Lo que el psicoanálisis enseña a las neurociencias. Néstor Raúl Yelatti
la representación de “todo” el psicoanálisis sería presuntuoso pero, desde nuestra perspectiva, no nos parece en absoluto serlo cuando nos proponemos trasmitir lo que el psicoanálisis puede enseñar a las neurociencias, en tanto sustenten su saber a partir del método experimental.
Nos pareció un buen método ir directamente a los experimentos y hacerlos “hablar”. Porque una discusión o crítica “entre doctrinas”, está demostrado, no tiene consecuencias, y lo que procuramos aquí para el eventual lector, sea psicoanalista de “parroquia” propia o ajena, estudiante afín, neuro-científico inquieto o lego curioso, es que advierta en el libro una lógica, para acordar o disentir con ella.
Agradezco a mi amigo Miguel Furman la lectura atenta del borrador del libro, a Aníbal Leserre su disposición inmediata a escribir el prólogo, y a Jacques-Alain Miller que aún no sabe de su existencia y que, como se observará, no fue citado textualmente en ningún capítulo. Pero que es de quien aprendí a leer y que, por lo tanto, está de alguna manera en todos ellos. Lo que no exime, por supuesto, de la responsabilidad de quien esto escribe, de dicha lectura.
CAPÍTULO 1 El cerebro, ese “órgano fundamental”
Dado que este libro está dedicado fundamentalmente a contrastar la perspectiva neuro-científica con la psicoanalítica, conviene, en primer término, ubicar el campo propio de lo que, de modo genérico, se llama “neurociencias” En efecto, si consideramos la ubicación que hace un reconocido neuro-científico”. (1) Las neurociencias ocupan un lugar en el campo más amplio de la ciencias cognitivas, que es el nombre con que se designa el análisis científico moderno del conocimiento en todas sus dimensiones. De tal manera que las ciencias y tecnologías de la cognición, cuyo campo de investigación apunta al conocimiento, la información y la comunicación, incluyen además de las neurociencias a la inteligencia artificial, la psicología cognitiva, la lingüística y la epistemología.
Nos interesa, en especial, la psicología cognitiva en tanto procura “comprender la naturaleza y estructura de nuestras operaciones mentales” y descansa sobre la idea de que las actividades cognitivas son lo que hace el cerebro. Leemos en el Diccionario de ciencias cognitivas…
Es preciso contar con datos sobre el cerebro para caracterizar las actividades mentales […] se postula que el pensamiento no brota de cualquier sustrato, y que su sustrato, el cerebro, condiciona las formas posibles que puede tomar el pensamiento. (2)
Veamos, entonces, qué decir de este “sustrato” y de su importancia.
Aunque parezca una afirmación extrema comenzaremos diciendo que la relación cerebro-mente conduce a concebir que ninguna manifestación humana quedaría por fuera de este como órgano fundamental en tanto sustrato de aquella.
Eric Kandel. Nada es sin el cerebro
Uno de los científicos que incidió decisivamente en esta concepción fue Eric Kandel, quien recibió el Premio Nobel por sus decisivas contribuciones al conocimiento de los mecanismos de la memoria. Por otra parte, su temprano interés por el psicoanálisis lo llevó a querer rescatarlo de lo que parecía su seguro olvido por parte de la ciencia, intentando darle estatuto científico a sus hallazgos, por ejemplo, el inconsciente.
Encontramos, en sus textos principales, (3) lo que él considera cinco principios fundamentales que forman parte del pensamiento acerca de la relación cerebro-mente. Entendemos que hay que considerarlos porque esclarecen con precisión una concepción de la ciencia y sus hipótesis así como una precisa dirección de la investigación. Los principios son los siguientes:
1) Lo que se llama mente son funciones llevadas a cabo por el cerebro. Desde las más simples (caminar, comer) a las más complejas: pensar, hablar, la creación artística. “Las más complejas acciones cognitivas concientes o inconscientes”. Los trastornos de conducta son perturbaciones de la función del cerebro “aun cuando dichas perturbaciones sean originadas por el ambiente”.
