La cima del éxtasis. Luce López-Baralt
La cima del éxtasis
y una fuente infinita en Medina al-Zahra’
Luce López-Baralt
Coordinación de la sección gráfica e imágenes:
José Manuel Sánchez-Darro
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
Serie Religión
© Editorial Trotta, S.A., 2020
© Luce López-Baralt, 2020
© de las imágenes de su autoría indicadas en el texto:
José Manuel Sánchez-Darro, 2020
© de las imágenes de su autoría indicadas en el texto: Ana Crespo, 2020
© de las imágenes de su autoría indicadas en el texto: Wasmaa‘ Chorbachi, 2020
Ilustración de cubierta: Detalle de la cúpula de Janaqah, Mahan, Irán
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ISBN (e-pub): 978-84-9879-981-1
Depósito Legal: M-18490-2020
Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado
San Juan de la Cruz («Cántico» B VII, 10)
Es bien dificultoso lo que querría daros a entender, si no hay experiencia
Santa Teresa de Jesús (Moradas 1, 9)
Es como explicarle a un ciego el color azul
(Ernesto Cardenal)
A Arturo,
porque tu amor me coloca en la antesala del Paraíso
CONTENIDO
I.La experiencia del éxtasis, imposible de poner en palabras
II.El recibidor califal de Medina al-Zahra’ y sus sugerencias místicas
1.Acerca de la «ciudad fulgurante» cordobesa
2.La fuente de mercurio de Medina al-Zahra’ como mandala de la cúspide del éxtasis
III.«No diré nada que no haya experimentado mucho» (Santa Teresa, Vida XVIII, 7)
IV.La tesitura dinámica del órgano de percepción mística, en vertiginoso cambio perpetuo
V.La reconciliación de Marta y María
VII.«… Y heme aquí, convertida en un río de asombro»
Índice de nombres y de lugares
NOTA DE LA AUTORA
El lector advertirá que este libro carece del aparato erudito que suelo emplear en mis estudios críticos, como las notas al pie de página, la bibliografía y las transliteraciones científicas de las lenguas orientales. La presente escritura testimonial pertenece a un orden distinto y, por su propia tesitura espiritual, la he querido dejar exenta de toda retórica académica. Al lector interesado no le será difícil dar con las referencias precisas de los numerosos autores citados en estas páginas.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco vivamente la cercanía vital, la sabiduría y el apoyo de Alejandro Sierra, que ha cobijado estas y tantas otras páginas mías en la Editorial Trotta; así como la ayuda impagable que el artista José Manuel Sánchez-Darro, granadino universal, nos ha dado con la preparación y ajuste de las imágenes que ilustran el texto. Algunas son de su propia autoría. A Ana Crespo, va mi gratitud por nuestra gozosa complicidad espiritual y por su autorización a reproducir dos de sus obras. Para Wasmaa‘ Chorbachi, considerada una de las más importantes artistas plásticas del mundo islámico, va mi reconocimiento por autorizar la reproducción de su cerámica dorada. También mi gratitud, porque fue ella quien me introdujo al misticismo islámico cuando éramos compañeras de estudio en Harvard. Para expresar este último agradecimiento ya no hay palabras.
I
LA EXPERIENCIA DEL ÉXTASIS, IMPOSIBLE DE PONER EN PALABRAS
Si comprehendis, non est Deus [Si lo entiendes, no es Dios]
(San Agustín)
La Belleza, ya se sabe, nos reclama con susurros de pájaro.
Bien que lo supo santa Teresa de Jesús cuando se sintió convocada por la hermosura de un espacio palaciego en Alba de Tormes. Aunque la Reformadora consideró excesivo el conjunto de ornamentos que vio exhibidos allí, no cabe duda de que sintió la sacudida estética como signo de un Misterio más alto.
En el capítulo 4 de sus Moradas sextas, la Madre Reformadora nos da noticia de la escena, que solo con el paso de los años entendió que le habría de ser útil para explicar a sus monjas la experiencia infinitamente dinámica que implicó la cúspide de su éxtasis, poblado de lecciones indecibles. Estando de camino por Alba de Tormes, santa Teresa fue recibida en la casa de la Duquesa de Alba. Al entrar al camarín o pieza «adonde tienen infinitos géneros de vidrios y barros y muchas cosas, puestas por tal orden, que casi todas se ven en entrando» (Moradas VI, 4, 8), confiesa que se queda espantada, y se detiene a considerar «de qué [le] podría aprovechar aquella baraúnda de cosas». Pero he aquí que, de súbito, lo intuye: «ahora me cae en gracia cómo me ha aprovechado para aquí. […] aunque estuve allí un rato, era tanto lo que había de ver, que luego se me olvidó todo, de manera que de ninguna de aquellas piezas me quedó más memoria que si nunca las hubiera visto, ni sabría decir de qué hechura eran; mas por junto acuérdase [el alma] que lo vio». Allí a la santa se le había descubierto «cómo en Dios se ven todas las cosas y las tiene todas en sí mesmo» (Moradas VI, 10, 3).
Y entonces entiende que había una relación de parentesco, bien que desde esta ladera, entre la experiencia del éxtasis unitivo y la sala abigarrada de ornamentos del camarín de Alba de Tormes. Es que, tras su rapto extático, la Reformadora