Adoles(seres). Guillermo López
una etapa más en lo que llaman la continuidad del desarrollo madurativo de la sexualidad.
Los postfreudianos tanto en la línea annafreudiana como kleiniana descuidan esta discontinuidad traumática centrándose en un psicoanálisis adaptativo, o regresivo que posibilite vía la reviviscencia en el seno de la transferencia o la pedagogía posibilitar la evolución “normal” de la sexualidad. La creencia en una sexualidad genital, último escalón de la sexualidad “normal”, lleva a pensar que el amor genital es el ideal al que todo sujeto debe llegar. Pensar a la pubertad como adolescencia evolutiva, es olvidar y descuidar la importancia del real sexual traumático que se pone en juego como discontinuidad.
Freud en “Las metamorfosis…” da cuenta no solo del inicio de la adolescencia, en términos de irrupción, de despertar sino también de la finalización de ese tiempo, con la adquisición de una meta nueva, el acto sexual, como meta última a alcanzar. “La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos genésicos. En modo alguno es ajena (…) al logro del placer; más bien, a este acto final del proceso sexual va unido el monto máximo de placer”. (40)
Freud nos invita a pensar a la adolescencia como un tiempo lógico con un inicio y un final, que va del despertar como pubertad a una adquisición nueva, acceder al acto sexual. Tiempo lógico que incluye además del instante de ver y el momento de concluir, un tiempo para comprender.
Tiempo para comprender que implica para cada joven una preparación para alcanzar el acto sexual, preparación que supone la asunción y el consentimiento a una posición subjetiva respecto del goce: identificación a un sexo y elección de objeto. Freud propone que la elección de objeto también se realiza en dos tiempos, planteando que en la infancia se jugará esa elección amorosa con los padres según el Edipo, pero la adquisición definitiva de “la separación tajante entre el carácter masculino y el femenino se efectuará en la pubertad”. (41)
Este tiempo lógico de preparación del joven para el acto sexual implica dos momentos. Tal como nos parece nos lo hace entender Lacan en El prefacio al despertar de la primavera.
1- Por un lado Lacan siguiendo a Freud, siendo ortodoxo, plantea que este tiempo de preparación implica al inconsciente, es decir es por la vía del inconsciente como tal y de los sueños que se cifra algo del goce de un sujeto en su singularidad. “Pero ortodoxo en lo tocante a Freud –entiendo: lo que Freud dijo (…) Esto prueba al mismo tiempo que aún un hannoveriano (puesto que yo en un principio inferí que Wedekind era judío) es capaz de darse cuenta de eso. De darse cuenta de que hay una relación del sentido con el goce”. (42) Lacan, alude a que Wedekind se anticipa a Freud al articular el despertar sexual al despertar de los sueños.
Lacan nos muestra que la pregunta por la relación sexual, ¿qué es hacer el amor? será respondida por los y las jóvenes a través del saber inconsciente. Con los sueños pero especialmente con el despertar, se actualizará el fantasma sexual infantil, que brindará en el mejor de los casos representaciones imaginarias que le permitirán al joven identificarse y consentir a una posición de goce. Con esta preparación alcanzarán el acto sexual.
Parafraseando a Lacan en este primer tiempo de preparación a través del sueño y del despertar (en tanto se rompe el velo del fantasma) hay relación sexual, es decir hay soldadura entre el sujeto deseante y su posición de goce.
