¿Cómo es la cena del Señor?. Richard D. Phillips

¿Cómo es la cena del Señor? - Richard D. Phillips


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      ¿CÓMO ES LA CENA DEL SEÑOR?

      Richard D. Phillips

      Publicado por:

      Publicaciones Faro de Gracia

      P.O. Box 1043

      Graham, NC 27253

      www.farodegracia.org

      ISBN: 978-1-629461-34-2

      Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por el autor y la editorial, P&R Publishing, P.O. Box 817; Phillipsburg, NJ, 08865-0817, para traducir y publicar este libro al español.

      © 2005 por Richard D. Phillips. Usado con permiso.

      © Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia, Copyright 2011. Todos los Derechos Reservados.

      Cover photo © istockphoto.com / mattjeacock; background © istockphoto.com / tomograf

      Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

      © Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

      ¿CÓMO ES LA CENA DEL SEÑOR?

      Richard D. Phillips

      Contenido

       ¿CÓMO ES LA CENA DEL SEÑOR?

       La Institución Bíblica

       La Cena del Señor y la Pascua

       La Cena del Señor como Señal

       La Cena del Señor como sello del pacto

       Cuestiones Teológicas

       La presencia de Cristo

       La eficacia del sacramento

       Cómo es comunicada la gracia

       La necesidad del sacramento

       Consideraciones Pastorales

       La presentación de la Cena del Señor

       Comunión restringida

       Participar dignamente en la Cena del Señor

       Conclusión

       Otros Tratados de la Misma Serie: Cuestiones Básicas de la Fe Cristiana

      Imagine que nuestro Señor Jesús, en la noche antes de su arresto y crucifixión, hubiera reunido a sus discípulos más allegados y les hubiera mostrado una práctica de culto por la cual El tenía que ser recordado después que se hubiera ido. Esta ordenanza serviría también para promover un vínculo espiritual entre los creyentes y para consagrar el significado de la muerte que Jesús estaba a punto de sufrir. Podemos imaginarnos cuán significativas serían estas instrucciones para los discípulos en los años venideros y qué papel más importante esta práctica de culto jugaría en la vida de la iglesia.

      Los que están familiarizados con los relatos del evangelio se darán cuenta de que esta no es una situación hipotética. Jesús, de hecho, estableció una práctica de culto sagrada –un sacramento– que centraría la fe cristiana en su muerte expiatoria y uniría a los creyentes en su comunión con Él durante todos los largos años entre su muerte y su segunda venida. Como nos podemos imaginar, este sacramento, la Cena del Señor, en efecto ha ocupado un papel central en la fe y práctica de la iglesia.

      Todo esto pone de manifiesto lo extraño que es que muchos creyentes, especialmente en el cristianismo evangélico contemporáneo, piensen tan poco en la Cena del Señor. Ellos rara vez la observan y le asignan poca importancia. Están en gran parte ignorantes de la teología que se ha vertido en ella y que de ella ha emanado. No obtienen seguridad o consuelo cuando reciben la Cena del Señor y no buscan gracia de ella. ¡Qué sorprendente es esto entre los que supuestamente tienen devoción a la Biblia!

      Creo que hay dos explicaciones para esto, y ambas son malas excusas. La primera, para muchos evangélicos, detenerse en los sacramentos representa el espectro del catolicismo romano, con su devoción mística y ritualista a la misa. Los evangélicos, por tanto, cometen el error de definirse a sí mismos en oposición a Roma, más bien que en conformidad con la Biblia. Así, como no son capaces de rechazar la Cena del Señor sin obviamente oponerse a la Biblia, muchos evangélicos piensan que cuanto más tapado esté este asunto, mejor.

      La segunda razón es la devoción evangélica a la Biblia como el principal medio de gracia. Sí, Jesús estableció el sacramento en la noche de su arresto. Pero después de su resurrección y ascensión, envió a los apóstoles al mundo como predicadores del evangelio. El libro de los Hechos no presenta a los apóstoles poniéndose ante el mundo con bandejas de galletas saladas y vasos de mosto. Más bien, ellos lo hacían con el Antiguo Testamento en sus manos y con el mensaje de Cristo ardiendo en sus corazones y desbordando de sus labios y plumas. Nuestro correcto énfasis en creer en la verdad de la Biblia – y nuestro no tan correcto acento en el evangelismo por encima del crecimiento cristiano– produce frialdad ante la idea bíblica de la gracia sacramental.

      El desafío ante los evangélicos de hoy, y especialmente de aquellos que abrazan la teología reformada, es que asignen a la Cena del Señor el lugar que nuestro Señor dispuso para ella. Esto significará afirmar la primacía de la Palabra de Dios en nuestro ministerio, tal como fue demostrada en el ejemplo de los apóstoles. Pero también esto significa restaurar para nuestro culto y nuestro enfoque del crecimiento espiritual una participación agradecida y con fe de la Cena de nuestro Señor. El objetivo de este cuaderno es proveer el entendimiento que necesitamos, considerando la institución bíblica de este sacramento, seguido por un tratamiento compacto de cuestiones teológicas y concluyendo con las consideraciones pastorales para administrar y recibir este bendito medio de gracia.

      La Cena del Señor recibe su nombre del uso de Pablo en 1 Corintios 11:20. Otros nombres comunes que se derivan de la Escritura son la Eucaristía (de 1 Corintios 11:24) y Santa Comunión (de 1 Corintios 10:16). El término católico romano de Misa proviene de la palabra del latín missa, usada para despedir al pueblo al final de la liturgia latina. No hay apoyo bíblico para este término.

      Los Reformadores insistieron que un sacramento –es decir, un misterio sagrado prescrito para nuestro culto– debe haber


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