Niños lectores y productores de textos. María Cristina Solís

Niños lectores y productores de textos - María Cristina Solís


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autorregulación se desarrolla en la medida que el profesor/a reduce su autoridad e invita a los niños a participar de las decisiones que se toman dentro de la sala de clases. De este modo, además, se obtiene el que ellos se sientan más involucrados en el quehacer escolar y que asuman parte de la responsabilidad de lo que sucede en la sala. Se les da, entonces, la posibilidad de tomar la perspectiva del grupo como una comunidad (De Vries y Zan, 1995).

      Pero, ¿cómo se hace este traspaso de responsabilidad en forma sana y eficiente? Una de las maneras en que se puede lograr este objetivo es a través del establecimiento de normas (contrato) que regulen el trabajo del grupo entre sí y con el profesor/a. Sin embargo, estas reglas deben surgir del mismo grupo de niños/as y no ser impuestas por el profesor/a. Cuando las reglas se crean en respuesta a los problemas que los mismos niños/as identifican, es más probable que las sientan como propias. Al sentir que las reglas les pertenecen, es más factible que no sólo las respeten, sino que también ayuden a que todos sus compañeros y compañeras también lo hagan.

      La redacción de las normas también puede ayudar a obtener mejores resultados. Se recomienda:

      imageRedactarlas y escribirlas con los niños/as, en sus propias palabras y ojalá escritas por ellos mismos.

      imageConcentrarse en las conductas que se quiere de ellos, y no en lo que no se espera que hagan. Por ejemplo, establecer la norma de “levantar la mano para pedir la palabra” en vez de “no hablar sin levantar la mano”.

      imageNo tener un número excesivo de normas y concentrarse en las realmente imprescindibles. Leer las que se han escrito con anterioridad, evaluarlas y editarlas si es necesario.

      imageIncluir normas para el profesor/a respecto a su forma de participar en el trabajo y conducir al grupo.

      imagePreocuparse de que las reglas estén disponibles para que todos las puedan leer, tal vez escritas en un papelógrafo en un lugar visible de la sala.

      imageLeerlas con todo el grupo frecuentemente.

      Todos los aspectos mencionados influyen en el clima dentro de la sala de clases y tienen que ver con la formación de hábitos y el desarrollo de capacidades para el trabajo colaborativo. Estos elementos serán claves para el buen funcionamiento del grupo curso y para los aprendizajes que se desea lograr. Será también indispensable que el profesor/a invierta tiempo en formar los hábitos necesarios y en el desarrollo de habilidades de convivencia y colaboración para permitir, a mediano y largo plazo, un trabajo más productivo y un aprendizaje más efectivo del grupo.

      De más está decir que el desafío de conducir a un grupo-curso en el proceso de aprendizaje, buscando el desarrollo de la autonomía, requiere que el profesor/a trabaje sus competencias de liderazgo y conducción de grupos, de manejo de dinámicas de comunicación y resolución de conflictos, por lo que estas áreas se constituyen en espacios fundamentales de desarrollo profesional.

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      Cada vez que los niños llegan a la sala de clases, se enfrentan a un mundo de oportunidades para aprender, y si este espacio se encuentra claramente distribuido, con normas que se han establecido como acuerdos entre los diferentes actores, si el tiempo se ha organizado y ellos conocen las rutinas, las posibilidades de lograr aprendizajes de calidad se multiplican, porque un ambiente organizado con sentido pedagógico posibilita los desafíos diarios, los cuales han sido previamente planificados.

      Las rutinas diarias favorecen un ambiente ordenado y potenciador de aprendizajes, y si se logra generar un ambiente de clases cuando se contemplan rutinas tales como llegadas y salidas, clases sistemáticas, elementos y estrategias de enseñanza o tiempos para el descanso, y éstos son respetados y trabajados constantemente por todos los profesores, entonces se podrán constatar fácilmente avances progresivos en la autonomía de los alumnos, en la organización para trabajar en grupo y en el aprovechamiento del tiempo.

      El uso de situaciones conocidas o de rutinas establecidas proporciona oportunidades para que los estudiantes puedan aprender más sobre sí mismos, el mundo y las personas; conozcan lo que se espera de ellos; sepan los propósitos de realizar determinada actividad, y se guíen por las normas de conducta que requiere cada una de las estrategias.

      Las rutinas diarias también ofrecen a los niños/as un sentido de estabilidad y seguridad. El desafío para el profesor/a consiste en identificar, planificar y desarrollar rutinas apropiadas para los niños/as y el curso, las cuales les ofrecen un sentido de pertenencia, de estado coherente y de seguridad; sin embargo, también ellas deben ser flexibles para responder a las necesidades del grupo-curso.

      Para establecer rutinas, la mayoría de las salas de clases siguen un horario diario básico que, entre otras cosas, puede ayudar a asegurar el orden que los niños/as necesitan y también contribuir a que los profesores tengan oportunidad de trabajar con todas las áreas del currículo, planeando una amplia gama de actividades para los distintos subsectores o áreas de aprendizaje y la totalidad de los elementos del Programa AILEM.

      El aprendizaje se produce cuando los alumnos/as discuten entre sí las tareas propuestas; cuando se dispone del tiempo suficiente para aprender la tarea; cuando la tarea se relaciona con su contexto o con sus expectativas; o cuando a los estudiantes que no han aprendido totalmente la tarea, se les evalúa con intención formativa.

      En la creación de los horarios, es importante también proporcionar un equilibrio para los niños, seleccionando aquellos momentos en que se utilizarán elementos en los que participa todo el grupo (lectura en voz alta, lectura compartida y escritura interactiva), otros en que se requiera funcionar con grupos pequeños (lectura y escritura guiada, centros de aprendizaje) y también aquellos en que los alumnos/as y alumnas pueden trabajar solos (lectura y escritura independiente). Todos estos momentos se pueden combinar con otras actividades, tales como discusiones grupales, trabajos de rincón (en educación parvularia) o con instancias de trabajo colaborativo en parejas u otras actividades realizadas al interior o exterior de la sala de clases.

      Se ha observado que el desarrollo diario de los elementos del Programa AILEM produce los siguientes beneficios:

      En el grupo:

      imageMejoran las relaciones interpersonales entre los alumnos/as.

      imageAumenta la cercanía y la apertura entre ellos.

      imageAumenta la aceptación de los alumnos/as entre sí.

      imageAumenta la satisfacción por el propio trabajo.

      imageSe valora a otros como fuente para evaluar y desarrollar nuevas estrategias de aprendizaje.

      imageSe genera un lenguaje común.

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