La Duquesa de Escobedo. Sergio Telles

La Duquesa de Escobedo - Sergio Telles


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      La duquesa de Escobedo

      Colección Lumía

      Serie Narrativa

      D.R. © Textofilia, 2019.

      D.R. © Sergio Telles, 2019.

      D.R. © Diseño de interiores y portada: Textofilia S.C., 2019.

      D.R. © Diseño de forros: Fernando Mercado, 2019.

      TEXTOFILIA

      Limas No. 8, Int. 301,

      Col. Tlacoquemecatl del Valle,

      Del. Benito Juárez, Ciudad de México.

      C.P. 03200

      Tel. (52 55) 55 75 89 64

       [email protected]

       www.textofilia.mx

      ISBN: 978-607-8409-86-0

      ISBN digital: 978-607-8713-60-8

      Diagramación digital: ebooks Patagonia

       www.ebookspatagonia.com

       [email protected]

      Queda rigurosamente prohibido, bajo las sanciones establecidas por la ley, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin la autorización por escrito de los editores.

portad

      A Javier Villarreal y Wala Baker.

      Porque fui gigante como amante,

       para qué contarte si lo sabes ya…

      Dulce

      NO TODOS LOS QUE RONCAN ME HABITAN

      No levantes la sábana si no vas a reconocer mi cuerpo.

      TÍMPANO

      Mi alma ensordeció la tarde

       en que los aparatos auditivos de mi abuelo

       se apagaron para siempre.

      NOTA MENTAL PARA SEGUIR CON ÉL

      Podrá tener a otras

      pero soy yo la que le echa el lonche.

      [ NOS FALTA UNO ]

      La tranquilidad se desmorona cuando falta un condón en el ropero.

      Anoche casi no hablamos.

      Tu vida sexual antes de mí es un manojo de cuchillos que despuntan en mi pecho desnudo.

      Encendiste una fogata.

      Mordí tus labios.

      Persigné tus 18 centímetros de verga y le di un beso a tus testículos desequilibrados.

      Me miras como si no faltara nada

      mientras pierdo la erección y te masturbo sin mirarte a los ojos,

      aturdido porque me asusta la respuesta que tienes sobre el inventario de tu casa.

      Callo para mirar las burbujas que suben a la superficie de la botella con agua mineral y curarme, de una vez por todas, esta náusea que deja la memoria fotográfica.

      [ ESCONDITE ]

      Papá se dio un tiro en el sillón donde coloreamos el primer libro de coches. Cierro los ojos y recuerdo su sangre escurriendo, desde la colchoneta pardusca, desparramándose por el suelo junto a las botellas de mezcal.

      Lo recuerdo acariciándome los talones con la barbilla pervirtiendo mis fobias tempranas, enunciando disparates. Esa tarde mamá bajó corriendo por las escaleras y cubrió mis ojos.

      –¡Ve a esconderte por allí, Lauro! Voy a contar hasta cinco…

      Me oculté entre la estufa y la nevera, en ese oscuro vericueto donde los gritos siempre me dejaban tranquilo. Tres o cuatro en el conteo mental junto al cesto de desperdicios y al decir cinco, un relámpago reventó el cráneo de mi padre salpicando rojo por todo el vestíbulo.

      Llovía afuera y adentro, en los ojos de mi madre, en mis pantalones con bolsillos inflamados de crayolas. Después un largo silencio.

      –Algún día necesitarás ayuda y terminará la siesta. Se te pudrirán las manos cuando falte dinero y la noche será tu concubina. Del amor dirán misa pero ya habrás leído Sonata a Kreutzer.

      Siempre tuve miedo cuando habló en ese tono, con ojos de lumbre, apuntando al librero y rechinando los dientes. Aquel sillón se volvió todo cuando sus pasos se cansaron de visitar viejas cantinas.

      Odiaba la música, los periódicos, la televisión y los perros. Creo que al final ya nos odiaba a mamá y a mí de la misma forma.

      –Tu padre nos condenó, Lauro… nos condenó.

      Nos mudamos a Cadereyta, a la finca de los abuelos, y no volvimos nunca por la casa que tardó una década en venderse. Leí a Tolstoi con mezcal, soltería y mariguana. Cerré los ojos recordando los murmullos, el Mustang rojo de la portada y la desobediencia de mis 25 años –uno, dos–. Respondiéndome porqué nunca habría sido suficiente decir: ¡Pa, no lo haga! –tres, cuatro–.

      Nunca entendí la metáfora de las escondidillas: pero perdimos.

      [ LA TAZA CON TÉ DE RUDA ES UNA PROMESA ]

      Calcetas mamó el ano espasmódico que no aguantó el tercer round. Último remanso de su lengua en aquella cavidad granulosa. Le gustaba más por detrás y Lola siempre accedía. Aceptar todo es una acción inteligente –escuchó decir a su madre– y ella estaba por graduarse, con honores, de peluquera.

      La calentura de aquella noche supo a sangre, perico y vagina. Gritos tartamudos en habitación de escueta infancia en la que aún conservaba sus muñecas de oropel.

      Sonó el timbre del instituto y habló camino a casa con Maricarmen.

      Retraso y mareos concretos. No iba a confesarle nada a Dolores grande, que no chingara. Y Maricarmen: no, no seas pendeja, ni te encariñes con esa cosa. Tú no entiendes; adiós, adiós.

      –Qué bueno que llegas, mija. ¿Te sirvo mole? ¿Llamó tu hermano?

      –No… sí, qué rico. Pecado, basca, galillo… Virgencita no me sueltes.

      Llegaron las pesadillas del que crecía en su vientre: ¡oh, clemente!, ¡oh, piadosa! Vio sus pezuñas, trompas y colmillos escurriendo babaza. Lola pensó en trasquilar angustias con sus tijeras de la suerte. Quiso probar las escaleras del segundo piso. También con el frasco de somníferos de la vitrina con sus reconocimientos de cultora de belleza.

      Bajó la inflamación y el Calcetas siguió dándole como todas las noches. Y ella: Sí, qué rico. Un pase rápido, dos tazas con té de ruda y un me urge decirte algo. Y él: No, no mames, ¿qué hiciste? Yo nomás te la metí por el culo.

      Aceptar todo es una acción inteligente y Dolores grande perdonó el embarazo de su hija. Dejó de insistir sobre el quién era el padre y en su lugar dar órdenes: terminas la carrera, pones la estética y te vuelves responsable como tu hermano. Ella respondió sí a todo, confesándole la verdad con esas patadas que no dejaban de asomársele por el estómago.

      Llegó el día del parto. Marzo y luna roja. El médico bajó la voz y dio noticias a Dolores grande sobre el fallecimiento de Lola y la buena salud del recién nacido.

      En cuna vieja se mece un niño que llora, cara de mamey y los ojos de su tío…

      [ KARMA LUNAR ]

      Neil Armstrong se pisó a la Luna después del


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