La Esfera de Kandra . Морган Райс

La Esfera de Kandra  - Морган Райс


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      Ella sonrió.

      —Correcto.

      Justo entonces, Oliver oyó que Paul se burlaba de él de nuevo. Era evidente que pegarle las manos a la mesa no bastaba para pararlo. Oliver tenía que cerrarle la boca también.

      Se giró y miró a Paul estrechando los ojos. En su mente, visualizó que una cremallera le cerraba los labios a Paul. Entonces expulsó la imagen. Y de esta manera, la boca de Paul se cerró con una cremallera.

      Paul empezó a hacer un ruido sordo de pánico. Los estudiantes se giraron y empezaron a chillar al verlo. La Sra. Belfry parecía asustada.

      Oliver supo de inmediato que había ido demasiado lejos. Rápidamente dio marcha atrás a lo que le había hecho a Paul y le liberó la boca y las manos. Pero era demasiado tarde. Paul le lanzó una mirada asesina y levantó un dedo.

      —¡Tú! ¡Eres un bicho raro! ¡Tú hiciste que esto pasara!

      Mientras los chicos empezaban a soltar insultos a Oliver, este miró a la Sra. Belfry. Había una extraña mirada de confusión en sus ojos, como si se estuviera haciendo una pregunta en silencio.

      Mientras “¡Bicho raro!” sonaba a coro detrás de él, la Sra. Belfry tocó las palmas.

      —¡Callaos todos! ¡callaos!

      Pero los compañeros de Oliver estaban enloquecidos. Todos se amontonaron alrededor de Oliver, señalándole y gritando, insultándole. Se sentía acosado, menospreciado. Fue horrible.

      Los quería lejos de él. Cerró los ojos y sacó sus poderes. De repente, todo se quedó en silencio.

      Oliver abrió de nuevo los ojos y vio que los chicos se agarraban el cuello y la boca. Todavía le estaban gritando pero no salía ningún ruido. Era como si, sencillamente, Oliver hubiera apagado sus laringes.

      La gente empezó a alejarse de él tambaleándose, hacia la puerta. Pronto, salieron corriendo de la clase. Pero Oliver no había acabado. Ellos tenían que aprender a no intimidar a la gente, a no insultarla o señalarla a la cara. Tenían que aprender la lección de verdad.

      Así que mientras iban a toda prisa por el pasillo, Oliver hizo aparecer una nube de tormenta. Llovió sobre los chicos mientras corrían, empapándolos tanto como el sistema de aspersión.

      El último niño salió corriendo de la clase. Entonces solo quedaban Oliver y la Sra. Belfry.

      Él la miró y tragó saliva. Ahora no había ninguna duda. Oliver le había revelado sus poderes.

      La Sra. Belfry fue corriendo hacia la puerta y la cerró con firmeza. Se giró y miró a Oliver. Tenía la frente profundamente arrugada entre las cejas.

      —¿Quién eres?

      Oliver sintió una presión en el pecho. ¿Qué pensaría de él la Sra. Belfry? Si estaba asustada o pensaba que él era un bicho raro como sus compañeros de clase, se sentiría abatido.

      Fue andando hacia él.

      —¿Cómo lo hiciste?

      Pero a medida que se acercaba, Oliver se dio cuenta de que su expresión no era de conmoción o miedo. Era una mirada de sorpresa. Una mirada de asombro.

      Arrastró una silla hacia el lado de él y se acomodó en ella, mirándolo atentamente. Su mirada brillaba por la intriga.

      —¿Quién eres, Oliver Blue?

      Oliver se acordó de la brújula. Lo había dirigido hacia aquí, hacia la Sra. Belfry. Esto era una señal del universo de que ella era alguien de quien se podía fiar. Alguien que lo ayudaría en su misión.

      Se tragó los nervios y empezó a hablar.

      —Tengo poderes. Poder sobre los elementos y las fuerzas de la naturaleza. Puedo viajar a través del tiempo y cambiar la historio.

