El sueño de las palabras. Reflexión y práctica pedagógica de la literatura infantil. Denice Barrionuevo Balseca

El sueño de las palabras. Reflexión y práctica pedagógica de la literatura infantil - Denice Barrionuevo Balseca


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posible que en un inicio los bebés no presten atención a la lectura, no fijen la mirada en el libro y se distraigan, pero poco a poco, a medida que empiecen a reconocer las palabras, las ilustraciones y el sentido del texto, irán interesándose en lo que les dicen los libros.

      Permitan que los niños toquen los libros, que jueguen con ellos y hasta que los muerdan porque esa es su mejor forma de conocer las cosas.

      Si es posible presentarles varios libros para que ellos escojan el que deseen.

      Al inicio la mejor posición para leerles es sentados en nuestras rodillas. Más adelante se pueden intentar nuevas posturas como leerles en la cama antes de dormir.

      Tanto padres como maestros y cuidadores cuentan con las condiciones básicas para estimular el lenguaje y motivar a la lectura a su bebé. Puede ser que al principio no resulte muy fácil leer a los niños en los primeros años, pero debemos aprender a confiar en que el cariño que sentimos nos irá enseñando cuál debe ser el ritmo, el tono, el mejor momento para leer y el libro más apropiado.

      Sobre la importancia de la intención y actitud en nuestros acercamientos a los niños quiero compartir una anécdota que habla sobre el poder de la voz en la lectura en voz alta. A una amiga, cuya bebé no dormía bien por las noches, el doctor le recomendó que le leyera cuentos al momento de acostarla. Pero como mi amiga no tenía cuentos y, tal vez, ni posibilidades de acceder a ellos en ese momento, el doctor le dijo “Entonces léale la guía telefónica” Y durante algún tiempo esa fue la única lectura que tuvo esa bebé que tiene ahora 21 años, estudia literatura, es una gran lectora y escribe muy bien. ¿Cómo se la leyó la mamá? ¿Qué intenciones ponía en su voz? ¿Trasmitía humor, sorpresa, fascinación? ¿Cómo se las arregló esa mamá para encantar a esa niña con la guía telefónica? Seguramente el interés en su hija y el amor que le puso a la actividad fueron los ingredientes fundamentales.

      Los libros ilustrados y el libro álbum, en los cuales la imagen y el texto construyen simultáneamente la historia, son ideales para fomentar la lectura en los primeros años, puesto que son muy potentes en el desarrollo del lenguaje y la creación simbólica en los niños. La importancia que tienen las ilustraciones en la narración les permite participar en mayor medida en la interpretación de la historia y, más adelante, cuando han avanzado en el desarrollo de la oralidad, facilitan la creación de sus propias historias contadas a partir de las ilustraciones, historias que muchas veces difieren del cuento original.

      Las ilustraciones de los libros tienen un rol muy importante en la formación de los niños como lectores de este siglo, puesto que les preparan para leer el código alfabético y el código gráfico. En este sentido no cumplen el rol de ser un mero adorno o un apoyo para explicar el contenido del libro, sino un nuevo tipo de lectura.

      Según Teresa Durán, las imágenes de los libros ayudan a los niños a enriquecer y ensanchar su conocimiento visual y la percepción de las cosas. Y distingue tres funciones básicas que se derivan de esa lectura visual que se lleva a cabo cuando un niño mira un libro: reconoce, se identifica con él mismo, e imagina (Durán, 2002: 41).

      En primer lugar, el niño reconoce que lo que está viendo no es el objeto real cuyo nombre y características ya conoce sino una representación del mismo. Se identifica cuando descubre en las ilustraciones las diferentes actitudes y sentimientos que viven los personajes y los asocia con vivencias similares que él ha experimentado, y finalmente las ilustraciones, a más de enriquecer el contenido de la historia, le permiten imaginar y crear nuevas historias y situaciones a partir de su propias experiencias, conocimientos y deseos.

      La lectura de los libros ilustrados y de los libros álbum presenta además otras posibilidades de actividades: luego de leerles un libro álbum se puede pedir a los niños que nos cuenten la historia. Con seguridad ellos se alejarán del texto que escucharon y narrarán otra historia a partir de las ilustraciones, agregando muchas veces elementos inexistentes en la página pero necesarios para su narración. Otra variante es preguntarles ¿Qué pasaría sí…? Y hacerles una pregunta que lleve la historia hacia otro derrotero. O hacerles participar a ellos de la historia como otro personaje más.

