llenó de flores,

       me miraste.

       El sauce reinaba en verde, me

       besaste.

       El sauce botaba sus hojas, me

       dejaste.

       El sauce se llenó de escarcha,

       me olvidaste.

      Niña

      Observar la luna

       y desear tu sonrisa,

       que vivas sin prisa

       y seas feliz.

       No llores más, niña,

       danza con la luna,

       danza con la brisa,

       danza feliz.

       Le pido a las estrellas

       que estés contenta,

       no llores más, niña

       tan frágil y bella.

       Le pido a tus ojos

       que nunca se apaguen,

       mientras las lágrimas hierven

       y la hiedra te arropa

       no olvidaré tu aroma

       ni la escarcha en tu sonrisa.

       Solo quédate, niña,

       conmigo en las praderas,

       observar la luna,

       cantarle a las estrellas,

       les enca tará tu voz

       y tu corazón enfermo.

       Cántales a la orilla de aquel bello estero,

       ese aquel donde nos conocimos,

       ese aquel donde sufriste,

       pero fuiste feliz.

       Tienes una sonrisa preciosa

       y nunca sonríes,

       una risa maravillosa

       y nunca te ríes.

       Te sientes muerta, mi niña,

       sigues viva, recuerda.

       Alma muerta,

       cuerpo vivo.

       Quien entienda el goteo de tu pecho,

       quien entienda tanto sufrimiento,

       será dichoso quien no comprenda tu dolor,

       dichoso será aquel

       que vea tus ojos azules

       sin ver a través de ellos

       esa mirada tan negra

       y ese corazón tan roto.

       Oh, mi niña,

       mi pequeña color noche,

       ríe, ríe y no llores,

       es verdad que a veces la vida mete mucho boche.

       Oh, niña de mil olores,

       mi niña, la de las mil canciones,

       dichoso aquel que no

       pruebe el sabor de tus cicatrices,

       dichoso aquel que no

       conozca las lágrimas de tu sonrisa.

       Escuché tu melodía

       y pensé que eras feliz.

       Risa muda,

       alma sorda.

       Tu tristeza me deprime,

       oh niña,

       pero te quiero junto a mí.

      La muerte de los días grises

      Caer por el vacío.

       Caminar en piedras calientes.

       Todos los días.

       ¿Dónde están mis sueños?

       En otros.

       En la soledad eterna del temeroso frívolo.

       En la muerte de los días grises.

       En que los días grises son, al fin y al cabo, todos los días.

       He olvidado el sabor de un día celeste.

       El roce de las sonrisas auténticas no recae en los

       /que no las llevan.

       Las lágrimas no son cristalinas, sino de sangre.

       Caer por el vacío.

       Caminar en piedras calientes.

       Todos los días.

       ¿Dónde están mis sueños?

      Astilla

      El aroma de la armadura

       es el mismo que el de la ropa de cama.

       El pasado es una astilla,

       muy bien enterrada.

      Torre eléctrica

      Lluvia invisible

       color crespúsculo

       danzaba en la cúspide de la torre.

       La torre tenía el color de un día triste,

       pero la niña con admirados ojos le veía,

       ella pensaba que era la torre Eiffel.

       Y era esto, porque la joven mujer

       en un oasis ciego vino a nacer,

       y sus sordos oídos ignorantes

       le llevaban a pensar

       que su aislado pueblo

       era también

       el mejor lugar para perecer.

      Amor no comprendido

      Gritos sordos en silencio

       del amor no comprendido,

       tristes ojos de la niña

       perdida,

       perdida.

       Las lágrimas que más duelen son las tuyas,

       no calles si respiras,

       me siento idiota por creer que me conoces,

       si ni yo lo hago.

       Las lágrimas que más duelen son las tuyas,

       sonrisa con sabor a llanto,

      


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