Rebelde, Pobre, Rey . Морган Райс
estar allí para disfrutarlo.
Pero deseaba aún más que Ceres estuviera allí para verlo cuanto más tiempo mejor. Lucio se aseguró de alzar la vista hacia su ventana, donde sabía que estaría quieta y encadenada, obligada a contemplar la escena todo el tiempo posible. Había cierta satisfacción en ello.
Mucha más de la que había en mirar al patio donde iban a tener lugar las ejecuciones. Allí, los hombres y las mujeres estaban arrodillados en claras filas, mientras los verdugos se movían entre ellos con hachas. Mientras estaba mirando, vio que uno empujaba a un hombre contra el suelo, levantaba el hacha en alto por encima de su cabeza y la blandía dibujando un arco limpio que acabó con la cabeza rodando por el suelo.
“¿Esto qué es?” preguntó Lucio, levantando la voz por la rabia. Como mucho había estado fuera una o dos horas. Pero parecía que una fila entera de los hombres de Lord West ya había sido asesinada, prácticamente todos ellos decapitados.
“Solo estamos haciendo lo que usted nos dijo, su alteza”, dijo el verdugo. “Ejecutar a estos hombres”.
“¡Y no lo podéis hacer peor!” dijo Lucio bruscamente. O más bien, lo estaban haciendo bastante mal. “¿Decapitándolos? ¡Quiero que sufran! Quiero que seáis ingeniosos. ¿No os dije que usarais todos los métodos de ejecución que se os ocurrieran?”
“Muchos de los hombres de Lord West han remarcado que son nobles”, explicó el verdugo. “Y que como tales, tienen el derecho de escoger la muerte por espada o hacha en lugar de…”
Entonces Lucio le golpeó, hundiendo su mano cubierta de armadura en el estómago del hombre. El verdugo era un hombre grande, pero Lucio parecía ser el doble que él tras el golpe tan fuerte que le dio. Lucio le arrebató el hacha de las manos con un movimiento rápido y, a continuación, la clavó en la espalda del verdugo. Cuando cayó, entre gritos, Lucio la arrancó de un tirón.
“¡No tienen derechos más allá de los que yo diga que tienen! E incluso con un hacha, deberíais ser capaces de darles una muerte horrorosa. ¡Así, dejad que os lo muestre!”
Volvió a golpearlo, una y otra vez, dando hachazos al verdugo hasta asegurarse de que los demás entendían a qué se enfrentaban si no obedecían.
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