Teoría crip. Robert McRuer
Robert McRuer
TEORÍA CRIP
SIGNOS CULTURALES DE LO QUEER Y DE LA DISCAPACIDAD
Traducción de Javier Sáez del Álamo
Todos los derechos reservados. Traducción autorizada de la edición en inglés publicada por New York University Press. All rights reserved. Authorized translation from the English-language edition published by New York University Press.
© 2006 by New York University All rights reserved
Título original: Crip theory : cultural signs of queerness and disability
© Texto original: Robert McRuer
© Traducción: Javier Sáez del Álamo
© Imagen de cubierta: La boño
© Diseño: Kaótica Libros
© De esta edición: Kaótica Libros
Colección Teorías del Caos, 3
Editado en Madrid, España
Primera edición: mayo, 2021
Depósito Legal: M-13267-2021
ISBN: 978-84-122129-9-0
eISBN: 978-84-124055-1-4
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ÍNDICE
PRÓLOGO: OTRA PALABRA ES POSIBLE, POR MICHAEL BÉRUBÉ
Introducción: capacidad corporal obligatoria y existencia queer/discapacitada
1. La salida del armario crip: Malibú en llamas
2. Capitalismo e identidad discapacitada: Sharon Kowalski, interdependencia y domesticidad queer
3. Desobediencia: The Transformation, Gary Fisher y los límites de la rehabilitción
EPÍLOGO: ESPECTROS DE LA DISCAPACIDAD
OTRA PALABRA ES POSIBLE
Michael Bérubé
He admirado el trabajo de Robert McRuer desde hace mucho tiempo, y Teoría cripi me da más motivos de admiración. Aunque en los últimos dos años la esperada conversación entre la teoría queer y los estudios sobre la discapacidad ha comenzado a producir nuevos trabajos que amplían los parámetros de ambos campos, la mayoría de las personas, incluido yo mismo, todavía encuentran enormemente difícil teorizar sobre múltiples formas de identidad y múltiples estrategias de desidentificación, articulándolas entre sí.
A veces, ha sido tentador para los teóricos de la cultura de izquierdas abordar esta dificultad mediante la táctica de “aquí-se ha-omitido-una-explicación-de”: por ejemplo, en respuesta a una explicación innovadora de un crítico sobre la raza y la clase social en los movimientos laborales del Sur, otro crítico puede responder, “la explicación de X sobre la raza y la clase social en los movimientos laborales del Sur puede ser innovadora, pero aquí se ha excluido una explicación del género y la sexualidad que podría hacer el análisis más complejo”. Muy rara vez se menciona la discapacidad en estas situaciones. Pero en el mejor de los casos, la táctica es saludable, ya que insta a los críticos sociales progresistas y de izquierdas a tener en cuenta la intersección de las formaciones culturales en toda su viva y contradictoria complejidad. De vez en cuando, sin embargo, se propone un enfoque “aditivo”, en el que las categorías de identidad se marcan una por una a medida que se “contabilizan” teóricamente. Recuerdo claramente a un colega que releyó, después de veintitantos años, la famosa declaración del Colectivo Combahee Riverii sobre la liberación de las mujeres negras, un pasaje donde se dice que: “si las mujeres negras fueran libres, significaría que todas las demás personas tendrían que ser libres también, ya que nuestra libertad necesitaría de la destrucción de todos los sistemas de opresión”(278), y dijo -en mi opinión, medio en broma-: “Fíjate, se olvidaron de la sexualidad y de la discapacidad; solo llegaron a dos sistemas de opresión, tal vez a tres”.
Sin embargo, el comentario fue solo una broma a medias, precisamente porque las líneas de investigación que no tienen en cuenta esta tema o aquel —género, raza, clase, sexualidad, discapacidad, edad, contexto histórico, nación y etnicidad (y espero haber omitido alguno sin darme cuenta, para demostrar la idea con un ejemplo)— inevitablemente terminan produciendo un análisis del mundo incompleto o parcialmente sesgado. La libertad de las mujeres negras no implicaría necesariamente la libertad de las mujeres que viven bajo la ley de la sharía; lo que es válido para los hombres negros no es necesariamente válido para los hombres gais negros, y no es necesariamente válido para las lesbianas blancas de cualquier lugar; lo que es válido para las comunidades chicanas y las relaciones de clase puede no ser válido para los/las chicanos/as con discapacidad y para las relaciones de clase. De hecho, por muchas razones, la discapacidad (en su mutabilidad, su invisibilidad potencial, su relación potencial con la temporalidad y su gran variedad) es un elemento particularmente difícil de introducir en cualquier análisis combinado, no porque sea muy distinto de la sexualidad, la clase social, la raza, el género y la edad, sino porque siempre está entrelazada de forma muy compleja con todo lo demás. Las cosas se complican aún más cuando la discapacidad se utiliza, por así decirlo, como un tema recurrente dentro de lo que Robert McRuer (siguiendo a Michael Warner, que sigue a Erving Goffman) llama sectores “estigmafóbicos” de las comunidades identitarias. Cuando eso sucede, ves a gente luchando desesperadamente por ser incluida bajo el paraguas de lo “normal”, y luchando desesperadamente por catalogar a otra persona como anormal, loca, abyecta o discapacitada. Así, en su notable capítulo sobre Karen Thompson y Sharon Kowalski, cuya historia incluye la discapacidad, el cuidado a largo plazo y la división entre los defensores del matrimonio homosexual