Isla en negro. Yamilet García Zamora

Isla en negro - Yamilet García Zamora


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simultáneamente en el mismo. Es por esto que tomaré la licencia de dividir en dos partes el trabajo: primeramente, el plano ideotemático y, luego, el plano estructural.

      El análisis del plano ideotemático de este texto, como el resto del estudio que de él se hará, tiene el encanto de una investigación policial, y no solamente porque la fábula que nos narra sea una historia negra, marginal, sino porque toda pesquisa científica siempre tiene este matiz.

      María —sobre el título de la obra ya se profundizará cuando se analice el plano estructural— nos cuenta una historia ubicada en el cercano contexto de la Cuba actual, tan cercano que el escenario geográfico es nuestra ciudad (La Ciudad) durante una de las noches del último carnaval (1999).

      Es importante destacar que el autor del texto, Eusebio Ramírez Portal (1964-1999), era natural de La Ciudad. Poeta y narrador, perteneció al taller literario Leopoldo Ávila y durante su carrera literaria fue galardonado con diversos premios a nivel municipal y provincial.

      La historia de María es intensa y llena de sugerencias, con cientos de aristas ocultas que conforman un misterio descifrable sólo fuera de ella misma. Este cuento es una vigorosa fotografía que quiebra sus propios límites, que irradia una energía más allá del texto escrito, más allá de la apropiación que el lector haga del argumento.

      Un hombre es apuñalado una noche de carnaval en una esquina de La Ciudad. Este hombre, en el momento de la muerte, escribe con su propia sangre un nombre en la pared: María.

      María había sido su novia. ¿Es éste el centro de la fábula? Podría tenerse en cuenta también que el asesino, un conocido marginal con antecedentes penales por varias causas, se entregó casi inmediatamente. Que confesó haber matado al hombre porque un rato antes le había negado un cigarro en público. ¿Queda algo más de esta historia? Queda más, mucho más. Lo que ocurre es que la anécdota no está explícita en el texto. Pero puede suponerse la traición de María, el desencanto del hombre que busca la muerte como una bendición —como en los más tremendos boleros— y que la enfrenta, estoico, en una esquina oscura de La Ciudad, una noche de carnaval.

      —Eso lo sabes tú porque vives en La Ciudad y conocías a Eusebio. ¿Tú crees que una persona de Camagüey, por ejemplo, pueda darse cuenta de todo eso con sólo leer el nombre de María escrito en la pared? —fue la reacción de Alexis.

      —Un lector profano, no. Claro. Acuérdate de que estoy haciendo un análisis narratológico de un texto y lo que más abunda por las calles no son gentes que se preocupen por la narratología. De hecho, María es una obra para cierta élite, no es un cuento popular. A pesar de la violencia de la historia, por sus códigos interiores, es un cuento que podría inscribirse, según la división de Arturo Arango, entre los exquisitos: códigos enrevesados distantes del alcance de la media de los lectores, ausencia aparente de la anécdota y oscuridad del superobjetivo. Sin embargo, es posible, si ese lector de Camagüey tiene buena vista y conocimiento sobre análisis de un texto, que se apropie de alguna parte importante de la historia que le permita construir su propio cuento. Eso es la polisemia, ¿no? En definitiva, ¿cuántas cosas querría decir Cervantes en el Quijote que ahora nosotros nos estamos perdiendo simplemente por lo alejados que estamos de aquel contexto?

      La filóloga garabateó algo sobre la página tres de mi evaluación final, colocó el cuadernillo sobre la mesita, se puso de pie y caminó hasta el tocadiscos. Nuevamente se hizo la música. Prendió otro cigarrillo y de vuelta al sofá continuó la lectura. Ahora sentada.

      Tema, asunto y argumento; estas categorías generalmente definibles una de las otras, en el texto que nos ocupa se superponen ocultándose como la misma historia. ¿Es María un cuento que tiene como tema la traición? ¿El asunto es cómo puede morir alguien una noche cualquiera de carnaval? ¿Es el argumento ése que expuse anteriormente, o lo referido es sólo una parte de él?, ¿o simplemente no es ése?

      La insuficiencia del análisis del plano ideotemático es evidente. Sobre todo cuando se trata de una obra literaria de estas características. Y es que un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal. El resultado es el cuento mismo. Resulta entonces imprescindible el estudio de las categorías internas del texto.

