Meditaciones, Tomo 1. Marino Restrepo
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MEDITACIONES
Tomo I
Marino Restrepo
Copyright 2011 Marino Restrepo
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Diseño de carátula:
Tejada Amador
Nora Amador
Diagramación:
Patricia Rodríguez
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ISBN-13: 978-1-4566-0431-8
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PRÓLOGO
Este es un documento sobre la experiencia de la Misericordia de Dios en la vida de Marino Restrepo a quien he conocido personalmente y con quien he compartido ampliamente diferentes reflexiones de su experiencia mística con Dios.
Marino goza de una estricta dirección espiritual firmemente alineada con las enseñanzas de la Iglesia Católica.
Considero que las reflexiones publicadas en este libro, son materia valiosa espiritual, que definitivamente contribuyen al enriquecimiento de la fe cristiana y que no presentan ningún rasgo que contradiga las enseñanzas de la doctrina de la Iglesia Católica.
Siendo este libro el producto de una revelación privada recomiendo siempre al lector recordar que estas revelaciones se deben tomar, no como cuerpo de materia teologal de la doctrina de la Iglesia, sino como expresiones del infinito lenguaje de Dios por medio de su Santo Espíritu, quien escoge a quien bien decide, sin ninguna discriminación. Las recomiendo como medio de profundización de la fe en Cristo resucitado.
He disfrutado de su lectura y he encontrado riqueza en ellas para introducirlas a todas las almas que buscan a Dios con sed de su Amor y un corazón sincero y contrito.
1 de diciembre de 2005
+ Monseñor Román Danylak
Obispo titular de Niza
INTRODUCCIÓN
Mi vida de misionero llega a un momento crucial el 17 de Enero del año 2002. Llevaba dos años continuos de misión por diferentes países del mundo y todo parecía indicar que esta decisión de ser misionero, de llevar las enseñanzas que recibí de nuestro Señor Jesucristo por medio de la experiencia mística que viví en Enero 11 de 1997, cuando estaba secuestrado por los guerrilleros colombianos, era la voluntad de Dios.
Pero el 17 de Enero del año 2002 siendo las 9:30 de la noche, cuando procedía a abandonar el parqueadero de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario en la ciudad Sun Valley, California, después de haber dado una charla sobre “El Silencio de la Cruz”, fui agredido violentamente por un ex -socio mío colombiano con quien había vivido un fracaso económico años atrás, antes de mi conversión.
Estando yo secuestrado por la guerrilla en Colombia en el año 1998, el asumió por información de terceros, que yo había sido asesinado ya por los rebeldes y utilizó esa oportunidad para evadir toda responsabilidad sobre las inversiones hechas con nosotros por parte de su familia y amigos. Alegando que yo había malgastado ese dinero. La verdad es que ambos éramos responsables de estas inversiones.
Esa noche me asaltó mientras yo estaba dentro de mi automóvil, la gente que salía de la iglesia llamo a la policía para defenderme pensando que estaba siendo agredido por un demente callejero.
A llegar la policía, él se acercó a ellos y les informó que yo tenía un cargo pendiente con la ley. Ellos procedieron a buscar mi nombre en el computador de la patrulla, y efectivamente tenía una orden de arresto por haber declarado falsamente en un documento federal que yo había nacido en los Estados Unidos, así que procedieron a arrestarme.
Al llegar a la cárcel y ser procesado, todo esto da vueltas por mi mente y mi corazón; yo no sabia que hacer, si denunciarlo u olvidarlo y aceptar el dolor de este momento con el amor que el Señor me había enseñado a conocer; además, acababa de predicar por dos horas sobre el “Silencio de la Cruz”, sobre perdonar, sobre amar a nuestros enemigos, sobre acostarnos en el madero de la Cruz y dejarnos clavar por el odio, la maldad, la envidia de nuestro prójimo para poder ser resucitados en el Amor del Señor Jesús, nuestro Redentor. ¿Qué hacer? Llamé a mucha gente desde mi celda en medio del dolor físico de las heridas que había recibido en el brutal asalto, todo me dolía, ya había recibido asistencia medica de parte de la enfermera de la cárcel y esto me había ayudado un poco. Mi caso no era grave, tenía una fianza de 500 dólares y ya iba a llegar uno de mis hijos en la mañana a cancelar esa fianza para darme mi libertad y atender este asunto legal desde afuera.
A la mañana siguiente cuando me dirigía a pagar mi fianza para salir, me encontré con la sorpresa que no podía pagarla, porque me la habían quitado.
Mi ex socio había madrugado a la oficina del fiscal federal que estaba a cargo de mi caso menor y se había presentado como informante del Departamento de Estado alegando que yo tenía vínculos con la guerrilla colombiana, lo cual obviamente era falso. Esta acusación apareció en un momento en que apenas habían pasado tres meses desde el acto terrorista a las Torres de New York. Unas semanas atrás, se había publicado una noticia especulando una vinculación de la guerrilla colombiana con el terrorista Bin Laden. Este ex socio sabía que cualquier persona que fuera acusada de algún movimiento sospechoso, de actividades terroristas, sería encarcelada inmediatamente y sometido a un penoso proceso penal que podría durar muchos meses. El nuevo estatuto de seguridad que el Congreso americano había pasado después del atentado del 11 de Septiembre, le daba poder a todas las agencias federales de investigación, de hacer arrestos indiscriminados como encontraran conveniente.
Todo lo anterior, sumado a una serie de falsas informaciones y calumnias difundidas en diversos medios de comunicación en Colombia, donde se me culpaba además de estafa a diversos personajes, y de vinculación a la guerrilla, crearon un cuadro oscuro en mi vida.
Mi vida misionera de dos años se encontraba desafiada por la más cruel persecución en Colombia. Mi lucha en esa celda aquella mañana del 18 de Enero del 2002 no podía ser más difícil y confusa. Todo parecía empujarme a un gran abismo de contradicciones, yo no quería consultar más a ninguna de las personas de confianza en mi nueva vida en Cristo. Cualquier decisión que yo tomara determinaría mi verdadera vida en Dios, o el verdadero descalabro de todo lo que había predicado hasta el momento. Había presentado en las últimas semanas en California, una serie de charlas sobre “El Silencio de la Cruz” y este tema desnudaba una realidad difícil y comprometedora con nuestra vida cristiana. Hablaba de perdonar, de aceptar la vida como se presentara como Voluntad Divina aunque las circunstancias presentes fueran el resultado de nuestras acciones pasadas; Dios permitía las pruebas para apartarnos de nuestros errores y traernos de regreso a la Gracia. Hablaba de ofrecer a Dios el dolor, la humillación, la traición, la violencia contra nosotros, y todo lo que representara flagelo a nuestra humanidad. De entregarlo en reparación por nuestros pecados, en purificación por toda nuestra maldad. Todas