Vacuidad y no-dualidad. Javier García Campayo
Javier García Campayo
Vacuidad
y no-dualidad
Meditaciones para deconstruir el «yo»
Prólogo de David Loy
© 2019 by José Javier García Campayo
© de la edición en castellano:
2020 by Editorial Kairós, S.A.
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien Van Steen
Primera edición en papel: Septiembre 2020
Primera edición en digital: Septiembre 2020
ISBN papel: 978-84-9988-759-3
ISBN epub: 978-84-9988-780-7
ISBN kindle: 978-84-9988-781-4
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YO NO SOY YO
Yo no soy yo. Soy este que va a mi lado sin yo verlo, que, a veces, voy a ver, y que, a veces olvido. El que calla, sereno, cuando hablo, el que perdona, dulce, cuando odio, el que pasea por donde no estoy, el que quedará en pie cuando yo muera.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Prólogo
Cuando consideramos la aportación que las tradiciones contemplativas pueden ofrecernos hoy en día, ningún concepto es más importante que el de la «no-dualidad», un término que puede tener muchos significados, dependiendo del contexto. En general, la no-dualidad niega cualquier distinción que solemos dar por supuesta: por ejemplo, entre la mente y el cuerpo, la trascendencia y la inmanencia, los medios y los fines y, especialmente, la no-dualidad entre sujeto y objeto, entre el yo y los otros, que es el núcleo de este libro. Estas afirmaciones se encuentran en todas las religiones, pero son más frecuentes en la literatura mística abrahámica y en tradiciones asiáticas como el budismo, el vedanta y el taoísmo.
¿Qué podemos aprender actualmente de estas enseñanzas? Invariablemente, las dualidades son descritas como ilusorias y problemáticas, como una fuente de insatisfacción. En un lenguaje más contemporáneo diríamos que son constructos psicológicos y sociales que a veces son necesarios, pero que no deben confundirnos. Un niño, por ejemplo, no nace con una conciencia de estar separado de los otros. El sentido de un yo separado se desarrolla conforme crece y aprende a usar palabras como «yo», «mi» o «mío». Estructurado sobre nuestros patrones habituales de pensar, sentir y actuar con otros, el sentido dualístico del yo también es un componente social. El niño aprende a verse a sí mismo como le ven los otros, y por eso no es extraño que siempre sea muy sensible a la evaluación de los demás.
El hecho de que el yo sea un constructo abre la puerta a una posibilidad que la moderna psicología justo está empezando a explorar: las meditaciones deconstructivas pueden conducir a experimentar el mundo y a nosotros mismos en el mundo de una forma diferente, no-dual. Este es un territorio familiar para los no-dualistas entrenados en la espiritualidad asiática, que durante milenios ha enseñado meditaciones que pretenden alcanzar esa condición. El descubrimiento contemporáneo de dichas tradiciones y prácticas ha sido uno de los grandes beneficios de la globalización, permitiendo que se inicie una fructífera conversación entre Oriente y Occidente.
Es en este contexto en el que surge el nuevo libro del profesor García Campayo, Vacuidad y no-dualidad. Combina un profundo análisis de lo que la psicología occidental ha descubierto sobre la naturaleza del yo y el ego con una profunda apreciación de lo que las religiones asiáticas tienen que ofrecernos. Explica claramente los problemas producidos por la comprensión dualista de nosotros mismos y nuestra relación con los otros, y ofrece introducciones al budismo, vedanta y taoísmo que subrayan lo que estas tradiciones enseñan en respuesta a estas cuestiones. Aún más importante, el profesor García Campayo ofrece mucho más que un resumen de estas tradiciones: entra en detalle describiendo una gran variedad de prácticas contemplativas y meditaciones deconstructivas que realmente promueven una transformación experiencial, personal y directa. En su ambiciosa estructura, este libro concluye apuntando más allá de sí mismo, a las formas no-duales de experimentar lo que las grandes tradiciones espirituales enseñan. Hay mucho que aprender de la admirable síntesis del profesor García Campayo, pero aún más hay que aprender de las prácticas que se recomiendan.
DAVID R. LOY
Maestro del linaje sambo del budismo Zen
Profesor de Ética, Religión y Sociedad en la Universidad de Bunkyo, Japón
1. Concepto y tipos de no-dualidad
La no-dualidad (en sánscrito advaya y advaita; en tibetano gÑis-med; en chino pu-erh; y en japonés funi) es, probablemente, el concepto más importante de las filosofías y religiones orientales, pero también uno de los más ambiguos. Grimes (1996: 15) lo define como «un estado de consciencia maduro en el que la dicotomía “yo-los otros” es transcendida y la consciencia es descrita como “sin centro” y “sin dicotomías”». Aunque puede aparecer de forma espontánea, suele ser producto del entrenamiento en prácticas contemplativas. Pese a que el concepto se encuentra más ligado a las tradiciones espirituales orientales como el budismo, el taoísmo o el vedanta advaita, también se encuentra en las tres religiones monoteístas, islam, judaísmo y cristianismo, así como en tradiciones grecolatinas o en movimientos espirituales modernos como el unitarianismo, el trascendentalismo, el universalismo y el perennialismo. Durante todo el libro, cuando hablemos de no-dualidad y de deconstrucción del yo, nos centraremos en los conceptos y prácticas de las tres religiones orientales anteriormente descritas, pero existen libros que analizan a fondo las prácticas no-duales de otras tradiciones místicas (Alvarado, 2012).
Existirían múltiples dualidades. Según Loy (1999) algunas de las más importantes son las siguientes:
1. Dualidad de conceptos bipolares: existen muchos conceptos en cualquier idioma que parecen muy alejados y diferentes, pero que, en última instancia, son lo mismo pero opuestos. Así, por ejemplo, «grande» y «pequeño» son dos formas de hablar del tamaño de un objeto; «alto» y «bajo» describen la altura; «bello» y «feo» describen la belleza de un objeto, y así sucesivamente. En la mayor parte de los casos, esta dualidad se asume y no es relevante para la vida de las personas, pero algunos conceptos importantes para las religiones, muy cargados emocionalmente, pueden generar mucho sufrimiento si uno no es consciente de las implicaciones de la dualidad. Por ejemplo, si uno quiere ser rico, necesariamente tiene miedo a ser pobre.
En la tradición oriental, la principal dualidad se da entre «sabiduría» e «ignorancia», y este extremo es el que diferencia a una persona que practica la religión de quien no lo hace. Sin embargo, en las tradiciones monoteístas abrahámicas, la mayor dualidad es «el bien» y «el mal», y se considera de una forma metafórica que el mundo es una especie de tablero de ajedrez donde ambos libran una batalla y donde los seres humanos somos peones de dicha guerra. Asociado a ese concepto se encontraría el de «pureza», si se contempla el bien, e «impureza», si no se hace así. El problema de esta dualidad y de buscar de manera compulsiva «el bien» y «la pureza» obliga a que uno tenga que ser absolutamente consciente y estar preocupado por «el mal» y «la impureza». De hecho, la lucha contra el mal ha sido una de las principales fuentes de sufrimiento de la humanidad. El concepto de bien y mal es inverso a cada uno de los grupos que la defienden: si