Una Vez Enterrado . Блейк Пирс

Una Vez Enterrado  - Блейк Пирс


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me preguntaba”, dijo.

      Tomó nota de hablar con Liam a solas más tarde.

      *

      Gabriela cerró la cena con broche de oro: un delicioso postre de flan. Riley y Blaine disfrutaron de unos tragos después de la cena mientras que los cuatro niños se entretuvieron en la sala familiar. Después de un largo rato, Blaine y su hija se fueron a casa.

      Riley esperó hasta que April y Jilly se fueron a sus habitaciones. Luego se fue sola a la sala familiar. Liam estaba sentado en el sofá todavía cerrado con la mirada perdida.

      “Liam, sé que algo anda mal. Quisiera que me contaras qué te pasa”.

      “No pasa nada”, dijo Liam.

      Riley se cruzó de brazos y no dijo nada. Sabía por su experiencia con las chicas que a veces lo mejor era esperar que hablaran.

      Luego, Liam dijo: “No quiero hablar del tema”.

      A Riley le sorprendió eso. Estaba acostumbrada al mal humor de adolescentes de April y Jilly, al menos de vez en cuando. Pero esto no era propio de Liam en absoluto. Siempre era agradable y servicial. También era un estudiante dedicado, y Riley apreciaba su influencia sobre April.

      Riley siguió esperando en silencio.

      Finalmente Liam dijo: “Mi papá me llamó hoy”.

      Riley sintió un vacío en la boca del estómago.

      No pudo evitar recordar ese día terrible cuando corrió a la casa de Liam para salvarlo de ser golpeado por su padre.

      Sabía que esto no debería sorprenderla. Pero no sabía qué decir.

      Liam dijo: “Me dijo que lamenta todo lo que pasó. Me dijo que me echa de menos”.

      La preocupación de Riley se intensificó. No tenía la custodia legal sobre Liam. En este momento, estaba actuando como una especie de madre adoptiva improvisada, y no tenía idea de exactamente cuál papel desempeñaría en su vida a futuro.

      “¿Quiere que vuelvas a casa?”, preguntó Riley.

      Liam asintió.

      Riley no pudo obligarse a hacer la pregunta obvia...

      “¿Qué quieres hacer?”.

      ¿Qué haría, qué podía hacer, si Liam le decía que quería volver a su casa?

      Riley sabía que Liam era un chico amable y misericordioso. Al igual que muchas víctimas de abuso, también era propenso a una profunda negación.

      Riley se sentó a su lado.

      Ella preguntó: “¿Te sientes feliz aquí?”.

      Liam jadeó un poco. Por primera vez desde el comienzo de su conversación, Riley vio que estaba a punto de llorar.

      “Ah, sí”, dijo él. “Esto ha sido... Me he sentido... tan feliz”.

      Riley sintió un nudo en la garganta. Quería decirle que podía quedarse aquí todo el tiempo que quisiera. Pero ¿qué podía hacer si su padre exigía que volviera? No podría evitar que eso sucediera.

      Una lágrima rodó por la mejilla de Liam.

      “Es solo que... desde que mamá se fue... soy lo único que tiene papá. O al menos hasta que me fui. Ahora está solo. Dice que ha dejado de beber. Dice que jamás me volverá a hacer daño”.

      Riley casi espetó...

      “No le creas. Jamás le creas cuando te diga eso”.

      En cambio, dijo: “Liam, debes saber que tu padre está muy enfermo”.

      “Lo sé”, dijo Liam.

      “Él tiene que buscar la ayuda que necesita. Pero hasta que lo haga… bueno, le será muy difícil cambiar”.

      Riley se quedó callada por unos instantes.

      Luego agregó: “Jamás olvides que esto no es tu culpa. Sabes eso, ¿verdad?”.

      Liam ahogó un sollozo y asintió.

      “¿No has vuelto a verlo?”, preguntó Riley.

      Liam negó con la cabeza sin decir nada.

      Riley le dio unas palmaditas en la mano.

      “Solo quiero que me prometas una cosa. Si quieres ir a verlo, no vayas solo. Quiero estar contigo. ¿Lo prometes?”.

      “Lo prometo”, dijo Liam.

      Riley alcanzó una caja cercana de pañuelos y le ofreció uno a Liam, quien se secó los ojos y se sonó la nariz. Luego los dos se quedaron sentados allí sin decir más por unos momentos.

      Finalmente Riley dijo: “¿Me necesitas para algo más?”.

      “No. Ya estoy bien. Gracias por… bueno, ya sabes”.

      Le sonrió débilmente.

      “Por todo”, agregó.

      “De nada”, dijo Riley, devolviéndole la sonrisa.

      Salió de la sala familiar, se dirigió a la sala de estar y se sentó sola en el sofá.

      De repente sintió un sollozo en su propia garganta, y se puso a llorar. Le sorprendió darse cuenta de lo mucho que su conversación con Liam la había afectado.

      Pero era bastante fácil entender el por qué.

      “Esto sobrepasa mis capacidades”, pensó.

      Después de todo, todavía estaba tratando de finalizar la adopción de Jilly. Había rescatado a la pobre chica de horrores propios. Riley había encontrado a Jilly tratando de vender su cuerpo por pura desesperación.

      Entonces ¿por qué Riley estaba haciendo esto, acogiendo a otro adolescente en su casa?

      De repente deseaba que Blaine aún estuviera aquí, tenía ganas de hablar con él.

      Blaine siempre parecía saber qué decir.

      Había disfrutado de la pausa entre los casos, pero poco a poco algunas preocupaciones comenzaron a invadir su mente, preocupaciones relacionadas con su familia más que todo, y hoy relacionadas con Bill.

      Estas no parecían unas vacaciones.

      Riley no pudo evitar preguntarse...

      “¿Qué diablos anda mal en mí?”.

      ¿Simplemente era incapaz de disfrutar de una vida tranquila?

      De todos modos, sabía algo con certeza.

      Este período de calma no duraría. En algún lugar, algún monstruo estaba cometiendo algún acto atroz, y ella tendría que detenerlo.

      CAPÍTULO CUATRO

      Riley fue despertada la mañana siguiente por el sonido de su teléfono vibrando.

      Se quejó en voz alta mientras se despertaba.

      “La calma ha terminado”, pensó.

      Miró su teléfono y vio que tenía razón. Era un mensaje de texto de su jefe de equipo en la UAC, Brent Meredith. Le decía que debía reunirse con él, y estaba escrito en su típico estilo conciso...

      UAC 8:00

      Miró la hora y se dio cuenta de que tendría que darse prisa para poder llegar a la cita prevista a tiempo. Quántico solo quedaba a media hora de su casa, pero tendría que salir de aquí rápido.

      Le tomó a Riley solo unos minutos cepillarse los dientes, peinarse, vestirse y bajar las escaleras deprisa.

      Gabriela ya estaba preparando el desayuno en la cocina.

      “¿Ya el café está listo?”, preguntó


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