El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre”. Amy Blankenship

El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre” - Amy  Blankenship


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No era culpa suya que Trevor no escuchara a nadie más que a sí mismo.

      Le enfadaba pensar que Trevor pudiera estar utilizando a Envy mientras llevaba a cabo sus negocios encubiertos en los locales nocturnos de moda. Como ella era camarera en muchas discotecas, Trevor podía seguirla a cualquier edificio antes de que abrieran al público y quedarse hasta que cerraban. Al estar allí, entre la multitud, Trevor podía husmear mucho mejor sin que Envy se enterara de nada.

      Chad rechazó desvelar la verdad, incluso aunque el equipo de Fuerzas Especiales había estado intentando que lo hiciera por la fuerza hasta entonces. Lo más cerca que había estado de hacerlo era siendo su chico favorito para llamar cuando era el momento de tumbar puertas de una patada y bajarle los humos a la gente. Y a él le parecía bien. Él prefería mucho antes dale una patada en el culo a uno de los malos y después escabullirse, charlar con la gente y remover papeles para intentar encontrar la porquería de alguien.

      Ahora, su amigo Jason, por el contrario, sería mucho mejor novio para Envy. Ella había ido al colegio con Envy, y eso era un problema. Jason se había colgado por Envy durante toda la secundaria y había pasado tanto tiempo en su casa, que Envy lo consideraba un hermano... no alguien con quien salir.

      Jason se unió a los guardabosques del Bosque Nacional Ángeles justo cuando acabó la escuela y nunca cambió de oficio. A Envy aún le gustaba salir por ahí con Jason. También solía ver a su mejor amiga Tabatha, ya que Tabatha era compañera de unidad de Jason.

      Chad se levantó del sofá y esperó en al otro lado de la puerta de la habitación de Envy. Habían sido compañeros de habitación durante los últimos cuatro años, desde que sus padres murieron en un accidente de coche, y se las habían apañado bastante bien. Él era policía y ella estaba en nómina en bastantes discotecas de la ciudad como camarera.

      La única razón por la que él no le había dicho lo típico de “búscate un trabajo de verdad” era porque la mayoría de las noches ella ganaba más dinero que él. Lo que hacía las cosas más fáciles porque, cuando llegaba el día de pagar el alquiler, Envy era quien solía pagarlo mientras que él se preocupaba de todo lo demás.

      –¿A qué discoteca vamos? –preguntó él al otro lado de la puerta.

      –La nueva. Moon Dance, –Envy se hizo una coleta con algunas capas del pelo mientras las de abajo le colgaban por la espalda. –Puede que también me ofrezca como camarera ya que vamos.

      Chad frunció el ceño.

      –Es la que está casi a las afueras de la ciudad, ¿verdad? –Él volvió a su habitación sin esperar su respuesta. Últimamente, las cosas se habían vuelto un poco peligrosas por aquella zona de la ciudad. Las desapariciones eran el mayor peligro, y ya se habían encontrado unos cuantos cuerpos a una manzana de esa discoteca.

      Hasta entonces, no habían encontrado nada que pudiera vincularse directamente con el Moon Dance, excepto que todas las víctimas escogidas eran asiduos de la discoteca. Era el lapso de tiempo entre asesinatos lo que hacía sospechar a Chad y a tantos otros. Se habían hecho algunas preguntas para averiguar si había un asesino en serie paseándose por el bar. Varias de las últimas víctimas habían sido vistas por la discoteca. Como policía, no podía dejar pasar la posibilidad de que existiera algún tipo de conexión.

      Como su pistola y su placa ya estaban en el coche, Chad cogió la pistola paralizante y se la metió entre el cinturón. Con todas las atrocidades que estaban ocurriendo por allí, quería que Envy la tuviera solo por si algo malo ocurría mientras ella estuviera en la discoteca.

      Al salir de su habitación, echó un vistazo al pasillo y se quedó de piedra cuando vio a su hermana. Una falda negra de cuero con encaje asomando hasta la mitad del muslo cubría sus piernas a conjunto con una camisa de encaje a la altura del ombligo. algunos parches de cuero estratégicamente colocados cubrían lo necesario... lo justo para esconder sus pechos y mostrar su vientre y su ombligo.