      María es una obra sui géneris. Una sola palabra: MARÍA, escrita (en mayúsculas) sobre una pared. Sin título. Si nos atreviéramos a transcribir el texto sería solamente esto: MARÍA. Obviando, lógicamente, la caligrafía trémula. Sin punto final.

      Hay una cosa cierta. Eusebio no tenía otra pretensión al escribir el nombre de María en la pared que no fuera dejar testimonio de algo. Resulta bastante difícil creer que en el momento de la muerte alguien esté preocupándose por cuestiones estilísticas. Además, su literatura siempre fue así. En los debates literarios generalmente se le criticaba su distanciamiento de lo formal en busca del mensaje. Sin embargo, ¿cuál es el mensaje del cartel?

      Elemento fundamental para dar respuesta a la pregunta anterior es descubrir una nueva superposición de categorías en el texto. Autor, narrador y personaje protagónico son una misma voz. Eusebio se convierte en una triple entelequia. Una triple angustia lo conduce a escribir el nombre de María en la pared en el momento de su muerte.

      A los pocos minutos de encontrar el cadáver, ya una historia andaba en las bocas de las viejas de La Ciudad. “Pobre muchacho, en el momento de la muerte escribió el nombre de su novia en la pared, ¡cuánto la quería!”. Las viejas de barrio son así, su formación estética no pasa más allá de las novelas que trasmiten a las diez de la mañana por la emisora provincial, sus mentes no pueden generar otro tipo de historia. Tampoco pueden tener lucidez para hacerse las preguntas siguientes: ¿si amaba tanto a su novia, por qué no estaba con ella en la noche de carnaval? ¿Por qué andaba borracho y perdido por una calle oscura y solitaria? Contestarlas les podría causar un gran desencanto, además de un derrame cerebral.

      Lo cierto es que quienes conocían a Eusebio, y a María, sabían que ése no podía ser el mensaje. Algunos se preocuparon durante un rato. ¿Sería una acusación? ¿El nuevo novio de María sería el acuchillador de Eusebio? Todavía estaba fresco en la memoria de la gente el escándalo de Eusebio frente a la Casa de la Cultura el día que María le dijo que no podía seguir con él, que no aguantaba más sus bebederas con el grupo en la esquina, hablando basura, y mucho menos las broncas con cualquiera y por cualquier motivo. Que ella lo que quería era tranquilidad.

      Inolvidables las borracheras depresivas de Eusebio y la golpiza que le dio a María cuando se enteró de que ella andaba con Yoelito, el instructor de teatro. La gente estuvo esperando la bronca de los dos, pero se sabe que María le pidió a Yoelito que no le hiciera caso a Eusebio. Por el bien de los tres.

      Pero Eusebio continuaba, y aquella ofensa se convertía en un lugar común: ¡María, puta! Al pasar frente a la casa de ella: ¡María, puta! Cruzándose en la calle: ¡María, puta! De un extremo a otro del parque de La Ciudad: ¡María, puta! Interrumpiendo el programa de la radio base de la Casa de la Cultura: ¡María, puta! Y el comentario permanente en cada tertulia: ¡Esa puta me pegó los tarros...! ¡María, puta! ¡María puta! Y la primera noche de carnaval, gritándole por toda la Calle Central junto a la carroza donde ella bailaba: ¡María, puta! ¡María, puta! Como una idea fija. Un motivo permanente. ¡María, puta!

      Por eso en los primeros instantes la gente relacionó la muerte de Eusebio con María. Pero cuando el asesino se entregó y explicó todo, pocos continuaron haciéndose la pregunta: ¿por qué su nombre escrito en la pared? ¿Cuál sería, entonces, el mensaje?

      Es que la gente sólo tiene ojos para ver las relaciones directas, las vías amplias y despejadas. ¿Pero son çstas las que pueden conducirnos a la luz?

      Tema, argumento, personajes, acción, conflicto, ambiente y contexto. De cierta manera he ido vinculando estas categorías que, al decir de Grove y Bauer, son las que definen al cuento moderno y gracias a ello se han descorrido algunos de los múltiples velos que envuelven en el misterio a éste, como a todo cuento que se respete. (Un cuento sin esos velos simplemente no es un cuento).

      Pero


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