      La Sra. Belfry estaba completamente en silencio. Lo miró fijamente y parpadeó varias veces. Finalmente, habló:

      —Siempre sospeché que tenías algo diferente —El tono de su voz era de asombro.

      Oliver estaba atónito. La Sra. Belfry no pensaba en absoluto que él fuera un bicho raro. El corazón le dio un salto de alegría.

      —¿Usted me cree? —preguntó.

      Ella asintió.

      —Sí, te creo —Después arrastró su silla para acercarse un poco más y le miró fijamente.

      —Vamos. Cuéntamelo todo.

      Así lo hizo Oliver. Empezó justo por el principio, el día de la tormenta. Para la Sra. Belfry, había sido la noche anterior, pero para Oliver habían pasado días y días.

      Le habló de Armando Illstrom y de Lucas. De su encuentro con Ralph Black y de su viaje a la Escuela de Videntes. De que la escuela se encontraba entre dimensiones y solo se podía acceder a ella a través de un portal especial en 1944. Le habló de las clases, de la Doctora Ziblatt y de los portales interdimensionales. Le habló del comedor y de la mesa que se levantaba. de Hazel Kerr, Simon Cavendish y de Walter Stroud, el increíble jugador de switchit. Le habló de la Esfera de Kandra y del despacho del Profesor Amatista, con gravedad cero, de las cápsulas para dormir y de la prueba que determinó qué tipo de vidente era. Después le habló de su cita con Ester Valentini y de su ataque a la escuela. Le explicó en detalle los acontecimientos en la Alemania nazi con la bomba de Lucas. Le mostró el amuleto que le había regalado el Profesor Amatista, el que se calentaría si alguna vez se acercaba a un portal que pudiera llevarle de vuelta a la Escuela de Videntes. Y, finalmente, le habló de sus padres, de que los Blue no eran su verdadera familia y de cómo deseaba encontrar a su madre y a su padre verdaderos, las personas de sus visiones.

      Finalmente, cuando hubo completado su historia, Oliver dejó de hablar.

      La Sra. Belfry parecía estupefacta. Solo asintió lentamente y miraba para todos lados. Parecía que estaba intentando procesar todo lo que le acababa de contar. Oliver pensó que era muy difícil asimilarlo todo a la vez. Esperaba que no le explotara el cerebro con todo aquello.

      —Fascinante —dijo por fin.

      Se reclinó en su asiento, con la mirada puesta en él. Sus ojos estaban llenos de curiosidad y asombro.

      Oliver esperaba, el estómago se le retorcía ante la expectación.

      Finalmente, la Sra. Belfry se tocó la barbilla.

      —¿Puedo ver esa brújula tuya?

      Él la sacó de su mochila y se la pasó. Ella la examinó muy lentamente. A continuación, se animó mucho de repente.

      —Yo he visto una de estas, una vez…

      —¿Ah, sí?

      —Sí. Pertenecía al Profesor Ruiseñor, de Harvard. Un antiguo profesor mío. El hombre más brillante que he conocido.

      Su emoción era evidente. Oliver observaba mientras ella se levantaba de la silla de un salto e iba a toda prisa hacia las estanterías. Sacó un libro de texto y se lo pasó.

      Oliver miró el libro con curiosidad. Leyó la portada. La teoría del viaje a través del tiempo. Se quedó sin aliento y alzó rápidamente la mirada hacia la de ella.

      —No… no lo entiendo.

      La Sra. Belfry volvió a sentarse de nuevo.

      —La especialidad del Profesor Ruiseñor era la física –haciendo hincapié en el viaje a través el tiempo.

      A Oliver le daba vueltas la cabeza.

      —¿Piensa que podría ser un vidente? ¿Cómo yo?

      Él pensaba que no había otros videntes en su línea de tiempo. Pero quizás este Profesor Ruiseñor lo era. Quizá por eso la brújula lo había guiado hacia la Sra. Belfry en primer lugar.

      —Siempre que


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