Llegada . Морган Райс
significaba que sencillamente pudieran ir tan rápido como quisieran. En primer lugar, Kevin dudaba que Chloe supiera conducir más de lo que sabían Luna o él.
Además, todavía había demasiados coches en la carretera para ello.
—Baja la velocidad —dijo Kevin cuando esquivaron como un torpedo un Chevy aparcado en medio de la autopista, cuyo propietario hacía tiempo que se había ido. Apenas pasaron derrapando por delante de una moto que habían dejado a un lado, abandonada—. Chloe, por favor, reduce la velocidad.
Redujeron un poco y, probablemente, fue bien que lo hicieran. Ahora había coches esparcidos por todas partes, en su mayoría abandonados allá donde habían convertido a sus dueños, pero algunos de ellos eran poco más que masas de metal retorcidas allá donde evidentemente habían colisionado.
Un camión cisterna estaba tumbado de lado en el borde de la autopista, y el petróleo se filtraba en la tierra que lo rodeaba. Una chispa lo hubiera encendido y, en ese mismo momento, a Kevin le pareció entender lo que eso significaba.
—Tenemos que trabajar juntos —dijo, intentando calmar un poco las cosas. Intentaba pensar en lo que hubiera dicho su madre en una situación así, o Ted, o la Dra. Levin. El único problema con eso era que dolía demasiado pensar en todas las personas que les habían quitado, que ahora incluso podrían estar en la nave que colgaba del cielo como una segunda luna.
—Nosotros… todo el mundo ha desaparecido —dijo, tragándose el dolor—. Todos hemos perdido a gente. A todos nos han pasado cosas malas—. Esta no parecía una cosa lo suficientemente buena como para contener todo aquel horror—. A todos nos duele y no podemos discutir solo porque es malo. Solo sobreviviremos a esto si trabajamos juntos.
Las demás se quedaron calladas un ratito.
—Vale —dijo por fin Chloe.
—Sí, supongo —le dio la razón Luna.
Continuaron conduciendo, la vieja furgoneta se abría camino traqueteando y dando sacudidas a lo largo de las carreteras atestadas con los escombros de los últimos momentos de la gente antes de que los extraterrestres los cogieran. Había cartones de comida rápida abandonados y vehículos abandonados, mascotas abandonados que deambulaban al lado de la carretera, y gente tirada allá donde habían caído cuando los coches habían chocado con ellos, tan inmóviles que era evidente que no se podía hacer nada para ayudarlos, incluso aunque Kevin hubiera sabido algo de medicina.
Alzó la vista y vio la nave espacial en órbita por encima del mundo. ¿Su madre estaba allí, o estaba en una de las naves que Luna y él habían visto bajar de ella para planear por encima de las ciudades del mundo? Tal vez la habían dejado andando por ahí, esperando algo más, igual que los excursionistas y los soldados de la montaña. Kevin no estaba seguro de cual de esas opciones debía esperar. Ninguna de ellas parecía buena.
—Mira —dijo Luna señalando.
Kevin vio lo que estaba señalando inmediatamente. La gran nave que se había colocado sobre San Francisco todavía estaba allí, cerniéndose increíblemente sobre la ciudad mientras de vez en cuando lanzaba unas formas mucho más pequeñas. Después de tanta tranquilidad en las carreteras, ese movimiento era casi tan estremecedor como el hecho de que hubiera una nave espacial allí quieta.
Casi.
—De hecho, nos dirigimos hacia ella —dijo Chloe—. No tiene muy buena pinta.
—Bueno, en eso podemos estar de acuerdo —dijo Luna.
Probablemente fuera casi la única cosa en la que estuvieran de acuerdo, pero aun así tenían que ir hasta allí. Tenían que hacerlo, pues en ese momento, parecía la única esperanza que pudiera tener cualquiera. Kevin tragó saliva al pensarlo. Era demasiada presión, demasiada.
La nave espacial estaba tan alta por encima de la ciudad que tuvieron que pasar diez minutos más para que empezaran a verse los edificios de debajo, rascacielos que se clavaban hacia arriba en el aire que había debajo como dedos que intentaran estirarse para tocarla. A medida que se acercaban, las carreteras también estaban cada vez más llenas, con más y más coches abandonados, de manera que tuvieron que frenar hasta ir casi a paso de tortuga para abrirse camino con cuidado y sin peligro.
—Por lo menos no estamos al otro lado de la carretera —dijo Luna. Tenía razón. Ahora la salida de la ciudad estaba tan congestionada por los coches que parecía imposible que alguien pudiera conducir a través de aquel caos. Parecía que habían salido justo a tiempo por primera vez.
—Esto va a hacer que salir de la ciudad otra vez sea un poco difícil —dijo Kevin mientras pensaba en ello. No le gustaba la idea de quedarse allí atrapado. A lo mejor habría algún modo sencillo de lidiar con los extraterrestres cuando llegaran a la NASA y escucharan la nueva señal, a lo mejor no tendrían que irse de nuevo antes de que todo estuviera bien, pero ante la vista de las naves espaciales, costaba de creer.
—Es fácil —dijo Chloe—. No hay nadie en la carretera, así que conduzcamos por el lado equivocado.
Eso funcionaría. Sin embargo, era extraño que incluso con lo que parecía ser el fin del mundo, aún no parecía correcto ni tan solo pensarlo.
—¿Por dónde? —preguntó Chloe.
Kevin señaló, con la esperanza de acertarlo. Había vivido en la NASA durante mucho tiempo, pero en realidad su madre y él solo habían conducido hasta allí unas cuantas veces. Se adentraron más en la ciudad, intentando seguir las señales que parecía que los llevarían más cerca de donde querían ir.
La ciudad estaba siniestramente silenciosa. Había basura abandonada por las calles y animales que vagabundeaban por allí, pero Kevin no veía ninguna señal de gente. Suponía que cualquiera que hubiera llegado a esta altura de la ciudad había ido andando hacia el lugar donde todo el mundo se había quedado mirando hacia arriba, a la nave que colgaba de allí. Deseaba tratar de ignorarla, pero era imposible. Incluso cuando conseguía apartar la vista de ella, esto solo significaba que la pasaba por alto para mirar a la forma incluso más grande que colgaba a lo lejos en órbita.
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