2) Los genes y sus productos proteínicos son determinantes importantes en los patrones de interconexión entre neuronas. De manera que los genes y sus combinaciones ejercen un significativo control sobre la conducta. Por ende, la enfermedad mental tiene una determinación genética.
3) Los factores de desarrollo y sociales, también contribuyen de manera importante y pueden ejercer acciones sobre el cerebro modificando la expresión de los genes y, por lo tanto, la función de las células nerviosas. El aprendizaje, aun el que deriva en conductas disfuncionales, produce alteraciones en la expresión genética. “La formación (crianza) (nurture) se expresa como naturaleza (nature)”.
4) Las alteraciones en la expresión genética inducidas por el aprendizaje producen cambios en las conexiones neurales. Esos cambios, inducidos por contingencias sociales, constituyen las bases biológicas de la individualidad y de las anormalidades de la conducta.
5) La psicoterapia, que produce modificaciones a largo plazo, también produce cambios en la expresión genética y sus consecuencias.
Estos principios, que como se ve abarcan las manifestaciones consideradas “normales” como también las “patológicas”, evidencian claramente cuál es la lógica que preside la concepción de la “mente” en tanto manifestación del órgano cerebral.
La información genética, en la que se pueden producir modificaciones, el aprendizaje, que incide en dicha información y también en la estructura neural del cerebro, las incidencias sociales en sentido amplio, dado que abarcan desde el medio familiar hasta la sociedad en la que le tocó vivir a cada quién, los efectos de la palabra, por ejemplo a través de la psicoterapia, actúan sobre el cerebro y lo modifican. Esta última posibilidad es considerada a partir de los experimentos que el mismo Kandel realizó en sus estudios sobre la memoria. Estudiando un animal muy primitivo y con muy pocas neuronas, la “babosa de mar”, comprobó que la adquisición de una nueva huella mnémica, o sea una ampliación puntual de la memoria, implicaba la aparición de una nueva neurona: el cerebro demostró así ser plástico y modificable. (4) El concepto de “plasticidad neuronal” es aquí decisivo: una vez que pudo demostrarse que el cerebro no permanece igual a sí mismo y se puede modificar en función de diversos estímulos la hipótesis monista, clásicamente opuesta a la dualista cartesiana que separa la “cosa pensante” de la “cosa extensa”, pudo adquirir enorme consistencia. El cerebro tendría potencialmente la capacidad de dar cuenta de cualquier manifestación humana.
Utilizamos el término “manifestación” para incluir propiedades que no pueden considerarse como propiamente cognitivas, ni tampoco exclusivamente “emocionales”.* Para mencionar solo una de esas manifestaciones: la creencia** religiosa o lo que se llama la “fe”, no debería ser excluida de las funciones cerebrales.
Por lo pronto Kandel, quien confía mucho en el progreso de la ciencia, es consecuente en sus previsiones y anticipa que en un futuro las sustancias serán la mejor manera de incidir en el funcionamiento cerebral y en las técnicas de neuro-imágenes como la vía más precisa para determinar los cambios en el mismo, provengan estos de donde provengan. Pero sería injusto reducir la posición del neurobiólogo de hoy a la suscripta por Kandel en su momento. Su posición es extrema y contrasta con otras.
Existe en ciencia lo que se ha dado llamar un “pluralismo explicativo” que se opone a todo “reduccionismo” y que, por lo tanto, no supone una relación cerebro-mente unívoca cerebro-mente unívoca. Y para mencionar otra perspectiva que no reduce a la “mente” los componentes que participan en el proceso de su surgimiento, por ejemplo, los neurales, y la considera una “emergencia”, es decir, para decirlo con simplicidad, hay un plus, que no puede derivarse de los componentes causales que están en el origen de la misma.
Aun así, si la posición kandeliana, si se nos permite llamarla así, bien podría ser tildada de reduccionista, implica una lógica necesaria cuando de investigar las funciones del cerebro se trata. Porque si no fuera así, ¿qué quedaría excluido del órgano fundamental? ¿Qué es lo que no pertenecería a su incidencia? ¿Cómo se lo llamaría? ¿Alma tal vez, espíritu, inconsciente?
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