La soberanía y el ovni. Alexander Wendt
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Título original: Sovereignty and the ufo
© 2008 Sage Publications
© De la traducción: Albert Fuentes
© De la presente edición: Editorial Melusina, s.l.
www.melusina.com
Primera edición, 2021
Edición digital, 2021
Reservados todos los derechos
Diseño de cubierta: Araceli Segura
Imagen de cubierta: nasa
eisbn: 978-84-18403-27-9
Contenido
Una premisa clave y el argumento en síntesis
Antropocentrismo y desconocimiento ovni
Nota a la presente edición
∼ Presentamos al lector en lengua española un texto anómalo y singular que sin duda merece su atención. Decimos que es anómalo porque, tal y como reconoce uno de sus autores, Alexander Wendt, «hasta donde yo sé, este artículo fue el primero publicado en una revista académica de ciencias sociales que trataba en serio el asunto de los ovnis». En efecto, publicado en 2008 en la revista académica Political Theory,1 ha sido el artículo más descargado de la revista en toda su historia, y eso, sin duda, lo convierte en singular. También resulta singular, tal y como reconoce Wendt, que desde su aparición no haya habido ninguna respuesta por parte del mundo académico a favor o en contra de la tesis propuesta en este breve pero polémico texto. Esto quizás responda a que, como bien señalan los autores, el asunto de los ovnis continúa siendo tabú tanto en el ámbito científico como en el político. Y lo es en ambos registros porque, desde tan pronto como el siglo xix, la ciencia y el Estado contraen un matrimonio espurio que pervive hasta la actualidad. Esta unión se traduce, en la práctica, en una unidad de acción contra la que se rebeló a lo largo de toda su vida el gran filósofo de la ciencia Paul Feyerabend defendiendo, por el contrario, la separación de la Ciencia y el Estado.
En efecto, y tal y como apunta el propio Wendt, el hecho de que la comunidad científica no muestre ningún interés por este asunto obedece a la dependencia casi absoluta que tienen los científicos de las partidas económicas que provienen de los Estados. Abordar una materia tan vidriosa podría poner en riesgo el estatus profesional de cualquier investigador y abocar al infractor al ostracismo o, por usar el eufemismo en boga hoy en día, a la «cancelación». Sorprendentemente, en la actualidad el interés proviene de los propios militares, incluida la U.S. Navy, porque son los que se exponen a la incertidumbre que genera el contacto con los ovnis.
En todo caso, el lector es libre de juzgar si la tesis que formulan los autores merece ser tenida en consideración o no. Desde la editorial pensamos que sí, aunque sólo sea como punto de partida, y de ahí nuestro interés en divulgarla.
Para la presente edición, hemos juzgado interesante incluir dos apéndices que en cierto modo pueden servir para contextualizar el debate. El primero, el artículo seminal en el que se postula la «hipótesis del zoológico», resulta, como reconoce el propio autor, «pesimista y psicológicamente desagradable». Pero esta hipótesis pesimista y desagradable ha tenido un impacto mayúsculo en la cultura popular, en particular en los libros y películas de ciencia ficción. El segundo texto es el famoso «Informe Lambrechts» en el que se detallan los extraños fenómenos acaecidos en el cielo de Bruselas —en pleno corazón de la otan— durante la noche del 30 al 31 de marzo de 1990, unos sucesos cuando menos inquietantes que todavía aguardan una explicación.
1. Political Theory, vol. 36 nº 4, agosto de 2008, 607-633.
La soberanía y el ovni
Una soberanía antropocéntrica
∼ Pocas ideas son hoy tan polémicas como la soberanía, tanto en el plano teórico como en el práctico.1 Los especialistas discrepan en prácticamente todos los aspectos de la teoría de la soberanía: en qué consiste y dónde reside, de qué manera se relaciona con la ley, si es o no divisible, de qué forma se constituyen sus sujetos y objetos, y si se está transformando o no con la modernidad tardía. Estos debates se reflejan en la praxis contemporánea, donde los movimientos de autodeterminación y el irredentismo territorial han provocado los conflictos más cruentos de los tiempos modernos.
En todo este debate, sin embargo, hay un aspecto que se da por descontado: la soberanía es dominio exclusivo de la especie humana. A los animales y a la naturaleza se les achaca una falta de capacidad cognitiva y/o subjetividad que les priva de ser soberanos, y, aunque Dios pudiera poseer la soberanía suprema, la mayoría de fundamentalistas religiosos reconoce que dicha soberanía divina no se ejerce directamente en el mundo secular. Así pues, cuando hoy se discute sobre la soberanía, el debate se ciñe exclusivamente a la especie humana, en un plano horizontal por así decir, en vez de plantearse verticalmente con respecto a la Naturaleza o Dios. Por ello, la soberanía moderna es antropocéntrica, es decir: se constituye y organiza en relación exclusiva con los seres humanos.2 Los seres humanos viven sometidos a condicionantes físicos, pero son los únicos responsables de decidir qué normas y prácticas han de regir bajo esos condicionantes. Pese a la enorme variedad de formas institucionales que reviste hoy día la soberanía, todas ellas son homólogas en este aspecto fundamental.
Una soberanía antropocéntrica podría parecer necesaria; al fin y al cabo, ¿quién, aparte de los seres humanos, tiene la capacidad de gobernar? Con todo, a lo largo de la historia la soberanía no siempre ha presentado un sesgo antropocéntrico tan marcado. Durante milenios se pensó que la Naturaleza y los dioses poseían fuerza causal y subjetividades que les permitían ejercer una soberanía compartida con los humanos, cuando no ejercer un dominio total y absoluto.3 Sólo se abandonó dicha creencia en las soberanías no humanas tras una larga y porfiada lucha por las «fronteras del mundo social», en virtud de la cual quién o qué podía ser soberano debía depender de quién o qué se incluía en la sociedad.4 En la modernidad se excluye a Dios y la Naturaleza, si bien en esa misma exclusión vuelven a ser incluidos como Otro domesticado. Así pues, aun habiendo dejado de ser soberano en el mundo secular, Dios es incluido hoy por medio de personas a las que se atribuye la capacidad de hablar en su nombre. Y aunque la Naturaleza haya sido desencantada y despojada de toda subjetividad, no es menos cierto que ha quedado reincluida como objeto en el mundo humano. Sin embargo, estas exclusiones inclusivas no hacen sino reforzar la suposición de que tan sólo los humanos pueden ser soberanos. En este sentido, la soberanía antropocéntrica debe verse como un logro histórico contingente y no sólo como un mero fruto del sentido común. En efecto, se trata de un logro metafísico, dado que los humanos de hoy entienden su lugar en el mundo físico en términos antropocéntricos. Así opera lo que Giorgio Agamben llama la «máquina antropocéntrica».5
Por supuesto, hay ámbitos en los que esta metafísica se pone en tela de juicio. Sin ir más lejos, los indicios de una posible conciencia animal dan alas a la reclamación de derechos