Posibilidad de los mundos. Claudia Cabrera Espinosa

Posibilidad de los mundos - Claudia Cabrera Espinosa


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      Ricardo Villanueva Lomelí

       Rectoría General

      Héctor Raúl Solís Gadea

       Vicerrectoría Ejecutiva

      Guillermo Arturo Gómez Mata

       Secretaría General

      Raúl Padilla López

       Presidencia de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

      Marisol Schulz Manaut

       Dirección de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

      Mauricio de Font-Réaulx Rojas

       Dirección General del Centro Cultural Universitario

      Eduardo Santana Castellón

       Coordinación del Museo de Ciencias Ambientales

      Sayri Karp Mitastein

       Dirección de la Editorial

       Primera edición electrónica, 2019

      Autor © Claudia Cabrera Espinosa

       D.R. © 2019, Universidad de Guadalajara

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      José Bonifacio Andrada 2679

       Colonia Lomas de Guevara

       44657, Guadalajara, Jalisco

       www.editorial.udg.mx

       ISBN 978 607 547 626 1

      Noviembre de 2019

      Coordinación editorial Iliana Ávalos González

      Cuidado editorial Jorge Orendáin

      Diseño y diagramación Paola E. Vázquez Murillo Pablo Ontiveros

      Hecho en México / Made in Mexico Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

      Conversión gestionada por:

       Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2019. +52 (55) 52 54 38 52 [email protected] www.ink-it.ink

       Índice

       Opacidades

       Lo que se ha roto

       De manatíes y sirenas

       Vías rápidas

       La lucha

      No dudo que parezca extraño que un museo sobre las ciencias ambientales haya creado un premio internacional de literatura; y, además, que lleve el nombre de un poeta, no el de un científico conservacionista. La explicación se encuentra en el peculiar nacimiento del premio y del museo. Cuando Raúl Padilla López me invitó a diseñar el museo que él y Federico Solórzano Barreto habían soñado desde hace más de tres décadas, me dijo que buscaban hacer “… un museo de historia natural, pero moderno”. Me enfrenté a la contradicción de definir “lo moderno” para la “historia natural”, siendo que la historia es por definición la narración de los acontecimientos del pasado. El reto se acrecentó cuando Mauricio de Font-Réaulx, director del Centro Cultural Universitario, sugirió que el museo fuera “de lo vivo y el futuro”. Vaya dilema, porque el futuro que estamos construyendo es a todas luces incompatible con lo vivo. Llegué a la conclusión de que en lo referente a “lo vivo y el futuro”, lo relevante era la muerte. La muerte termina con lo vivo y elimina la posibilidad de trascender al futuro. En términos biológicos, sólo pueden morir los individuos; pero cuando muere la totalidad de los individuos de todas las poblaciones de una especie en todo el planeta, esta muerte absoluta tiene otro nombre: EXTINCIÓN.

      La extinción de las especies que nos acompañan, y de la nuestra, imposibilitará que construyamos un futuro. Un museo de historia natural que pretenda ser relevante para el futuro, deberá entonces explorar aquello que borra lo primero —la historia— y destruye lo segundo —lo natural. La extinción es, por tanto, el fenómeno que en tiempos modernos une los conceptos de historia, de lo vivo, de lo natural y del futuro. Aunque nuestro planeta alberga la mayor biodiversidad que jamás haya tenido desde su creación, hemos entrado al sexto episodio de extinción masiva de vida planetaria. El 70% de la superficie terrestre ya ha sido modificada por nuestra especie. Anualmente causamos la extinción de miles de especies de animales y plantas, y se estima que unas 93,500 especies sufren alguna amenaza y 26,000 de ellas están en peligro de extinción. En los últimos 40 años hemos reducido a la mitad la abundancia de los vertebrados que comparten el planeta con nosotros. Si continuamos causando el calentamiento global, en 10 años ocasionaremos la muerte del 90% de los arrecifes coralinos, posiblemente el hábitat más biodiverso del mundo. Y para finales de este siglo llevaremos a la extinción a cerca de la mitad de las especies del planeta. En términos de daños humanos, cada año más de 4 millones de personas, el equivalente a toda la población de la ciudad de Guadalajara, mueren por padecimientos derivados de la contaminación atmosférica.

      Este proceso de deterioro de lo vivo, va de la mano con el crecimiento actual y futuro de las ciudades. A partir del 2007, por primera vez desde que existimos los humanos, la mayoría vivimos en ciudades, y en unos 30 años, tres de cada cuatro personas en el planeta vivirán en ciudades. Cada semana, unos dos millones de personas se suman a las ciudades. Aunque al menos otras seis especies de humanos diferentes a nosotros han habitado nuestro planeta, en los 300 mil años de existencia de nuestra especie, las ciudades modernas forman parte de sólo el más reciente 0.02% de nuestra historia. No hemos evolucionado en ciudades y no sabemos vivir en ciudades. Las ciudades sólo cubren el 3% de la superficie terrestre, pero generan más del 50% de los gases efecto invernadero que producen el calentamiento global, consumen el 75% de la energía y generan hasta el 80% del PIB de un país. El análisis de la huella ecológica muestra que las ciudades requieren una superficie muchas veces mayor a la suya para subsistir. Será en las ciudades donde el mayor número de personas sufrirá a causa del cambio climático.

      La ciudad es la sede del poder político, económico, militar y de la generación de los conocimientos científicos y los avances tecnológicos. En las ciudades nuestra cultura evoluciona a mayor velocidad, y es donde aprendemos a ser tolerantes con personas de otras razas, culturas y preferencias políticas, sexuales y religiosas. En la ciudad se definirá el futuro del campo y el futuro de la naturaleza; pero, contradictoriamente, los urbanitas son los que menos comprenden su dependencia de la naturaleza para subsistir. El aprender a vivir en ciudades, el evolucionar armónicamente en un nuevo Homo urbanus, es, posiblemente, el gran reto civilizatorio de la humanidad.


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