      También llevaba puestas unas botas negras de cuero hasta justo por encima de las rodillas con unas cadenas elegantes de adorno alrededor de los tobillos. Un colgante que su madre le había regalado hacía años adornaba su cuello con una bonita pieza de cuarzo de amatista. La mayoría de su pelo rojo lo llevaba recogido en una coleta alta con algunos mechones cayendo por un hombro.

      Llevaba también un maquillaje elegante con delineador de ojos y sombra negros, así como un tono oscuro de lápiz de labios. Parecía una dominatriz.

      –¡Joder! ¿Salimos a por sangre? –Chad levantó una ceja echándole un vistazo... dos veces. Se estaba planteando cancelar la salida nocturna y hacerla volver a su habitación por razones de seguridad.

      –Bueno, he decidido –Envy levanté una ceja con delicadeza, –que después de encargarme de Trevor, ¡me lo voy a pasar bien! Desde ahora en adelante, me niego a quedar solo con un tío. No quiero un novio… ¡quiero MUCHOS! Así, cuando uno de ellos se comporte como un gilipollas, me dará igual porque tendré otros que estarán más que contentos por darle una patada.

      –Sí, recuerdo lo bien que funcionaba eso en el instituto. –Chad movió la cabeza con gesto de disgusto porque sabía que su hermana era mucho más frágil de lo que fingía ser, –Iremos en mi coche por si llaman desde la central.

      –Solo si me dejas jugar con las luces azules –Envy sonrió porque sabía que le dejaría.

      Chad suspiró y caminó hacia el coche. –Te juro que eres peor que un crío en una tienda de juguetes apretando todos y cada uno de los peluches que hacen ruido y volviendo a todos locos.

      –¿Qué? –rio ella–. Me gustan las luces azules. La gente se aparta de nuestro camino cuando las enciendo.

      –¿Cómo aquella vez que las encendiste porque nos habíamos quedado sin café? – preguntó. –Sabes que eso es gastar dinero de los contribuyentes, ¿verdad?

      –Si no te callas conduciré yo. Y entonces tendrás que lidiar con las luces rojas y la sirena –le advirtió con un guiño de ojo juguetón.

      Chad se calló inmediatamente porque la última vez que ocurrió, ella llegaba tarde al trabajo y él se encontraba demasiado enfermo como para conducir, así que se sentó en el asiento del pasajero medio dormido. El jefe todavía enfurecía al recordarlo.

      *****

      Envy apagó las luces azules a una manzana de la discoteca y miró hacia arriba a los focos que bailaban a través del cielo cubierto de nubes. Observó como el edificio de dos plantas entraba en su campo de visión.

      Había estado trabajando tanto últimamente que no había tenido un momento para observar el Moon Dance, aunque algunos de sus clientes ya lo habían puesto por las nubes anteriormente. Por fuera no era nada sofisticado. Parecía simplemente un almacén de ladrillo con pocas ventanas y un enorme letrero de neón púrpura en la fachada frontal.

      La gente hacía cola a medio camino entre el enorme aparcamiento, iban vestidos con sus mejores prendas para la discoteca y hablaban entre ellos de manera animada. El hecho de que fueran las diez de la noche y siguiera habiendo cola para entrar le hacía pensar que trabajar allí podía ser muy lucrativo.

      –Sí, sin duda voy a presentarme al puesto de camarera– sonrió valorando la posibilidad de trabajar allí.

      –Por lo menos ya no hay casi cola –Chad dijo con sarcasmo. No quería esperar para ver como Trevor se llevaba una buena dosis de la adrenalina de su hermana.

      Aparcó al fondo del aparcamiento, en el lugar más oscuro, al lado del coche de Trevor. Antes de que Envy pudiera abrir la puerta del coche, Chad se acercó y cogió a su hermana por el brazo.

      –Toma –le dio la pistola paralizante y, sin pronunciar una sola palabra más, abrió la puerta y salió del coche.

      Envy rodeó el pequeño aparato con sus dedos y sonrió. Su hermano le había enseñado técnicas de defensa personal hasta tal punto que, probablemente, ella podría derribar a la mayoría de los policías con los que él trabajaba sin sudar una gota. Pero


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