Si bien el fantasma se conforma en la infancia, su uso queda en suspenso hasta la pubertad. El fantasma sexual infantil tal como señala Eric Laurent pone en juego una elección de deseo, pero lo que queda en suspenso es la elección de goce, que se va a poner a prueba en la pubertad. Dice Laurent:
“La neurosis infantil es, con seguridad una elección del deseo perfectamente decidida. La neurosis como tal nos remite a una elección sobre el uso del fantasma. En este sentido es menester esperar una verificación del deseo por el tratamiento del goce que irrumpe (…) la elección sobre el uso del fantasma se decide en el après-coup de la prueba de la verificación, que no es simplemente la pubertad como maduración biológica sino como puerta abierta a una nueva dimensión de goce“. (43)
Ahora bien, muchas veces en la adolescencia se producen dificultades en la soldadura de la elección de deseo con la elección de goce, muchas veces el sujeto no consiente a su posición deseante o de goce en el fantasma produciéndose impasses, vacilaciones del fantasma, que llevan al desencadenamiento de una neurosis. (44)
2 - Por otro lado hay un segundo momento en la preparación de los jóvenes para el acto sexual, momento del no hay relación sexual. Lacan en el Seminario 22, contemporáneo a “El prefacio a El despertar de la primavera”, se desmarca de Freud declarándose hereje, criticando su creencia en el padre y en el Edipo. (45) Lacan está tratando de dar cuenta de un goce que excede el goce fálico, que es irremisible al significante y al sentido. Si bien el fantasma puede velar por la vía del inconsciente el agujero que la sexualidad cava en lo real. Hay límites. Dice Lacan: “Que lo que Freud delimitó de lo que él llama sexualidad haga agujero en lo real, es lo que se palpa en el hecho de que al nadie zafarse bien del asunto, nadie se preocupa más por él”. (46)
Hay un segundo momento en esta preparación de los jóvenes para el acto, en el que experimentan que el goce es irreductible, no hace relación. Momento en que el adolescente experimenta el goce como tal, al cual Lacan denomina goce femenino.
Dice Lacan: “Notable por haber sido puesto en escena como tal, es decir, para demostrar allí no ser para todos satisfactorio, hasta confesar que si eso fracasa, es para cada uno”. (47)
El goce es puramente autoerótico, no hace relación, no hay modo de resolver el goce innombrable por la vía de la relación al Otro, eso fracasa para cada uno, y se resuelve por la vía del síntoma.
5. Pubertad en singular. Adolescencias en plural
El término pubertad, tiene toda su pertinencia como concepto psicoanalítico tal como vimos, para dar cuenta del despertar. Alexander Stevens plantea a la pubertad como “el encuentro con un imposible” se trata del imposible de la relación sexual, imposible que puede pensarse como una interrogación, la pregunta por la relación sexual. (48) Frente a ese interrogante los jóvenes arman, uno por uno diferentes respuestas posibles y singulares. Respuestas todas de carácter sintomático. Respuestas que por ser múltiples y variadas podemos llamar en plural, adolescencias.
Se puede entonces plantear a la adolescencia como la respuesta sintomática posible siempre malograda que cada joven arma respecto a lo imposible de la relación sexual. En tanto respuesta individual tiene un margen de libertad e implica una elección del sujeto no solo en términos de estructura –neurosis o psicosis–, sino también en términos del consentimiento que puede dar el joven o no a su posición sexuada.
Además de las respuestas singulares que en tanto semblantes los sujetos pueden construir, la sociedad en sus diversos momentos históricos ofrece diferentes respuestas simbólicas posibles, es decir diferentes construcciones de la adolescencia para afrontar el trauma sexual de la pubertad.
LA ADOLESCENCIA: UN SEMBLANTE SOCIAL
Podemos afirmar que la pubertad en tanto despertar a lo real como trauma sexual, es universal y tiene existencia desde el comienzo de los tiempos. Las adolescencias como respuestas al agujero en lo real de la sexualidad, son creaciones que tienen una historia. La adolescencia como concepto social, psicológico, antropológico fue construido históricamente y como tal es un semblante.
El término adolescencia, proviene del latín adolescens participio presente de adolescere, que significa crecer, y se diferencia del participio pasado adultus, que marca el hecho de haber dejado de crecer. (49) Las dos expresiones surgen alrededor del siglo XVI, en un momentos en que la diferencia de las edades comienza a cobrar importancia en las clases sociales privilegiadas. Antes de ese siglo tener una cronología exacta y un dato preciso del año de vida de un menor no era algo importante. Será recién en el siglo XVIII y especialmente en el XIX con la instauración de la Escuela Secundaria Obligatoria, que se inventa el concepto de infancia y se pone en uso la noción de adolescencia, para dar cuenta de un tiempo