Una Razón para Esconderse. Блейк Пирс

Una Razón para Esconderse - Блейк Пирс


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ganadora y, en ese instante, ya no se veía cansado. Una de las muchas cosas que le gustaban a Avery de él era la forma en la que la hacía sentir cada vez que la miraba. Era claro que había algo más que simple atracción allí; la miraba con reconocimiento y respeto. Eso, más el hecho de que él le decía a menudo que era hermosa, la hacía sentirse más segura y más deseable de lo que jamás había recordado sentir.

      “¿Tuviste un día largo?”, le preguntó Avery a lo que se sentó en el banco a su lado.

      “Sí. Tuve mucho trabajo. Quejas por ruido. Una pelea en un bar que se volvió sangrienta. Y hasta recibí una llamada sobre un perro que había perseguido a un niño a un árbol”.

      “¿Un niño?”.

      “Un niño”, dijo Ramírez. “La vida glamorosa de un detective cuando la ciudad está tranquila y aburrida”.

      Ambos miraron el río en un silencio que, durante las últimas semanas, había comenzado a volverse cómodo. Si bien no eran técnicamente una pareja, habían llegado a apreciar el tiempo juntos que no estaba lleno de charla por el simple hecho de hablar. Lenta y deliberadamente, Avery se acercó y le tomó la mano.

      “Camina conmigo, ¿quieres?”.

      “Claro”, dijo, dándole un apretón a su mano.

      Incluso sostener su mano era algo monumental para Avery. Ella y Ramírez se habían tomado de manos con frecuencia y se habían besado brevemente en algunas ocasiones, pero agarrar su mano intencionalmente estaba fuera de su zona de confort.

      “Pero cada vez se siente más cómodo”, pensó cuando empezaron a caminar. “Bueno, lleva mucho tiempo sintiéndose así, admítelo”.

      “¿Estás bien?”, preguntó Ramírez.

      “Sí”, dijo. “Tuve un buen día con Rose”.

      “¿Las cosas se están empezando a normalizar?”, preguntó.

      “Sí, un poco”, dijo Avery. “Es un trabajo en progreso. Y hablando de progreso…”.

      Se detuvo, confundida porque no entendía por qué le era tan difícil decir lo que quería decir. Debido a su pasado, sabía que era emocionalmente fuerte… Entonces ¿por qué le era tan difícil expresarse cuando realmente importaba?

      “Esto va a sonar cursi”, dijo Avery. “Así que por favor mantén mi vulnerabilidad en mente”.

      “Está bien…”, dijo Ramírez, claramente confundido.

      “He sabido desde hace bastante tiempo que tengo que hacer algunos cambios. Una gran parte de eso es tratar de arreglar las cosas con Rose. Pero hay otras cosas también. Cosas que no he querido admitirme a mí misma por temor”.

      “¿Como qué?”, dijo Ramírez.

      Sabía que él estaba un poco incómodo. Habían sido transparentes antes, pero nunca a esta medida. Esto era más difícil de lo que había esperado.

      “Mira… sé que arruiné las cosas entre nosotros”, dijo Avery. “Me mostraste una paciencia y un entendimiento tremendo durante las cosas que estaba pasando. Y sé que te alejé luego de haberte esperanzado”.

      “Eso es cierto”, dijo Ramírez, con un poco de humor.

      “Te pido disculpas por eso”, dijo Avery. “Espero que puedas pasar por alto mis temores y mi vacilación… Quiero otra oportunidad”.

      “¿Una oportunidad para…?”, dijo Ramírez.

      “Va a hacerme decirlo”, pensó. “Y me lo merezco”.

      Ya era de noche y había pocas personas caminando por las aceras y senderos que alineaban el río. Era una escena pintoresca, como algo salido de una de esas películas que por lo general odiaba ver.

      “Una oportunidad para nosotros”, dijo Avery.

