Al lado . Блейк Пирс
a Danielle.
Pero primero tenían que terminar de mudarse. Sus pocas pertenencias estaban empacadas en un camión que actualmente estaba estacionado en su pequeña entrada de hormigón. Luego de dos horas descargando el camión, finalmente vieron la parte trasera del remolque a través de la última fila de cajas y contenedores.
A lo que Steven metió la última caja en la casa, Chloe comenzó a desempacar. Para Chloe fue surrealista darse cuenta de que todas estas cosas de sus apartamentos separados serían desempacadas en un mismo espacio, el espacio que ellos compartirían como pareja. Era una sensación agradable, una que la hizo echarle un vistazo al anillo que llevaba en su dedo con una sonrisa de satisfacción.
Mientras estaba desempacando, oyó un golpe en la puerta, el primero de su nuevo hogar. El golpe fue seguido por la voz aguda de una mujer que dijo: —¿Hola?
Confundida, Chloe dejó de desempacar y se dirigió a la puerta principal. No estaba segura de lo que esperaba ver, pero ciertamente no había esperado un rostro de su pasado. Por extraño que parezca, eso es exactamente lo que encontró esperándola en la puerta.
—¿Chloe Fine? —preguntó la mujer.
Habían pasado ocho años, pero Chloe reconoció a Kathleen Saunders enseguida. Habían sido compañeras de secundaria. Fue muy onírico verla allí, parada en su puerta. Aunque no habían sido mejores amigas en la escuela secundaria, habían sido un poco más que simples conocidas. Aun así, ver un rostro de su pasado parado en el umbral de su futuro fue tan inesperado que la cabeza de Chloe comenzó a dar vueltas.
—¿Kathleen? —preguntó—. ¿Qué haces aquí?
—Yo vivo aquí —dijo Kathleen con una sonrisa. Había subido un poco de peso desde la escuela secundaria, pero su sonrisa era exactamente la misma.
—¿Aquí? —preguntó Chloe—. ¿En este vecindario?
—Sí. Vivo a dos casas a la derecha de la tuya. Estaba paseando a mi perro y, cuando te vi, te reconocí enseguida. Bueno, supuse que o bien eras tú o tu hermana. Así que me acerqué y le pregunté al hombre que estaba dentro del camión si eras tú. Él me dijo que llamara a la puerta. ¿Ese es tu esposo?
—Prometido —dijo Chloe.
—Sí que el mundo es pequeño —dijo Kathleen—. Bueno, este pueblo.
—Sí, tienes razón —dijo Chloe.
—Me encantaría charlar, pero tengo una cita con un cliente en una hora —dijo Kathleen—. Y, además, sé que estás ocupada desempacando. Pero mira… hay una fiesta de la cuadra el sábado. Quería ser la primera en invitarte.
—Muchas gracias. Lo aprecio mucho.
—Antes de irme, quería preguntarte cómo estaba Danielle. Sé que pasó por momentos difíciles cuando terminó la escuela secundaria. Se rumorea que está viviendo en Boston.
—Sí, vivía en Boston —dijo Chloe—. Pero regresó a Pinecrest hace unos años.
—Qué genial —dijo Kathleen—. Deberías invitarla a la fiesta. ¡Me encantaría hablar con las dos!
—Igualmente —dijo Chloe.
Chloe miró brevemente por encima del hombro de Kathleen y vio a Steven en el camión. Se encogió de hombros y la expresión en su rostro parecía decir: —¡Lo siento!
—Bueno, me dio mucho gusto verte —dijo Kathleen—. Espero verte en la fiesta de la cuadra. Y si no, ¡sabes dónde vivo!
—¡Sí! A dos casas a la derecha.
Kathleen asintió y luego sorprendió a Chloe con un abrazo. Chloe se lo devolvió, bastante segura de que Kathleen no abrazaba mucho a la gente en la escuela secundaria. Vio a su vieja (y nueva, suponía) amiga despedirse de Steven mientras regresaba a la acera.