      Michèle Petit, antropóloga francesa, plantea que la literatura en los primeros años ayuda a la construcción de la subjetividad. Ella describe a la lectura como “una habitación para uno mismo” Un espacio en el cual uno puede percibirse como separado del otro, capaz de un pensamiento independiente. Una actividad síquica en la que se ponen en juego las propias fantasías, los propios deseos y las angustias.

      La lectura, en esta o en cualquier edad, puede ser un regalo que nos humaniza o una imposición tediosa. Es un regalo cuando lo entregan los padres o cualquier otro familiar en casa, recubierto de cariño, de aventura, de misterio, o cuando en sus primeros años de escolaridad una maestra amorosa lo da como un chocolate, envuelto en sonrisas y juegos. Y es una imposición poco placentera cuando alguien, quien sea, lo obliga a leer, sin develarle el secreto que esconden esos bichitos negros, impresos en un papel, todavía inentendibles para él, aunque vayan junto a ilustraciones de bellos colores. Si ese alguien no le muestra el tesoro de risas, emociones y conocimiento que guardan los libros, si no existe un buen mediador, la lectura puede convertirse en uno más de los fastidiosos y aburridos deberes que imponemos a los niños.

      En los primeros años la literatura debe formar parte de la vida diaria de los niños y es a partir de esta experiencia literaria como ellos aprenden a leer con gusto, es decir, a construir sentidos y significados y a disfrutar del lenguaje escrito, mucho antes de aprender a leer y escribir en sentido alfabético.

      Inculcar a los niños el sentido del placer de la lectura significa no solo lograr que se diviertan leyendo, sino que aprendan mientras leen, que crezcan, que tengan mayor curiosidad, que sepan para qué leen. Que desarrollen el placer que da el conocimiento, no el conocimiento escolar, sino el conocimiento de sí mismos, del mundo visto desde variados ángulos y la entrada al universo que abre la imaginación.

      Más adelante vendrán otras lecturas, entre ellas los maravillosos cuentos de hadas de Perrault, Grimm y Andersen, que nunca pasarán de moda, y la excelente producción de literatura infantil que hay en el mundo entero para todas las edades y también en el Ecuador.

      Respecto a los cuentos de hadas cuya lectura ha sido cuestionada en diferentes ocasiones, Mem Fox, escritora australiana cuenta una anécdota sobre el poder de esta literatura: “En cierta ocasión, una mujer se acercó a Einstein para preguntarle qué podía hacer para que sus hijos fueran más inteligentes y Einstein le respondió: ‘Léales cuentos de hadas’. Ella, riéndose, le replicó: ‘Ya, ¿y qué debo hacer después de haberles leído cuentos de hadas?´. A lo que Einstein le dijo: ‘Pues léales más cuentos de hadas’. Seguramente Einstein, quien dijo que la imaginación era más importante que el conocimimento, valoraba la poderosa simbología que guardan estos textos. (Mem Fox 2013)

      “La literatura existe porque el mundo no basta”, dijo el gran poeta portugués Fernando Pessoa. El mundo y la experiencia vital que nos ha tocado en suerte no bastan porque la imaginación de la que hemos sido dotados y la ambición de abarcar el mundo más allá de nuestros límites humanos y geográficos hacen que deseemos ser otros, vivir experiencias desconocidas, conocer lugares a los que nunca iremos físicamente, introducirnos en la piel de los animales y las cosas. Y no basta no solo para los adultos con gran curiosidad intelectual o espiritual, sino también para los niños. Tenemos esa necesidad desde que nacemos y la prueba de ello es el juego infantil en el cual este deseo se expresa en todo su esplendor.

      La niña monta en la escoba y se convierte en un jinete que corre por la montaña, con una corona de papel es una princesa que vuela sobre un dragón y con un gorro de papel periódico una bruja sobre su corcel mágico; en la bañera es un pirata que persigue a otros barcos o una sirena que toma el sol en la playa; el niño se pone una cacerola en la cabeza y es un extraterrestre, un mago o un guerrero. Los niños juegan a ser otros y por eso aceptan con facilidad la literatura y los múltiples mundos que esta les propone. Expertos en convivir con la ficción, tararean los cuentos y les inventan nuevos escenarios,


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