Viage al Parnaso La Numancia y El Trato de Argel. Miguel de Cervantes Saavedra

Viage al Parnaso La Numancia y El Trato de Argel - Miguel de Cervantes Saavedra


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deste hecho,

       Y Febo al gran VALDES atento mire.

       Verá en él un gallardo y sabio pecho,

       Un ingenio sutil y levantado,

       Con que le dexe en todo satisfecho.

       FIGUEROA es estotro el Dotorado,

       Que cantó de Amarili la constancia

       En dulce prosa y verso regalado.

       Quatro vienen aqui en poca distancia

       Con mayusculas letras de oro escritos,

       Que son del alto asunto la importancia.

       De tales quatro siglos infinitos

       Durará la memoria, sustentada

       En la alta gravedad de sus escritos.

       Del claro Apolo la real morada

       Si viniere á caer de su grandeza,

       Será por estos quatro levantada.

       En ellos nos cifró naturaleza

       El todo de las partes, que son dinas

       De gozar celsitud, que es mas que alteza.

       Esta verdad, gran CONDE DE SALINAS,

       Bien la acreditas con tus raras obras,

       Que en los terminos tocan de divinas

       Tu, el de ESQUILACHE PRINCIPE, que cobras

       De dia en dia credito tamaño,

       Que te adelantas á tí mismo y sobras:

       Serás escudo fuerte al grave daño,

       Que teme Apolo con ventajas tantas,

       Que no te espere el esquadron tacaño.

       Tú, CONDE DE SALDAÑA, que con plantas

       Tiernas pisas de Pindo la alta cumbre,

       Y en alas de tu ingenio te levantas.

       Hacha has de ser de inextinguible lumbre,

       Que guie al sacro monte, al deseoso

       De verse en él, sin que la luz deslumbre.

       Tú, el de VILLAMEDIANA, el mas famoso

       De quantos entre Griegos y Latinos

       Alcanzaron el lauro venturoso:

       Cruzarás por las sendas y caminos

       Que al monte guian, porque mas seguros

       Lleguen á él los simples peregrinos.

       A cuya vista destos quatro muros

       Del Parnaso caerán las arrogancias

       De los mancebos sobre necios duros.

       O quántas, y quan graves circunstancias

       Dixera destos quatro, que felices

       Aseguran de Apolo las ganancias!

       Y mas si se les llega el de ALCAÑICES,

       Marques insigne, harán (puesto que hay una

       En el mundo no mas) cinco Fenices.

       Cada qual de por sí será coluna,

       Que sustente y levante el edificio

       De Febo sobre el cerco de la luna.

       Este (puesto que acude al grave oficio,

       En que se ocupa) el lauro y palma lleva,

       Que Apolo da por honra y beneficio.

       En esta ciencia es marabilla nueva,

       Y en la Jurispericia unico y raro,

       Su nombre es DON FRANCISCO DE LA CUEVA.

       Este, que con Homero le comparo,

       Es el gran DON RODRIGO DE HERRERA,

       Insigne en letras, y en virtudes raro.

       Este, que se le sigue es el DE VERA

       DON JUAN, que por su espada y por su pluma

       Le honran en la quinta y quarta esfera.

       Este, que el cuerpo y aun el alma bruma

       De mil, aunque no muestra ser christiano,

       Sus escritos el tiempo no consuma.

       Cayóseme la lista de la mano

       En este punto, y dixo el dios: con estos

       Que has referido está el negocio llano.

       Haz que con pies y pensamientos prestos

       Vengan aqui, donde aguardando quedo

       La fuerza de tan validos supuestos.

       Mal podrá DON FRANCISCO DE QUEVEDO

       Venir, dixe yo entonces; y él me dixo:

       Pues partirme sin él de aqui no puedo.

       Ese es hijo de Apolo, ese es hijo

       De Caliope musa, no podemos

       Irnos sin él, y en esto estaré fijo.

       Es el flagelo de poetas memos,

       Y echará á puntillazos del parnaso

       Los malos que esperamos y tememos.

       O, señor, repliqué, que tiene el paso

       Corto, y no llegará en un siglo entero.

       Deso, dixo Mercurio, no hago caso.

       Que el poeta que fuere caballero,

       Sobre una nube entre pardilla y clara

       Vendrá muy á su gusto caballero.

       Y el que nó, pregunté, qué le prepara

       Apolo? qué carrozas? ó qué nubes?

       Qué dromedario? ó alfana en paso rara?

       Mucho, me respondió, mucho te subes

       En tus preguntas, calla y obedece.

       Sí haré, pues no es infando lo que jubes.

       Esto le respondí, y él me parece

       Que se turbó algun tanto; y en un punto

       El mar se turba, el viento sopla y crece.

       Mi rostro entonces, como el de un difunto

       Se debió de poner, y sí haria,

       Que soy medroso á lo que yo barrunto.

       Vi la noche mezclarse con el dia,

       Las arenas del hondo mar alzarse

       A la region del aire, entonces fria.

       Todos los elementos vi turbarse,

       La tierra, el agua, el aire, y aun el fuego

       Vi entre rompidas nubes azorarse.

       Y en medio deste gran desasosiego

       Llovian nubes de poetas llenas

       Sobre el bagel, que se anegara luego,

       Si no acudieran mas de mil sirenas

       A dar de azotes á la gran borrasca,

       Que hacia el saltarel por las entenas.

       Una, que ser pensé Juana la Chasca,

       De dilatado vientre y luengo cuello,

       Pintiparado á aquel de la tarasca,

       Se llegó á mí, y me dixo: de un cabello

       Deste bagel estaba la esperanza

       Colgada á no venir


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