Steven subió los escalones del porche con las últimas dos cajas. Chloe agarró la de arriba y juntos caminaron a la sala de estar. El lugar era un laberinto de cajas, contenedores y equipaje.
—Lo siento —dijo Steven—. No sabía si sería bienvenida o no.
—No te preocupes. Fue extraño, pero todo bien.
—Me dijo que era una amiga de la escuela secundaria.
—Sí. Y aquí estamos, viviendo a dos casas la una de la otra. Sin embargo, me pareció muy dulce. Nos invitó a una fiesta de la cuadra este fin de semana.
—Qué bueno.
—Ella también conoció a Danielle en la secundaria. Creo que la voy a invitar a la fiesta.
Steven comenzó a abrir una de las cajas, soltando un suspiro. —Chloe, ni siquiera llevamos un día aquí. ¿No podemos esperar un rato antes de meter a tu hermana en nuestras vidas?
—Sí, eso haremos. La fiesta es en tres días. Así que esperaremos tres días.
—Sabes a lo que me refiero. Danielle tiene una tendencia a dificultar las cosas.
Chloe lo entendía perfectamente. Steven había visto a Danielle cuatro veces, y cada una de ellas había sido incómoda. Danielle tenía muchos problemas, los cuales incomodaban a la gente a su alrededor. Sabía que Steven tenía razón. ¿Por qué invitarla a una fiesta en la que no conocería a nadie?
Pero la respuesta era sencilla. Porque era su hermana. Llevaba unos cuantos años sola y triste y, aunque sonora ridículo, Danielle la necesitaba.
Vio un destello de las dos sentadas en las escaleras de apartamentos en su mente.
—Sabías que eventualmente me comunicaría con ella —dijo Chloe—. No puedo seguir excluyéndola de mi vida ahora que vivimos en el mismo pueblo.
Steven asintió, se acercó a ella y le dijo: —Lo sé, lo sé. Pero un hombre puede soñar.
Ella sabía que el comentario debía molestarle, pero solo era en broma. Al menos estaba cediendo, no queriendo que una discusión sobre su hermana arruinara su día de mudanza.
—Tal vez salir y socializar sería bueno para ella —dijo Chloe—. Creo que podría ayudarla mucho. Simplemente quiero ser parte de su vida.
Steven sabía la historia compleja de ambas. Y aunque Chloe sabía que Danielle no le caía muy bien, siempre la había apoyado y entendido su preocupación por su hermana.
—Entonces haz lo que creas que es mejor para ella —dijo Steven—. Y a lo que cuelgues con ella, ven a ayudarme a armar la cama. Quiero tenerla lista para más tarde.
—¿Sí? ¿Para qué?
—Esta mudanza me tiene agotado. Me voy a quedar bien dormido.
Ambos se echaron a reír y luego encontraron su camino a los brazos del otro. Se dieron un beso que sugería que tal vez su primera noche en su nuevo hogar sí le daría un buen uso a su cama. Pero por ahora, tenían montones de cajas por desempacar.
Y también tenía que llamar a su hermana, lo cual podría ser incómodo.
Solo pensar en eso la hacía sentirse alegre, pero también ansiosa.
Aunque era su hermana gemela, Chloe nunca sabía qué esperar de Danielle. Y debido a que Danielle estaba de regreso en Pinecrest, Chloe estaba bastante segura de que no estaba nada bien.
CAPÍTULO DOS
Danielle Fine se metió una píldora de cafeína en la boca, se la tragó con un trago caliente de una Coca-Cola sin gas y luego abrió el cajón donde guardaba su ropa interior.
Danielle pensó en Martin. Llevaban seis semanas saliendo. Y aunque habían decidido que se tomarían las cosas con calma, Danielle había perdido la paciencia. Había decidido que se le montaría encima esta noche. Detenerse en segunda base cada vez que se veían la hacía sentirse como una adolescente estúpida