Sola ante el León. Simone Arnold-Liebster

Sola ante el León - Simone Arnold-Liebster


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      DEDICATORIAS

      A mi querido padre porque nos rodeó de tantas atenciones y belleza, nos guió con benigna autoridad, valor ejemplar y sentido del humor, lo que hizo de nuestro hogar un remanso de paz.

      A mi apreciada madre porque enseñó y ayudó a crecer a su “pequeña” hasta convertirse en una adulta feliz, consolándola y colmándola de paciente amor maternal.

      También a Adolphe Koehl, el mejor amigo de papá, por ayudarnos generosamente a enfrentarnos a nuestra situación y porque su valentía y sentido común han iluminado mi camino.

      A mi abnegada tía Eugenie por sacrificar todas sus ganancias y arriesgar su vida por nosotros. Se granjeó mi cariño como una segunda madre.

      Tampoco quiero olvidarme de Marcel Sutter, cuya vida me sirvió de ejemplo y me proporcionó aliento. Fue como un hermano, un amigo verdadero.

      Debo incluir a Charles Eicher, quien me animó a viajar a Nueva York, me puso en contacto con mi “Liebster” y me introdujo en una nueva vida de provecho y actividad.

      APUNTE HISTÓRICO

      En la época del Nacionalsocialismo, las creencias religiosas, enseñanzas y actividades de los testigos de Jehová preconizaba una forma de vida cuyos principios chocaban con los del gobierno nacionalsocialista. He aquí un pequeño grupo formado por entre veinte y veinticinco mil personas de Alemania y otras regiones anexionadas al Tercer Reich que declaraban abiertamente su creencia en una especie de gobierno en la sombra, directamente opuesto al régimen nazi. Un grupo que no aceptaba las leyes raciales gubernamentales, que se negaba a realizar el juramento de lealtad a Adolf Hitler y el saludo alemán, y que rehusaba tomar las armas por Alemania.

      Conocemos las estadísticas: cerca de diez mil testigos de Jehová fueron encarcelados y unos dos mil enviados a campos de concentración, de los cuales al menos la mitad fueron asesinados, más de doscientos cincuenta por decapitación.

      Lo que no conocemos tan bien es el día a día de este extraordinario grupo de hombres, mujeres y niños comprometidos durante el régimen de terror nacionalsocialista.

      Por ello reviste tanta importancia la autobiografía de Simone Arnold Liebster. Aporta un nombre y una voz a estas cifras. Narra la historia de la resistencia que opone el espíritu a un mal monstruoso, y lo hace a través de los ojos y recuerdos de una niña.

      Aquellos que opusieron resistencia a las fuerzas del mal nazi cuando una sencilla declaración de lealtad al gobierno les habría garantizado su bienestar, cuando una simple firma les habría librado del infierno de los campos de concentración y de trabajos forzados, y los habría protegido de la violencia y el asesinato, son dignos del recuerdo y la admiración. Nos proporcionan esperanza y fe en la victoria final de la bondad humana.

      Simone Arnold Liebster se cuenta entre este grupo de personas singulares.

      Abraham J. Peck,

      Vicepresidente de la Asociación

       de Organizaciones del Holocausto.

      PRÓLOGO

      La autobiografía de Simone Liebster (Arnold de soltera) es un absorbente relato de una búsqueda personal de fe e identidad que la obliga a tomar difíciles decisiones de carácter social, político y religioso durante su niñez. Nacida en 1930 en Mulhouse (Alsacia), por entonces parte de Francia, Simone Arnold Liebster creció en el seno de una familia católica, grande y unida, durante los años treinta, una década de malestar social e incertidumbre política. El conformismo religioso era la norma en aquella región de mayoría católica. En 1938, pese a la oposición familiar, la madre de Simone, Emma Arnold, se convirtió a las creencias de los testigos de Jehová. Con el tiempo, el padre de Simone, Adolphe Arnold, también se bautizó como Testigo, y Simone aceptó esas creencias mientras todavía era una niña en 1941.

      Las regiones de Alsacia y Lorena pertenecieron a Alemania desde 1871 hasta 1918, cuando volvieron a formar parte de la jurisdicción francesa hasta mediados de junio de 1940, fecha en la que fueron incorporadas al Reich alemán. Casi de inmediato, los alemanes impusieron sus criterios sociales y políticos, que rápidamente excluyeron a un gran número de “indeseables”, entre ellos los testigos de Jehová, para los cuales no había un lugar en el “nuevo orden” germánico. El alemán se convirtió de nuevo en la lengua oficial de la zona. Los inconformistas pronto tuvieron que temer las denuncias de los vecinos, a medida que se iban deshaciendo los vínculos de la sociedad civil.

