El ritual del vampiro. Cielo Montiel

El ritual del vampiro - Cielo Montiel


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      Montiel, Cielo

       El ritual del vampiro / Cielo Montiel. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: online

       ISBN 978-987-87-1219-2

       1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

       CDD A863

      Editorial Autores de Argentina

      www.autoresdeargentina.com

      Mail: [email protected]

      Dedicado a mis hijos

      Fernando, Martín, Juli y Solcito,

      que los amo.

      Parte 1

      “Este es el momento”, pensó Celith. “Llegó la hora de marcharme de aquí. Ya casi finaliza el año y lucharé para que en este nuevo comienzo pueda ser feliz. Me alejaré de esta ciudad y de esta sociedad enferma…”.

      Celith sentía que en la gran ciudad la vida de ella y de las mujeres corría peligro.

      Ella se sentía vulnerable, más cuando otras compañeras de un mas junto a otras compañeras denunciaron a un violento golpeador denunciaron a un violento golpeador, marido de una de las mujeres que pedía ayuda.

      El tipejo amenazó a Celith y a otras mujeres más. Les prometió que, cuando lo liberasen, las buscaría, a una por una…

      No podía sacarse de la mente la mirada de odio que este sujeto les dirigió. Especialmente a Celith. El tipo recorrió con la mirada todo el cuerpo de la muchacha. Era un depravado.

      Tuvo varias pesadillas. La situación de violencia la estaba desbordando. No encontraba respuestas a tanta maldad. Decidió que alejarse, poner distancia, sería una buena solución.

      “¡No quiero sentir este terror!”, pensó la chica.

      Por eso, dada la ocasión que se presentaba con la reciente muerte de su abuelo, encontró propicio marcharse de allí. Alejarse definitivamente…

      Cuando llegó a Monte, hacía mucho calor. Caminó, descalza, estaba allí parada, el agua de las olas del mar la salpicaba. Era 2019, había viajado varias horas para llegar a ese lugar solitario, pero tan hermoso, tranquilo y pintoresco.

      Amaba el mar y los acantilados eran majestuosos. El mar bramaba con sus olas celestes y tibias. Conformado por un golfo que hacía que el agua del mar estuviera tibia.

      Y la energía que el mar transmitía era muy relajante en esos momentos.

      Se sentía casi feliz…

      Serían como las tres de la tarde. Esperó tanto, y ahora que allí estaba, la calma era absoluta. No andaba casi nadie en esas playas alejadas. Respiró hondo. No había prisa por nada, era su tiempo, su lugar, el sueño cumplido…

      Cerró los ojos. Sentía la brisa del mar. De pronto comprendió que algo la atraía hasta allí, algo más la llamaba a regresar a este lugar donde de pequeña la traía su abuelo tan querido. Este lugar tenía magia…

      Seguía con sus ojos cerrados, absorbiendo la energía del lugar, cuando sintió que alguien pasó corriendo por detrás de ella. Cuando abrió sus ojos para ver quién sería, este ya no estaba, alguien se hundía en el agua, jugando seguramente…

      Solo sintió su perfume, un muy rico aroma masculino. Eso era, porque vio unos fuertes brazos que se movían, hundiéndose en el agua, un hombre nadaba y se alejaba del lugar…

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      Solo vio su espalda, sus fuertes brazos. Notó que ese desconocido tenía buen estado físico. Eso pensó Celith.

      Lo que más sintió fue su perfume, que quedó flotando en el aire.

      Después de refrescarse en el mar, Celith volvió hacia el lugar donde tenía su sombrilla y más cerca de su auto. Se puso bronceador, se colocó sus gafas de sol y su sombrero. Todo estaba bien…

      La brisa marina la relajaba, sentía la vida, una sensación de libertad que hacía tiempo anhelaba disfrutar. Se durmió sin darse cuenta en esa playa…

      …..

      Parte 2

      —¡Maldita sea, como pude ser tan idiota! Si mis ancestros me vieran, ¡soy un maldito imbecil! —Eso se dijo a sí mismo aquel hombre que estuvo en la playa donde el sol quemó su piel…

      Era un hombre muy alto, de fuertes brazos y cuerpo trabajado. Sus ojos azules eran increíblemente bellos, pero su rostro daba miedo. Su nombre era Cel rãu, su apellido era una incógnita…

      Tenía porte de ser extranjero, aunque hablaba correctamente el castellano. Vivía en aquella playa de Monte hacía muchísimo tiempo, oculto de la gente, pocas veces se lo vio en el pueblo. Tenía dinero o eso parecía al verlo, que era alguien importante por su camioneta y su buena ropa. Lucía una pulsera de oro macizo. No hablaba con nadie. Parecía ocultar su rostro con gafas oscuras y desaparecía por mucho tiempo de aquellos lugares donde cargaba gasolina, compraba provisiones y balas para su escopeta de doble caño…

      Cel rãu se miró al espejo, maldiciendo sin cesar. Curaba su piel enrojecida con su propia saliva, y de unas hojas de una extraña planta que había encontrado en el monte, retiraba su savia y la colocaba sobre su piel herida que sangraba un poco…

      Apagó las luces de la habitación, solo dejó una pequeña vela encendida en un rincón…

      Una vez que curó sus heridas, se sentó frente a una fogata. El lugar era raro y sombrío. Cel rãu vivía en una caverna que estaba en uno de los acantilados ubicados sobre la playa. Todo estaba lleno de vegetación y plantas que ocultaban la entrada de la caverna. Era un lugar donde solo viviría un salvaje. Y eso es lo que él era, aunque no lo pareciera. Cel rãu era un hombre muy misterioso y enigmático, con un atractivo sexual increíble.

      Él era un Dhampiro, un híbrido mortal.

      La caverna donde vivía estaba ambientada con lo más básico. Tenía una iluminación que provenía de un panel solar, aunque prefería iluminar con velas o el fuego de su hoguera. El agua del grifo se filtraba con la más segura tecnología que en estos tiempos modernos supo conseguir sin llamar demasiado la atención. Tenía antiguos muebles y hasta poseía espejos. Adornó un poco el lugar con grandes macetones y flores de hermosos colores. Era una caverna muy bien equipada.

      Increíble que alguien viviera allí, pero así era. En el pueblo nadie sabía de su existencia. Estaba lo suficientemente alejada de la vista de la gente. Las pocas personas que vieron a ese extraño hombre no se molestaron nunca en saber quién sería ese extranjero frío y serio.

      Cel rãu bebió un poco de vino, comió un trozo de queso mientras contemplaba el fuego de su hoguera, sentado en su sillón de cuero.

      En la playa hacía calor, pero adentro la caverna era fría. Mantener la hoguera encendida no solo la iluminaba, también la protegía de la humedad.

      Aquel


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