      Ramírez dejó de caminar, pero mantuvo su mano en la suya. La miró con sus ojos marrones oscuros y sostuvo la mirada. “No puede ser una oportunidad”, dijo. “Tiene que ser real. Algo seguro. No puedo seguir en esto de toma y dame”.

      “Lo sé”.

      “Si me puedes decir qué quieres decir con nosotros, entonces lo consideraré”.

      No sabía si estaba hablando en serio o simplemente tratando de hacerla pasar un mal rato. Rompió el contacto visual y apretó sus manos.

      “Maldita sea”, dijo Avery. “Me dificultarás esto, ¿cierto?”.

      “Bueno, creo que…”.

      Ella lo interrumpió con un beso. En el pasado, sus besos habían sido breves, incómodos y llenos de su vacilación habitual. Pero ahora se perdió en él. Lo acercó tanto como pudo y lo besó con más pasión que nunca, más que la pasión de su último contacto físico con un hombre durante su último año feliz de matrimonio con Jack.

      Ramírez no se molestó en luchar. Sabía que llevaba mucho tiempo esperando esto, y podía sentir su entusiasmo.

      Se besaron como adolescentes enamorados por el río Charles. Fue un beso suave pero caliente que vibraba con la frustración sexual que había estado floreciendo entre ellos durante varios meses.

      Cuando sus lenguas se encontraron, Avery sintió una oleada de energía a través de ella, energía que sabía que quería utilizar de una forma específica.

      Ella rompió el beso y acercó su frente a la suya. Se miraron el uno al otro durante varios segundos en esa postura, disfrutando del silencio y del peso de lo que acababan de hacer. Habían cruzado una línea. Y, en el tenso silencio, ambos sintieron que todavía había muchas más por cruzar.

      “¿Estás segura de esto?”, preguntó Ramírez.

      “Sí. Y lamento que me haya tomado tanto tiempo darme cuenta”.

      La acercó a su cuerpo y la abrazó. Sentía algo como alivio en su cuerpo, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

      “Quiero intentarlo”, dijo Ramírez.

      Rompió el abrazo y la besó de nuevo en el lado de su boca.

      “Creo que tenemos que celebrar la ocasión. ¿Quieres ir a cenar?”.

      Suspiró y sonrió temblorosamente. Ya había roto una barrera emocional confesándole sus sentimientos. ¿Qué de malo sería seguir siendo honesta con él ahora mismo?

      “Sí, creo que tenemos que celebrar”, dijo. “Pero ahora mismo, en este mismo momento, no estoy muy interesada en ir a cenar”.

      “Entonces, ¿qué quieres hacer?”, preguntó.

      Su inocencia era encantadora. Ella se inclinó y le susurró al oído, disfrutando de la sensación de tenerlo cerca, así como también el olor de su piel.

      “Vamos a tu casa”.

      Se apartó y la miró con la misma seriedad que antes, pero ahora había algo más allí. Era algo que había visto en sus ojos antes, algo de emoción que nacía de una necesidad física.

      “¿Sí?”, dijo con incertidumbre.

      “Sí”, dijo ella.

      Mientras corrían por el césped, hacia el estacionamiento donde ambos habían estacionado sus autos, estaban riéndose como unos niños. Era genial, ya que Avery no podía recordar la última vez que se había sentido tan liberada, emocionada y libre.

***

      La pasión que habían experimentado a la orilla del río seguía viva cuando Ramírez abrió la puerta de su apartamento. Una parte de Avery quería saltar encima de él en ese mismo momento, antes de que tuviera tiempo de cerrar la puerta detrás de ellos. Se habían toqueteado todo el viaje y, ahora que estaban allí, Avery sentía como si estuvieran en el precipicio de algo monumental.

      Cuando Ramírez cerró la puerta con llave, a Avery le sorprendió que no se le acercara de inmediato. En su lugar, se dirigió a la cocina, donde se sirvió un vaso de agua.

      “¿Agua?”,


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