Pasión y fuego. Dani Collins

Pasión y fuego - Dani Collins


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2020 Dani Collins

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Pasión y fuego, n.º 2811 - octubre 2020

      Título original: A Hidden Heir to Redeem Him

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-908-7

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      HACÍA mucho tiempo que Valentino Casale se había endurecido contra cosas tan inútiles como los sentimientos, pero no podía evitar sentirse irritado por las congestionadas calles de Atenas.

      El tráfico era problema de su chófer, no el suyo. Sin embargo, se rebulló con inquietud en el asiento. Volver a Grecia le irritaba profundamente. De niño, cuando lo enviaban allí, siempre le había parecido un castigo y seguía considerándolo como tal. Además, el hecho de verse atrapado entre el dinero de su padre y las ansias de su madre por conseguirlo era como si lo arrojaran a una jaula con un tigre hambriento. Por lo tanto, no, no le agradaba volver a estar allí. Al menos, su padre ya no estaba. Algo bueno tenía que haber.

      Si tuviera sentimientos, Val estaría experimentando pena o, lo que algunos denominaban como «pasar página». Sin embargo, desde que recibió la noticia de que Nikolai Mylonas había muerto hacía dos días, Val no había sentido nada, ni siquiera alivio. Su padre sería incinerado y sus cenizas se depositarían en la isla de su propiedad. En lugar de un funeral al que nadie asistiría, se había pedido a sus dos hijos y a las madres de ambos que se presentaran en persona en la lectura de su testamento.

      Val había rechazado disfrutar de la riqueza de su padre hacía dos décadas. Había amasado su propia fortuna con su propio esfuerzo sin necesidad de nadie. Incluso le había proporcionado a su madre una jugosa asignación con la esperanza de que ella dejara de soñar con el dinero de Niko. Desgraciadamente, no había funcionado.

      Val seguía sin querer nada, tal y como le había reiterado en repetidas ocasiones al abogado de su padre cuando este lo había llamado para concertar la reunión. Fuera lo que fuera lo que a él le correspondiera heredar, y si no podía rechazarlo, se lo cedería a su madre.

      Le habían informado que había ciertas estipulaciones que requerían la presencia de todas las partes antes de que se pudiera proceder. El abogado se había apresurado a añadir que se mencionaba a la madre de Val, por lo que a él le interesaba hacer acto de presencia y asegurarse de que todo seguía su curso.

      ¿A quién le importaba adónde iba el dinero? A Evelina Casale. A ella le importaba el dinero de Niko por encima de todas las cosas y, sobre todo, lo que más le importaba era cuánto dinero recibiría ella en comparación con Paloma, la exesposa de Niko. Si a la otra mujer se le otorgaba tan solo un euro más, sabía que Val se tendría que enfrentar a su medio hermano.

      Otra cosa buena…

      –Pare –ordenó de repente cuando su mirada detectó el escaparate de una galería de arte–. Voy a bajarme aquí.

      Cuando descendió del coche, recibió un nuevo mensaje de texto de su madre, en el que le informaba que ya había llegado al vestíbulo del edificio Mylonas. Ella podía esperar. Todos podían esperar.

      Volvió a meterse el teléfono en el bolsillo y cruzó la calle. La costumbre lo empujaba. Llevaba tres años entrando en todas las galerías de arte con las que se encontraba, sin importarle qué más pudiera tener en su agenda. Con cierta perversión, siempre buscaba su propia figura desnuda y siempre se sentía desilusionado de no encontrarla. En sus días de mayor esplendor físico, Val había sido modelo de una ropa interior tan ceñida y transparente que prácticamente había estado completamente desnudo, por lo que no le asustaba que lo vieran sin ropa.

      Una vez más, la búsqueda resultó infructuosa.

      Sonrió, pero el humor se vio rápidamente ensombrecido. Debería sentirse contento de no haber encontrado nada. Todo el mundo lo utilizaba cuanto podía. En aquel caso, había dado su permiso, pero aquella artista no lo había hecho.

      ¿Por qué no? Podría haber sido la oportunidad que ella necesitaba. Sin embargo, dado que habían pasado ya tres años y Val no había vuelto a ver nada de su trabajo, estaba empezando a sentir una ligera preocupación de que algo pudiera haberle ocurrido.

      No podía entender por qué aquello debería preocuparle, pero aquella joven artista había tenido algo. Era madura y fuerte, pero ingenua a la vez. Encantadoramente abierta con sus opiniones y muy curiosa de las de él. Tampoco había aceptado nada de él, ni siquiera el dinero que Val le había dejado por el dibujo que le había arrancado de su bloc y que había guardado cuidadosamente en su maletín


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