Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1. Джек Марс
Luke la estrechó con fuerza, teniendo en cuenta que el bebé crecía dentro de ella. —Va a ir bien, va a ir fantástico. Sé que así será.
CAPÍTULO OCHO
5 de mayo
15:45 Hora del Este
Base Conjunta Andrews
Condado de Prince George, Maryland
—Tú eres el jefe —dijo Don.
Era un par de centímetros más alto que Luke y un poco más ancho. Con el cabello gris de Don, su tamaño, su edad y su experiencia... bueno, Luke siempre se sintió un poco como un niño al lado de Don.
—No dejes que se olviden de quién está al mando. Yo iría contigo, pero estoy hasta arriba de reuniones. Eres mi representante. En lo que respecta a este viaje, tú eres yo.
Luke asintió. —Está bien, Don.
Caminaban por un pasillo largo y ancho a través de la terminal. Enjambres de personas, en su mayoría con uniformes de varios tipos, se arremolinaban, moviéndose de un lado a otro. La gente estaba de pie y comiendo en el Taco Bell y en el Subway. Hombres y mujeres se abrazaban, montones de equipaje pasaban en carros. El lugar estaba lleno, había dos guerras a la vez y en todos los servicios armados, el personal estaba en movimiento.
—Tenemos un nuevo tipo que se va a unir a ti. Él es tu compañero, pero tú eres el socio mayoritario. Su nombre es Ed Newsam. Me gusta, es grande, jodidamente arrogante y joven. Lo saqué de las Delta, aunque sólo ha estado allí un año.
—¿Un año? Don…
—En un año, ya se ha desenvuelto de forma admirable. Créeme, vas a estar contento de que haya contratado a este tipo. Es una bestia, un animal, como lo eras tú a esa edad.
A los treinta y dos, Luke ya empezaba a sentirse viejo. Había vuelto al gimnasio en las últimas semanas y de repente se le hacía cuesta arriba ponerse en forma. Esa fue una sorpresa muy desagradable, se había abandonado durante su estancia en el hospital.
—Trudy y Swann viajan contigo, pero no van al escenario contigo. Permanecerán en la Zona Verde donde estarán seguros y te ofrecerán orientación e información desde allí. Bajo ninguna circunstancia debes ponerlos en peligro. No son personal militar, ni lo han sido nunca.
Luke asintió. —Entendido.
Don se detuvo. Se volvió para mirar a Luke, sus duros ojos se suavizaron un poco. Era como si fuera el padre de Luke, el padre que nunca tuvo. Don era un padre grande, de pelo gris, de torso ancho y la cara como un bloque de granito.
—Vas a hacerlo bien, hijo. Ya has ocupado antes posiciones de mando, has estado en zonas de guerra y en misiones difíciles, misiones imposibles. Esta no es así, esta tiene la mandíbula de cristal, ¿vale? Papá Cronin ejecutará esta operación en tierra. Él te cubrirá las espaldas y se asegurará de que tengas a la gente que necesitas en el aire por encima de ti y a un paso por detrás de ti.
Luke se alegró de escuchar eso. Bill Cronin era un Agente Especial de la CIA. Había estado en la zona varias veces, tenía mucha experiencia en Oriente Medio. Luke había servido bajo su mando dos veces antes: una vez cedido por las Fuerzas Delta a la CIA y una vez durante una operación especial conjunta.
Don continuó. —Espero que vosotros entréis allí y que Parr deje caer su arma y levante las manos. Se sentirá aliviado de que no seas Al Qaeda. Necesitamos una victoria temprana para demostrar a los congresistas que vamos en serio, así que he completado tu planificación de vuelta con un retorno fácil. Pero no le digas eso a los demás, piensan que esto es la cosa más seria de la historia.
Luke sonrió y negó con la cabeza. —Está bien, Papá.
—Te revolvería el pelo, pero eres demasiado viejo, —dijo Don.
Más allá de la puerta había una pequeña sala de espera. Tres filas, de cinco asientos cada una, estaban agrupadas frente a un escritorio y detrás del escritorio, la puerta de la pista. El escritorio estaba abandonado y nadie se sentaba en las sillas, era un área vacía de la terminal.
A través de los grandes ventanales, Luke pudo ver un pequeño avión azul del Departamento de Estado estacionado y esperando fuera. Una escalera plegable conducía a la puerta abierta de la cabina del avión.
Un grupo de tres personas se arremolinaba en la puerta. Dos de ellos eran Trudy Wellington y Mark Swann. Trudy era pequeña y lo parecía a cada centímetro. Swann era alto y delgado, pero se veía encogido por el tercer miembro de su grupo, un hombre negro con vaqueros y chaqueta de cuero. El hombre negro se quedó solo, un poco alejado de Trudy y Swann. Tenía una mochila verde en el suelo a sus pies.
—¿Ese es el tipo? —dijo Luke. —¿Newsam?
Don asintió. —Ese es el chico.
Luke se empapó de él mientras se acercaban. Parecía medir dos metros de alto, sus hombros eran anchos, al igual que su pecho. Debajo de su chaqueta de cuero, llevaba una camiseta blanca que se aferraba a su enorme musculatura. Parecía que alguien se la había pintado. Sus brazos estaban cubiertos por la chaqueta, pero sus puños eran enormes. Llevaba botas de trabajo amarillas en sus grandes pies. Parecía el dibujo animado de un superhéroe.
Excepto por su cara, era tan arrogante y tan joven como la de cualquier niño de instituto. No había una arruga en él.
—¿Este tipo ha combatido antes? —dijo Luke.
Don asintió de nuevo. —Sí.
—Bueno, tú eres el jefe.
—Sí, lo soy.
Cuando llegaron hasta el grupo, los tres se giraron. Los ojos de Trudy y Swann estaban enfocados en Don, su jefe. El recién llegado, Newsam, miró a Luke.
—Gracias por venir, todos. Trudy y Mark, habéis tenido la oportunidad de conocer a Luke Stone, vuestro comandante en este viaje. Luke ha sido uno de los mejores miembros de operaciones especiales con los que he tenido el placer de servir, en el Ejército de los Estados Unidos. Luke, este es Ed Newsam, con quien no he servido, pero sobre el que he escuchado cosas espectaculares.
Los dos hombres se dieron la mano. Luke miró a los ojos del hombre más grande. Newsam no hizo nada explícito; por ejemplo, no intentó aplastar la mano de Luke con la suya. Pero sus ojos lo decían todo: Tú no mandas en mí.
Luke lamentaba estar en desacuerdo, pero este no era el momento ni el lugar para preocuparse por eso. Sin embargo, si iban a trabajar juntos, especialmente en una zona de combate, ese momento casi seguro que llegaría.
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