El arte obra en el mundo. Doris Sommer

El arte obra en el mundo - Doris  Sommer


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debió de aprender de otros pintores y arquitectos cómo transformar las construcciones horrendas en hermosos edificios. Uno de sus maestros, aun cuando no lo haya reconocido abiertamente, es Friedensreich Hundertwasser, cuyas reformas arquitectónicas en la Austria de los años de la década de 1980 le dieron una nueva apariencia a la fábrica Rosenthal en Selb y a los silos de Mierka en Krems. Para abordar estos proyectos, Hundertwasser adoptó el rol de «médico arquitecto»101. Aunque los edificios y los manifiestos de Hundertwasser muestran una preferencia por las formas orgánicas (lo que se aparta del gusto de Rama por los patrones geométricos), el uso estructural del color en construcciones previamente carentes de armonía estética conforma sin lugar a dudas un rasgo común entre los dos102.

      La extensa familia de terapeutas del color que ha reformado espacios urbanos incluye a los pintores de Manarola en la Riviera italiana, a los de Guayaquil en Ecuador y a los de la favela Santa María en Río de Janeiro103. Aunque en otros contextos el uso del color en los espacios públicos se considere una estrategia política ornamental y engañosa, ha llegado la hora de valorar el potencial del arte que obra en el mundo.

      Los mismos ciudadanos de Tirana que discutían largamente sobre colores se animarían posteriormente a participar de forma activa en audiencias públicas donde se debatían los presupuestos que determinaban cuáles serían las obras públicas prioritarias para la ciudad104. Otros ciudadanos se abstuvieron de participar y criticaron con total libertad el atrevido estilo intervencionista de Rama que no tomaba en cuenta el designio de sus vidas, de la misma manera en la que podría ocurrir dentro de un régimen totalitario. Los admiradores del alcalde llegaron a decirle: «Resulta poco afortunado que todo lo que usted ha hecho esté tan estrechamente ligado a su equipo de trabajo, a su inteligencia y a su persona, en lugar de haberse traducido en un sistema jurídico operativo»105. Después de sufrir dos intentos de asesinato, Rama no les tiene miendo a los críticos que lo acusaban de ser un radical. «No pretendo ser un ángel. Nunca llegaría a ser alcalde en Suiza, donde hay que convocar un referéndum hasta para ir al baño», afirmaba. «Si viviera allí me quedaría en mi estudio y me dedicaría a pintar»106.

      Es posible que la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones no estuviera prevista en el libreto político de Rama. Sin embargo, un sentido común de origen kantiano en lo que concierne al uso del color como elemento constructivo en la rehabilitación urbana hizo que la discusión sobre las prioridades y los programas de la ciudad se animara. Hasta mayo de 2012, la página web de la ciudad (tirana.gov.al) tenía como portada una colorida galería de imágenes de las reformas urbanas impulsadas por Rama, como la recuperación del espacio público y las sesiones públicas en donde se discutían abiertamente las prioridades y la distribución del presupuesto. Una vez que Lulzim Basha ganó las elecciones, la página web de Tirana cambió y ahora solo muestra una cuadrícula monocromática con enlaces a las oficinas administrativas y una galería de retratos que representan al nuevo alcalde desde todos los ángulos.

      En el caso de Bogotá, el alcalde Mockus se había preocupado por involucrar a la mayor cantidad posible de ciudadanos en los proyectos artísticos que impulsó en la ciudad. Sus logros fueron heredados por Enrique Peñalosa, el alcalde que lo sucedió, quien pese a no pertenecer a su mismo partido político, concluyó muchos de los proyectos de infraestructura que se habían planeado durante su administración. Por desgracia, en el caso de Tirana, Rama no logró transmitir sus proyecciones al nuevo alcalde que lo sucedió tras unas elecciones que se desarrollaron en circunstancias dudosas. En cualquier caso, se puede presumir que Basha, el nuevo alcalde, no habría acogido de buen grado la propuesta de buenas prácticas heredada de la oposición. Sin embargo, el nuevo enfoque del ahora primer ministro Edi Rama, que partía de las opiniones de las bases sociales, parece indicar que se está produciendo un desarrollo del sentido común público, que se origina en cuestiones estéticas y que genera una participación política capaz de garantizar una mayor continuidad de las iniciativas públicas.