      El padre de Simone, Adolphe, fue detenido el 4 de septiembre de 1941, menos de un mes después de que Simone se hubiera bautizado como Testigo. Tras este arresto, Simone y su madre se enfrentaron a crecientes dificultades económicas dado que confiscaron el salario del padre durante su arresto, se incautaron de su cuenta bancaria, y denegaron el permiso de trabajo a la madre. Durante los siguientes dos años, Simone y su madre tuvieron que conseguir el alimento a cambio de pequeños trabajos.

      Tras su arresto, el padre de Simone fue encarcelado en el campo de internamiento de Schirmeck-Vorbruck, ubicado en Labroque. Este campo de prisioneros se había abierto a mediados de julio de 1940 “para aquellos cuyo comportamiento pudiese poner en peligro la autoridad alemana en la zona” y “para enseñar a los elementos desobedientes de Alsacia las actitudes debidas en el trabajo y el orden político del Reich alemán”.* La lista de “indeseables” y “elementos desobedientes” seguía el patrón de las categorías habituales que los alemanes distinguían en todos los territorios ocupados, entre las cuales estaban los testigos de Jehová. Dado que sus creencias no les permitían obedecer de forma incondicional al Estado, los Testigos de Alsacia y Lorena fueron objeto de la misma persecución a la que se estaban enfrentando los demás Testigos desde 1933 en la Alemania nazi. Tiempo después, el padre de Simone, Adolphe Arnold, fue trasladado de Schirmeck a los campos de Dachau y Mauthausen-Gusen, y más tarde fue puesto en libertad en mayo de 1945 en Ebensee, uno de los campos subsidiarios de Mauthausen.

      A partir de 1941, Simone se vio sometida en la escuela a crecientes amenazas físicas y sicológicas con el propósito de que se amoldase al comportamiento de sus condiscípulos, ya que se había negado a realizar el saludo “Heil Hitler” y unirse a la Liga de Chicas Alemanas (Bund deutscher Mädel). Los niños testigos de Jehová de edad escolar tuvieron que soportar amenazas y represalias tanto en la Alemania Nazi como en las regiones anexionadas de Alsacia y Lorena. Cuando los hijos de Testigos se negaban a inscribirse ya fuera en las Juventudes Hitlerianas o en la Liga de Chicas Alemanas, o a acatar las normas de conducta social y política nazis, los directores de las escuelas les quitaban a los padres su custodia y los enviaban a hogares nazis o a correccionales juveniles.

      En la Alemania Nazi se separó a la fuerza de sus padres mediante procesos judiciales formales a más de quinientos hijos menores de testigos de Jehová. La autobiografía de Simone nos aporta detalles específicos acerca de la vida de estos niños en reformatorios nazis durante el transcurso de la guerra. Se suspendía la custodia paterna y el contacto con los padres si se juzgaba a un niño culpable de conducta inmoral o deshonrosa, como por ejemplo, no pertenecer a las organizaciones nazis. Los responsables escolares, la policía y los juzgados de menores y de distrito dictaminaban que los padres Testigos ponían en peligro el bienestar de sus hijos al no ajustarse a las normas del sistema educativo y la sociedad nazis. Pocas veces se ha narrado con detalle la suerte que corrieron esos niños separados de sus familias. Las memorias de Simone Arnold Liebster nos permiten ahondar en sus vivencias más intimas.

      Simone Arnold fue expulsada de la escuela después de haber sido objeto de un trato brutal físico y psicológico, y de que se la presionara para que se amoldara a los demás. A la edad de doce años le quitaron su tutela a la madre y la transfirieron a Wessenberg Erziehungsanstalt, un reformatorio de Constanza. Sumida en un mundo de persecución y aislada de sus padres, Simone Arnold tuvo que renunciar a su adolescencia a fin de sobrevivir. El mundo de la infancia y de la adolescencia es por lo general una época de crecimiento y desarrollo. Para estos niños atrapados bajo el control nazi, la vida se convirtió en un mundo invertido de sombríos horizontes y terror.

      La autobiografía de Simone Arnold Liebster devuelve


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