La luna en fuga. Gilbert Sorrentino
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Título original: The Moon in Its Flight
© Del texto: Gilbert Sorrentino, 2004
© De la traducción: Javier Calvo, 2021
© de la edición en castellano: Todos lo sabemos SL, 2021
Diseño y maquetación: Setanta
Ilustración de portada: Pere Llobera
Editorial Cielo Eléctrico
C/ Bermeo 19. 28023 Madrid
www.cieloelectrico.com
1ª edición: Abril 2021
ISBN: 978-84-120833-9-2
Composición digital: Newcomlab S.L.L.
Con agradecimiento a las revistas en las que se publicaron estos relatos por primera vez: La luna en fuga (New American Review, 1971), Décadas (Esquire, 1977), Tierra de algodón (Harper's, 1977), Una colmena organizada según principios humanos (Conjunctions, 1985), El mar atrapado entre rosas (Zyzzyva, 1990), Ocasiones innumerables (Private Arts, 1992), Pastillas (Trafika. Praga, 1994), En la tierra del amor (Common Knowledge, 1996), Cosas que han dejado de moverse (Conjunctions, 1997), Muestra de escritura de muestra (Arshile, 1997), Alegoría de la inocencia (Matrix, Montreal, 1998), Los hechos y sus manifestaciones (The Southern California Anthology, 1999), Gorgias (Conjunctions, 2001), Vida y correspondencia (Conjunctions, 2001), Es hora de dejarlo correr (Bluesky Review, 2003), Perdido (BOOMB, 2004), Perdido en las estrellas (Fence, 2004). Una colmena organizada según principios humanos también se publicó en edición limitada y firmada, con xilografías de David Storey, por Greffen Press (Nueva York, 1986).
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición
de la Comunidad de Madrid
Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin el permiso expreso de los titulares del copyright.
Índice
El mar, atrapado entre las rosas
Una colmena organizada según principios humanos
Muestra de escritura de muestra
Los hechos y sus manifestaciones
Psicopatología de la vida cotidiana
Cosas que han dejado de moverse
LA LUNA EN FUGA
Pasó en 1948. Había un grupo de jóvenes sentados en el porche a oscuras de una casa de veraneo de Nueva Jersey, en una urbanización de vacaciones junto a un lago. El anfitrión era un tal Bernie, que llevaba una sudadera del Upsala College. La noche de finales de junio era tan apacible que, con la distancia que da el tiempo, se le podía perdonar todo a América. Debía de haber ocho o nueve personas allí, dos de las cuales son las personas que este relato retrata.
Bernie estaba hablando del saxo alto de Sonny Stitt en «That’s Earl, Brother». Igual de bueno que Bird, dijo. Y una mierda, le contestó Arnie, un chaval muy sofisticado de Washington Heights con gafas de sol de espejo; batería de bebop en su último curso de la High School of Performing Arts. Nuestro joven, que por entonces tenía diecinueve años, sólo escuchaba a Rebecca, una chica de quince, fantástica con su indumentaria New Look. Falda larga y negra, camisa a medida ajustada a rayas blancas y azules con cuello alto y blanco, corbatín negro de cordones y zapatos Capezio de niño negros. No es de extrañar que a las lesbianas les gusten las mujeres.
En algún momento de la velada, Arnie acompañó a su casa a Rebecca. Vivía en Lake Shore Drive, una avenida ancha que bordeaba la playa y discurría en paralelo al riachuelo que desembocaba en el lago Minnehaha. ¿El lago Ramapo? El lago Tomahawk. ¿El lago O-shi-wanoh? El lago Sunburst. Apoyados en el Buick descapotable azul celeste del padre de ella, perdidos, en la noche añil, las estrellas cremosas, el ruido de los grillos, se besaron. Se enamoraron.
Una de las canciones de aquel verano fue «For Heaven’s Sake». Otra fue «It’s Magic». ¿Quién recuerda la claridad de Claude Tornhill y Sarah Vaughan, su exquisita irrelevancia? Se fueron al mismo sitio que las inútiles rosquillas cromadas de las capotas de los Buick. Aquel Valhalla de Amos ‘n’ Andy y de las vendedoras callejeras italianas de fruta con pendientes de aro dorados. «Per favore, no estrujen los plátanos.» En 1948, el mundo entero les parecía hermoso a los jóvenes de cierto ambiente, o por lo menos posible. Sí, parecía un mundo posible. Esa idea perduró hasta 1950 y entonces murió, junto con muchos de los jóvenes que la habían albergado. En Corea, los chinos ponían «Scrapple from the Apple» en altavoces orientados hacia las líneas americanas. Aquel saxo alto salvaje y viril claro como el aire en la noche helada. Esto es, por supuesto, bien sabido.
Rebecca era rubia. Era rubia. Una encantadora chica judía del remoto