      Sin embargo, no debemos olvidar que la creatividad cuyo impulso nace en las bases sociales, en ocasiones despierta sospechas, incluso entre los buenos gobiernos, ya que por naturaleza es irreverente y provocador. Por esta razón resulta comprensible que los líderes políticos se muestren precavidos, o que vacilen entre fomentar la libertad creativa o asignar recursos a los artistas que les son afines. La producción artística basada en la labor de colectivos amplios debe lidiar con los desacuerdos, perspectivas diferentes, diseños que compiten entre sí y deseos en conflicto, todo lo cual puede hacer que se pierdan de vista aquellos objetivos por los que los electores decidieron apostarle a un determinado candidato107. El caso del New Deal en Estados Unidos demuestra de manera paradigmática el reto que supone coordinar arte y gobierno cuando se busca «conciliar la libertad creativa con los imperativos del control burocrático y la responsabilidad pública»108.

      El frente interno

      Los alcaldes ejemplares de Bogotá, Curitiba, Tirana y otras muchas ciudades se ganaron la admiración internacional por ser capaces de revitalizar el compromiso ciudadano en poblaciones hastiadas tras años y años de promesas incumplidas. Pocos observadores de estos procesos dudan todavía del significativo papel que el arte desempeñó en estas historias de recuperación urbana. Quizás el arte pueda contribuir también a mejorar la vida en otras ciudades con problemas difíciles, en donde los ciudadanos se puedan volver conscientes del valor que tienen las prácticas creativas. Esta perspectiva esperanzadora ha impulsado a algunos líderes latinoamericanos a pedirle consejo a Mockus. Impresionados por los resultados obtenidos, algunos de ellos sueñan con que las medidas adoptadas en Bogotá también puedan funcionar en sus ciudades. No obstante, el temor a equivocarse y a ver su autoridad cuestionada los lleva a poner estas iniciativas en duda. Mockus admite que «resulta delicado aconsejar a los líderes políticos a que se arriesguen, porque todo funcionario respetable ansía obtener resultados positivos, y esos resultados no pueden garantizarse cuando se llevan a cabo experimentos de gran osadía orientados a desterrar malos hábitos»109.

      Los líderes políticos del primer mundo son aún más escépticos. Con el mismo argumento de Rama de que jamás podría ser alcalde en un país como Suiza, sus admiradores extranjeros, y también los de Mockus, todavía subestiman el potencial que podrían tener las acciones artísticas en sociedades más estables. Las culturas del Atlántico Norte son diferentes, dicen; se muestran más proclives al autocontrol que al impulso creativo, coincidiendo con Max Weber110. «Tradicionalmente, los estadounidenses han asumido que el arte es un lujo» producido por unos pocos talentos con destino a otros que están en capacidad de comprarlo111. De esta contraposición entre el Norte racional y el Sur creativo surge una doble ironía. Por una parte, el New Deal de Franklin Delano Roosevelt promovió un plan masivo de recuperación social a través del arte, mientras que por otra, este mismo plan estadounidense buscó inspiración en proyectos artísticos de América Latina. Aunque las propuestas artísticas que promovió el New Deal tenían varias fuentes de inspiración (la idea de educación progresiva de Dewey, las settlement houses, las nuevas concepciones del arte surgidas a raíz de la Revolución rusa, el Grupo de Teatro Europeo)112, México fue el modelo de mayor impacto.

      Tras las agotadoras oleadas revolucionarias que devastaron el país entre los años de 1910 y 1920, México tuvo que enfrentarse al colosal reto de reinventar la nación. Sin una cultura compartida no habría voluntad popular para llevar a cabo este desafío, por lo que el presidente Álvaro Obregón inició un plan de recuperación bajo el liderazgo de José Vasconcelos, nombrado secretario de Instrucción Pública (1921-1924). Para asumir esta responsabilidad, Vasconcelos renunció a su breve periodo como rector de la Universidad Nacional de México, al que había llegado con la idea «no de trabajar para la universidad, sino de que la universidad trabajara para el pueblo»113. El ex rector acometió su nueva tarea con un fervor de misionero que incomodó a muchos pero que alcanzó importantes resultados duraderos. Su programa propuso: 1) la creación de escuelas públicas para niños y adultos, en donde los maestros se convertían en «artistas-apóstoles»; 2) la publicación de libros de diferente índole asequibles a toda la población, con los que se aprovisionaría la red de bibliotecas públicas; y 3) la realización de murales sobre la vida de México, que fueron encargados a pintores consagrados del país con el propósito de revitalizar el arte autóctono de las regiones. Las masas, aunque iletradas aún, eran herederas de


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